Dicen que la primera impresión influye fuertemente en las relaciones. Algunos dicen, posiblemente exagerando, que esa primera impresión establece el tono de la relación y que después es difícil cambiarla. Las palabras de agradecimiento de Don Carlos Aguiar después de su toma de posesión y de las palabras de bienvenida que recibió, palabras en las que expresó algunos conceptos interesantes, es la primera impresión que recibimos del nuevo pastor de esta Arquidiócesis.
Se define como obispo y pastor, lo cual presenta como un servicio. Nada nuevo: desde el principio de la Iglesia, los obispos se han definido como “siervos de los siervos de Dios”. Y, para este cargo, se basa en su confianza en Dios y la esperanza en la respuesta de esta diócesis.
Comenta cómo seleccionó la fecha de su toma de posesión: por ser la celebración del patrono de la Arquidiócesis, San Felipe de Jesús., de quien admira su entrega hasta dar la vida y lo anima a imitarlo. Al mismo tiempo, habla de la coincidencia con el 101 aniversario de la Constitución General de la República y la entrada en vigor de la primera Constitución de la Ciudad de México.
No deja de sorprender el tema. La Iglesia vio en muchos momentos, cosas criticables de la Constitución de 1917. En cambio, habla ahora el Cardenal de las coincidencias entre lo civil y lo religioso, el papel de esta Constitución en generar confianza y ser el marco para la conducta social. La Constitución, vista como guardián de los Derechos Humanos, en especial, dijo, el derecho a la religiosidad. En esto debe buscarse la actuación de lo religioso y lo civil para el bien social, para superar conflictos, así como buscar justicia, equidad social, seguridad y libertad. Para lograr una vida digna para todos, enfatizó.
Recordando su presencia de casi 22 años en el Valle de México, comentó que lo que ocurre en estas diócesis repercute en la nación. Esta ciudad capital es el polo de desarrollo y transformación social y cultural, como las sedes de gobierno, cultura, labor empresarial y medios de comunicación masiva. Pero al mismo tiempo, con amplias capas de la población con tradiciones y costumbres campesinas y provincianas, con elementos propios de religiosidad. Esta situación genera una responsabilidad de esta diócesis para la nación y también para aportar a América Latina y el Mundo.
No estoy seguro de que a todos les haya gustado el discurso de Don Carlos. No faltará quienes lo vean como una intervención en política y, queriendo pasar por teólogos, le quieran recordar al Cardenal la frase de Jesús de “Dad al Cesar lo que es del Cesar”. Otros habrá que critiquen que no haya apoyado a los distintos de grupos y obras de la Iglesia. En particular, creo yo, de ambos lados habrá quienes les haya caído mal que haya mencionado únicamente el derecho humano a la religiosidad. Los que se las dan de expertos en análisis sociológico de la Iglesia verán en este discurso un intento de congraciarse con el Estado y limar asperezas. En mi opinión, y acepto que me corrijan, creo que ha sido una magnífica buena impresión para una grey que quiere seguir actuando en la sociedad más allá del culto limitado a los templos en donde algunos siguen queriendo encerrar a la Iglesia Católica.
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