Qué es la verdad
La definición clásica de la filosofía realista nos dice que es la adecuación del intelecto a como son las cosas o como fueron los acontecimientos, esto incluye hasta la manifestación de las intenciones o de los pensamientos tal cual se tuvieron. Esto último requiere una profunda moralidad de la persona para vivir la sinceridad.
La sinceridad no es costosa cuando las intenciones son buenas o coinciden con los fines de quienes nos rodean. Pero pueden dificultarse y entonces deformarlas cuando busca la persona hacer un mal o cuando difiere totalmente de los demás y no quiere ser relegado. Esto último provoca la mentira o la simulación, y ambas ocultan la verdad.
Los efectos de la verdad son siempre buenos, facilitan la unidad porque una persona veraz da confianza, manifiesta claramente sus metas, su modo de adquirirlas, etcétera. Provoca la confianza. Se puede construir con su apoyo. No causará sorpresas. Se pueden hacer planes y eso fomenta el desarrollo.
Practicar la verdad tiene sus dificultades debido a que cada persona tiene sus propios puntos de vista. Esto se debe a las experiencias vividas, a la educación o falta de educación experimentada, al empeño por sacar adelante los intereses personales, a la capacidad de cada uno de conocer y de entender la repercusión de los sucesos y otros aspectos que puedan aparecer. Todo este conjunto constituye la verdad subjetiva. La verdad subjetiva también se llama sinceridad.
Lo mejor consiste en que la verdad subjetiva coincida con la verdad objetiva o en la advertencia personal para reconocer las diferencias entre su verdad subjetiva respecto a la verdad objetiva. Un ejemplo simple para reconocer la diferencia entre estos dos tipos de verdad sería en la explicación de un daltónico del color de los adornos en una habitación. Obviamente su explicación sería veraz de acuerdo a sus posibilidades, pero no coincidirá con la misma explicación de una percepción de quien no es daltónico. La última es la verdad objetiva.
Por estas excepciones se ha definido a la opinión como aquello que se piensa sobre una persona o cosa. El valor de una opinión depende de la preparación de la persona respecto al tema. Cuando una persona expresa su opinión ha de advertir sus conocimientos sobre ese asunto. Y cuando alguien tiene una preparación elevada es casi seguro que su opinión coincida con la verdad.
Relativizar la verdad para hacerla equivalente a la opinión es algo muy generalizado en nuestro tiempo, debido a la imposibilidad de certificar todos los datos que nos llegan y también a la superficialidad de querer hablar de todo como si fuéramos expertos.
El dilema consiste entonces en cómo ser respetuoso. La respuesta está en preguntar al interlocutor sus conocimientos sobre tal asunto. Y admitir el derecho a opinar, pero también aceptar no ser tomado en cuenta cuando otros saben más. Si alguno tiene un reducido conocimiento de la ley de la gravedad y defiende su libertad para negarla, puede hacerlo, pero por mucho que insistan, la gravedad existe.
Otra complicación respecto a la verdad es el derecho a la libertad de expresión. Y es real este derecho, sin embargo, ha de aplicarse algo semejante al modo de tratar la opinión. Aunque en este caso si de ciertamente deseamos ser libres hemos de adoptar la verdad objetiva. Lo contrario es pervertir la libertad por caer en el error de moldear la verdad a nuestro antojo, hasta deformarla. Este es el defecto del relativismo.
Si los conocimientos científicos se equiparan a meros puntos de vista, caemos en el cotidiano error, en debates públicos, de opinar sobre lo no opinable porque es verdad. Es el caso de los derechos humanos, no son debatibles.
Qué son las palabras
La palabra es un conjunto de sonidos articulados o letras que los representan. Nominan a personas o cosas y al agruparlas son vehículos para expresarnos. El uso de a palabra tiene profundas consecuencias, por eso debe haber corrección, concreción y deseo de hacer el bien.
La veracidad de las palabras está en relación con la verdad. Es un medio importantísimo para difundir la verdad, pero también pueden engañar si les damos mal uso. En algunas ocasiones hay palabras que tienen varios significados, en este caso se ha de advertir cual estamos usando. Si las usamos bien producen bienes, si las usamos mal ocasionan desconcierto, ambigüedad y pugnas. En esto consiste la mentira.
Para conocer algo es necesario nombrado con la palabra correspondiente y explicarlo adecuadamente, verazmente. La realidad se conoce al ser testigo, pero también se pueden conocer otras realidades si nos las relatan con las palabras precisas.
El engaño es muy grave porque distorsiona, pero si viene de alguien que tiene autoridad y su obligación es hacer el bien, es mucho más grave por los alcances y la confusión que provoca. Quien astutamente actúa así es doblemente culpable por la trascendencia de sus actos. Muchas veces se causan males irreparables.
Se han comparado las palabras como un arma de dos filos. Con uno se puede difundir el bien y ser justo con los demás, con el otro filo se puede hacer mucho daño, incluso hasta llegar a la injusticia de condenar a alguna persona a la muerte física o moral.
El ser humano puede ser cobarde y optar por “la negación cuando la verdad nos resulta demasiado costosa (emocional, intelectual o económicamente)”, escribió Naomi Klein, periodista, escritora y activista canadiense, conocida por su crítica a la globalización y consciente de los intereses que se esconden detrás de las mentiras, detrás de las palabras empleadas con dolo.
Sin duda existen demasiadas necesidades, retos y amenazas que requieren ser nombrados para buscar soluciones, alternativas, propuestas.
Conclusión
Hacer el propósito de defender la verdad y luchar contra la mentira, el engaño, la calumnia. Crecer en fortaleza para señalar la injusticia y la mentira. Exigir el buen uso del lenguaje para evitar la confusión.
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