Actualmente no basta con tener un título universitario, y salir con buen promedio, debemos cambiar nuestra manera de entender los estudios.
A pesar de encontrarnos en lo que muchos llaman la Era del Conocimiento, en pleno siglo XXI y con todo el aprendizaje posible al alcance de un clic, en México enfrentamos una desafortunada realidad en la que tan sólo el 17% de los jóvenes tiene acceso a estudios universitarios.
Este 17% podría llamarse privilegiado, pues tiene acceso a una carrera que le permitirá defenderse mejor en el mercado laboral. Lamentablemente, aun dentro de este 17% encontramos un alto índice de características que no le permitirán a muchos de estos jóvenes profesionistas competir con los egresados de otras universidades del mundo, e incluso destacar en su propio país.
Los países con mayores índices de crecimiento económico son aquellos que emprenden, innovan y agregan valor a la vida de los habitantes del mismo y, además, lo exportan. Los ambientes creativos son fundamentales para la solución de las crisis y el progreso de las ciudades; sin embargo, en muchos países el sistema educativo continúa produciendo mentes cuadradas en masa, donde el valor más importante es “sacar dieces”, cosa que suele ser inútil a la hora de buscar trabajo.
Ante este escenario, vale la pena preguntarnos por el alarmante 83% restante, esos jóvenes que por diversas razones ni siquiera ingresan a estudiar una carrera universitaria. ¿Todos necesitan terminar la universidad para tener éxito en la vida o aportar algo valioso a su nación? Desde luego que no. Para muestra un Steve Jobs o un Bill Gates, quienes aunque sí fueron a la Universidad, nunca obtuvieron un título. En todo caso, estos brillantes casos lograron desarrollar habilidades que no hemos logrado generar en la gran mayoría de los privilegiados titulados licenciados.
La filosofía de “sacar dieces” promueve un estilo de trabajo individualista y, hasta cierto punto, de pasar el semestre y dar vuelta a la página sin necesariamente haber adquirido un aprendizaje significativo, sin haber desarrollado esa hambre intelectual tan necesaria para mantenernos actualizados en este mundo tan competitivo. Más que sacar dieces, nos urge aprender a amar el aprendizaje y a trabajar en equipo. Nos urge una generación de jóvenes capaz de analizar lo que sucede en su entorno y proponer, involucrarse. Dejar al lado la apatía y las redes sociales utilizadas de manera inútil para comenzar a aprender de verdad en ambientes reales.
Necesitamos implementar estrategias para generar espacios que fomenten la innovación, el emprendimiento y la capacidad de análisis, pues no basta con sentirnos orgullosos de esos que se están graduando de la universidad por haber entrado a todas sus clases y resuelto correctamente todos sus exámenes. Una toga y un birrete no necesariamente representan éxito: se requiere compromiso y las ganas de hacer las cosas de manera diferente, y esto más que obtenerlo en una escuela, debe desarrollarse “desde dentro”. Sin embargo, elementos como la familia, los grupos sociales y los medios de comunicación también influyen en este despertar, por lo que como sociedad debemos colaborar para generar esos ambientes idóneos.
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