Para muchos de nosotros es muy claro que no hay una manera fácil y rápida de construir unidad en una sociedad tan fragmentada, tan polarizada, tan llena de enfrentamientos y resentimientos como la nuestra. Pero claramente el nuestro no ha sido el único caso. Todavía en los siglos XIX y XX, en Europa no pasaban más de unos pocos años sin que hubiera guerras entre países. Tuvieron que pasar algunos siglos antes de que se pudiera llegar al concepto, que a algunos les parecía absurdo, de una unidad europea. Misma que se empezó a construir en la segunda mitad del siglo XX, que empezó por asuntos de tipo comercial y que, a pesar de diferencias aparentemente insalvables de lenguaje, sistemas políticos y creencias religiosas o ausencia de estas, los europeos han podido construir un sistema viable. Que, sin embargo, no está exento de peligros.
Tal vez podríamos pensar que, siendo el nuestro un país bastante más homogéneo, con un lenguaje que habla la inmensa mayoría de la población, con diferencias culturales relativamente menores, no debería ser tan difícil conseguir la unidad. Pero la realidad nos ha demostrado lo contrario y nos ha probado que quienes le apuestan a la división y a la polarización de los mexicanos, se benefician de ello políticamente.
Necesitamos un verdadero esfuerzo de todos los sectores en nuestro país y en particular de los mejores pensadores que tenemos, para lograr un programa concreto, viable y muy práctico para ir construyendo los mínimos de unidad que nos están haciendo falta. Posiblemente el primer punto a resolver es precisamente definir cuáles son esos mínimos para la unidad, conscientes del antiguo refrán que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. O sea, que no hay que exigirnos soluciones perfectas.
Entre algunos de los temas que debemos enfrentar, deberían estar los siguientes:
- Encontrar el modo de diferir entre nosotros sin odio. Entender que la asertividad no es lo mismo que el ataque. No es una pequeña tarea: por milenios en la historia escrita de la humanidad y seguramente muchísimo antes, el odio siempre ha estado presente. Las leyes humanas y las amenazas de castigos divinos no han sido totalmente eficaces para ello. Pero cualquier avance siempre será bienvenido.
- Es importante que nos acostumbremos a debatir nuestras diferencias, nuestros criterios divergentes sin atacar a las personas. Algo muy complicado, porque siempre identificamos a las opiniones con la persona que las emite. Es particularmente difícil sostener que una idea o una opinión están equivocados, conservando al mismo tiempo el respeto y el aprecio por quien sostiene opiniones diferentes de las nuestras.
- Tenemos que encontrar modelos que nos inspiren para encontrar el modo de sanar estas diferencias. Ejemplos como el que nos dieron en Colombia el hijo de Pablo Escobar, el capo más poderoso de su época, que buscó a Rodrigo Lara Restrepo, a cuyo padre, un periodista, mandó asesinar el suyo. El hijo de la víctima y el del victimario se reunieron y el hijo de Escobar pidió perdón al hijo de Lara. Un perdón pedido y recibido que sanó a ambos. ¿Seremos capaces de encontrar casos ejemplares como estos? Porque nuestra Sociedad está muy herida. Necesitamos urgentemente de muchas acciones, pequeñas y grandes, de sanación.
- También es importante comprender que a nadie le podemos obligar a perdonar. No podemos exigir total perdón y olvido. El acto de perdonar es particularmente difícil, porque requiere simultáneamente de una combinación de justicia con misericordia, combinación tan compleja que algunos dicen que sólo ocurre en la justicia divina, y que es inalcanzable por los humanos. Conscientes de esa dificultad, es como debemos de tratar en la medida de nuestras capacidades de pedir y de conceder perdón, si es que queremos alguna sanación de nuestra Sociedad.
Muy posiblemente no todos nos sentimos culpables del daño que hemos hecho a otros al contribuir a dividir nuestra Sociedad. Y una vez que hayamos logrado entender en dónde hemos fallado, habría que encontrar maneras de reparar el daño que hemos hecho, consciente o inconscientemente. También quienes hemos sido de alguna manera víctimas de un sistema o de personas, tendríamos que estar buscando las maneras concretas para encontrar y recuperar la confianza de la que nuestra Sociedad carece en estos momentos.
Nada fácil. Todavía en muchos aspectos nos reconocemos en esos artículos escritos por J. K. Turner titulados México Bárbaro, y que tratan la vida de la sociedad mexicana, hace poco más de 100 años. Cuando había autentica esclavitud y brutal discriminación hacia algunos sectores de la sociedad mexicana. Sí, algo hemos mejorado. Pero en el fondo seguimos teniendo la idea de que realmente no todos son dignos de un trato justo. Y de ahí la necesidad de comprometernos a construir los mínimos de unidad qué necesitamos para que nuestra Sociedad funcione. Porque si no lo logramos, nuestro futuro es muy dudoso.
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