Como sabemos este año que estamos estrenando un año jubilar y los católicos gozaremos de especiales ayudas del cielo si ponemos en práctica una serie de condiciones ampliamente difundidas. No dudo en las bendiciones que Dios, el Bueno, derramará en todos los demás que acudan a Él.
Seguramente, quienes puedan hacerlo, viajarán a Roma e irán a ver al Vicecristo en la tierra, el Papa Francisco, y visitarán la Basílica de San Pedro, recientemente remozada. Entre las novedades se colocó junto al altar de la Confesión una estatua de Santa María de la Esperanza. Al finalizar la fiesta de la Epifanía regresará a su lugar de origen.
El primer domingo de este año, el Papa en su alocución se preguntaba ¿cómo puedo abrir una ventana de luz en mi ambiente y en mis relaciones? ¿Dónde puedo ser un rayo de luz que deje pasar el amor de Dios? A continuación, pidió a María “la estrella que conduce a Jesús” nos ayude “a ser testigos luminosos del amor del Padre por todos”.
Nos expone un simbolismo hermoso en la fiesta de Epifanía en que se recuerda cuando los magos llegan a Jesús gracias a una estrella que aparece en el firmamento, y esa estrella para nosotros es María. Además, la advocación de la Esperanza es muy profunda pues a una mujer embarazada se le califica de estar de “buena esperanza” y María muchas veces se muestra embarazada, nos trae a Jesús, es el caso de Nuestra Señora de Guadalupe.
La estatua colocada junto al altar de la confesión es del santuario de Battipaglia, en la provincia de Salerno. La historia de esa devoción es la siguiente. En 1819 Domenico Antonio Franchini llevó al santuario un cuadro copia del original de la iglesia San Nicola alla Dogana, en Nápoles, que ya no existe. Durante unos 60 años, la Madre de la Esperanza tejió la red de amor con quienes iban verla.
En 1878, Ippolita hija de Franchini, propuso hacer la estatua actual para facilitar la procesión anual, y para expresar de forma más fuerte y tangible el mensaje de esperanza que el pueblo depositaba en la Madre de Dios. Es de madera policromada, hecha en Nápoles y reproduce el mensaje del cuadro. La escultura, de autor anónimo, tiene los rasgos de una joven plebeya, para expresar que María es hija del pueblo.
En el cuadro original, María mostraba al Niño Jesús de pie sosteniendo en su mano derecha un corazón en llamas, signo de su ardiente amor por la humanidad, y en su mano izquierda tenía la Cruz que a la vez descansaba sobre la mano izquierda de la Virgen. En la base de la cruz, María sostenía una pequeña ancla. Cruz y ancla, el amor de Cristo crucificado, ¡la esperanza del mundo! El mensaje es claro: Cristo, Hijo de María, por su muerte y resurrección es la Esperanza del mundo. Su amor salva.
El pueblo ha expresado en la estatua de María todo su amor a Cristo y a Ella. La actitud de la Virgen, ligeramente inclinada hacia adelante, señala al pueblo que la verdadera Esperanza es su Hijo. Esperanza para los pueblos.
María es la Madre de la Santa Esperanza porque es la Madre de Cristo, la Esperanza de la humanidad. También es evidente en la iconografía del santuario cómo la Cruz de Cristo se vislumbra en el Ancla, como también lo recuerda la liturgia del Viernes Santo, al hablar de la Cruz única y signo de esperanza.
La primera piedra del santuario actual se colocó en 1906. Inicialmente se dedicó a Nuestra Señora del Carmen, pero también en este caso intervino el pueblo, que de forma animada y sentida transportó inmediatamente la estatua de Santa María de la Esperanza desde la capilla Franchini, colocándola en su nuevo nicho. Hoy, estos sucesos nos siguen recordando claramente la voluntad activa y participativa del pueblo.
Con el tiempo, a petición del pueblo colocaron una cuenta del rosario en la mano de María que sostenía al Niño, para que la meditación con María de los misterios de la vida de Cristo acompañara la esperanza del pueblo.
La virtud teologal de la esperanza, se expresa en la unión de Madre e Hijo en los misterios de la Encarnación y en el del Misterio Pascual. La estatua lo expresa y el pueblo se enorgullece de sus contribuciones. Todo ello aumenta la veneración y el amor del pueblo de Battipaglia, e inspira siempre a las generaciones a vivir su fe y los acontecimientos de su historia iluminados por la esperanza en Cristo.
A María acudió el pueblo exiliado durante los bombardeos de la última guerra, cuando la ciudad quedó destruida. Ella acompañó en el dolor y sostuvo la esperanza de la gente durante los levantamientos de 1969. Dio valor y confianza durante el terremoto de 1980. Siempre es un consuelo para los habitantes de esa región.
La “Fiesta de la Esperanza”, que se celebra anualmente, congrega a un gran número de personas que celebran la fe y la devoción a su patrona. Allí se manifiesta claramente el sentido de fe de los fieles -sensus fidei fidelium-. Tal sentido captó enseguida la dimensión de la esperanza como inspiración del Espíritu y la vivió en el amor a la Madre de Cristo, que fue coronada Patrona de la ciudad y del pueblo de Battipaglia el 1 de julio de 1979 con un Breve Pontificio de San Juan Pablo II.
En la transición de la capilla Franchini a la iglesia que fue elegida santuario mariano en julio de 1980, toda la vida religiosa de esa región ha visto surgir otras parroquias, pero siempre el corazón unificado de la ciudad ha estado en torno a Nuestra Señora de la Esperanza.
Completamente restaurado con ocasión del Jubileo del año 2000, el santuario es hoy el corazón de la fe de los habitantes de Battipaglia, que veneran a Santa María de la Esperanza como centro unificador de la identidad y de la dimensión religiosa y civil de la ciudad.
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