Los períodos de vacaciones pueden depender de alguna circunstancia personal o de un evento extraordinario. También están los lapsos establecidos por los ciclos escolares, prácticamente a nivel mundial, y los de algunas conmemoraciones religiosas como la Semana Santa, la Navidad, el ramadán, y por supuesto las del fin del año.
Las vacacionales propician mayor cercanía e intimidad con los acompañantes y precisamente por esa razón se pueden dar dos resultados extremos: aumentar la empatía o inclinar al distanciamiento. Por supuesto el temperamento tiene mucho que ver con el rumbo que tome la relación, pero también la educación y la capacidad para detectar las necesidades ajenas.
Las vacaciones en general se entienden como los períodos donde cambia la actividad cotidiana para descansar. Si hay recursos pueden realizarse en otros sitios de los habituales. Y según los planes, con la familia y/o con otras personas.
A propósito de las vacaciones debidas al cambio de ciclo escolar, es recomendable pensar en el significado que acostumbramos darle a ese lapso y mejorar los propósitos, para beneficio propio y de nuestros acompañantes.
Es legítimo bajar el ritmo y la cantidad de las actividades. Pero es deplorable eliminarlas, no hacer algo productivo para mejorar el estado corporal y el espiritual es una fractura. Dejar de hacer logra el retroceso de los hábitos adquiridos. Peor aún es desear hacer lo prohibido y hacerlo. El resultado será debilitar las virtudes adquiridas e iniciar el hábito de los vicios. Muchas veces puede ser tal el desorden que la persona ya adopta algún vicio.
En las escuelas es común que al recibir a los alumnos reinscritos se les encuentre lentos y desganados, cuando deberían llegar repuestos y con propósitos de mejora. Por desgracia también esos síntomas llaman a combatir los vicios incipientes, antes de que se fortalezcan.
Se ha de dar prioridad a mejorar las relaciones con los acompañantes. Para eso es muy necesario exponer la razón personal del viaje, y lo que desean hacer o conocer y también aclarar lo que no les interesa. Sin embargo, al conocer los planes de los demás, convendrá ser flexibles y buscar coincidencias o aceptar algunas excepciones para beneficio de todos. Tener en cuenta que muchas veces se planea un viaje para recuperar o mejorar las relaciones conyugales, fraternas, laborales o las de cualquier otro tipo.
Sin planear, comunicar y concordar es probable fracasar. Sobre todo, importa explicar a los demás las actividades diarias acostumbradas. Por ejemplo: acudir a una ceremonia religiosa o dedicar un poco de tiempo al ejercicio o la necesidad de dormir determinado número de horas, etc. Algunas personas buscan visitar museos, o ir a espectáculos. En fin, dar posibilidades de hacer sub grupos y todos contentos. La puntualidad si es imprescindible.
Puede deteriorarse la salud si no se toma en cuenta el clima, el sistema alimenticio y los horarios. Por supuesto, llevar la ropa y accesorios adecuados, los medicamentos necesarios porque tal vez no los encuentren y pasarán un mal rato. Prever el libro de estudio o de esparcimiento.
El equipaje es un tema. Calcularlo según la duración del viaje y con la ropa necesaria para los eventos, y además con el peso no excesivo. Todo un arte. Dejar espacios según las compras previstas.
El cambio de hora es importante tomarlo en cuenta tanto a la ida como al regreso. Si la distancia recorrida es grande, el sueño se altera notoriamente. Es buena experiencia adoptar lo más rápido posible al nuevo horario. Al llegar al destino conviene organizar una caminata u otra actividad para acelerar el cansancio y a la hora de dormir facilitar el sueño. Hacer lo mismo al regreso.
Calcular la ropa de acuerdo al clima y a las actividades para evitar compras precipitadas y poder moverse con soltura y comodidad. El tema de los zapatos es fundamental. Es necesario asegurar que el calzado sea adecuado y no lastima. Por lo mismo no se aconseja estrenarlo en el viaje. Las heridas en los pies son dolorosas y en un recorrido pueden llegar a anular la participación en los eventos.
La alimentación es muy importante para conservar la salud y la actividad durante los variados eventos. Según el lugar que se visita pueden cambiar significativamente las costumbres, los productos alimenticios y los horarios. Se requiere prudencia para adaptarse, no todo conviene especialmente si la dieta personal tiene contraindicaciones.
La hidratación es básica, actualmente es fácil llevar consigo un recipiente. Cuidar la sobriedad con el alcohol y atender especialmente a la hidratación con agua natural. Este es otro tema complicado para quienes son adictos, al inicio relajan, después hay serias complicaciones iniciando con la alteración del sueño y por dificultar el trato con los demás.
La fibra y las proteínas logran al buen funcionamiento del intestino, también ayudan las verduras y las frutas especialmente las comestibles con cáscara como las uvas. Las semillas son un buen recurso y manejables por su empaque. Dosificar las grasas especialmente cuando son contraindicadas, aunque a veces es más complicado por la cultura culinaria. Se puede compensar con algún medicamento, este es otro detalle a considerar.
La moderación es la clave. Es una virtud poco apreciada y en un viaje especialmente adecuada pues comprende muchas facetas. No solamente influye en el buen juicio para comer y beber, sino principalmente en la sensibilidad para detectar el estado de ánimo de los demás y saber tratarlos en cada momento pues favorece el control de las reacciones impropias.
Precisamente el éxito más grande de un viaje es la de progresar en la buena relación con los demás, en la oportunidad de dar respuestas acertadas y en la capacidad de eliminar con prontitud cualquier salida de tono. Este resultado si logra totalmente el deseo de “buen viaje”.
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