Urge conciliar el trabajo en casa y el de fuera de casa. La jerarquía es importante: primero el hogar y después el trabajo fuera del hogar.
Uno de los logros de la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos para las mujeres consiste en el logro del trabajo de la mujer fuera del hogar. De este modo el mundo laboral fuera de la casa se ha enriquecido con la óptica femenina y su modo de afrontarlos.
Las mujeres ahora cuentan con un horizonte amplificado al estar ubicadas en medio de los problemas nacionales e internacionales. Obviamente esto las capacita para experimentar la trascendencia de la solución de los asuntos que les competen con la responsabilidad que les caracteriza.
Este nuevo posicionamiento ofrece dos modos de coordinar los trabajos dentro y fuera del hogar. Uno es el de delegar el de su casa, para conseguir destacar y ser competitivas en el ámbito laboral, todo ello con la intención de sacar adelante su casa y mantener un nivel económico desahogado.
El otro es asumir los dos trabajos. Normalmente el ámbito laboral se realiza en un horario delimitado de antemano y ocupa el mejor tiempo. Pocas veces es posible negociar ajustes en favor del que se dedica a la familia. Como el trabajo del hogar lo organizan el padre y la madre, son más fáciles los ajustes, y cada vez es más común la intervención del varón en esos quehaceres.
Por motivos económicos pesa más la dedicación al trabajo fuera de casa. Es indudable que a corto plazo la balanza se inclina a relegarlo. Además, esta decisión está coloreada por todos los enfoques feministas, como el de liberarse de la maternidad porque es una forma del dominio machista.
No es trivial el tema y es necesario afrontarlo con claridad y fortaleza antes de emprender una nueva vida en familia. Para ello, definir a la familia y al trabajo.
La familia es el ámbito propio para la conservación y el desarrollo de toda persona. El trabajo es la actividad humana indispensable para el desarrollo de cada persona.
Se encuentran frecuentes ofertas de trabajo y muchas veces es necesario cambiar. La experiencia es normal, frecuente y benéfica, siempre que se cumplan los compromisos laborales. Por el contrario, no hay ofertas de familia porque se trata de una realidad más profunda y delicada. Es verdad que aparecen fenómenos de disolución de familias, pero en lo profundo descubrimos que el cambio de trabajo no significa lo mismo que el cambio de familia.
Esto se debe a que la familia exige estabilidad, incide en lo esencial para el desarrollo de la sociabilidad de cada persona. El trabajo también incide en el desarrollo de la persona, pero de un modo más accidental, y puede ser oportuno variarlo. Aquí las políticas públicas tienen una gran tarea para facilitar a las personas cuidar de manera primordial a la familia. Este es un planteamiento profundamente humanista. El economicista se va por la primacía de la dimensión material, y por ende –la experiencia lo demuestra– ausentarse del hogar con frecuencia destroza a la familia.
La urgente necesidad de contar con medios económicos y la incapacidad para el sacrificio son una combinación explosiva para destrozar a la familia. Porque el trabajo fuera de la casa tiene incentivos atractivos a corto plazo: reconocimientos, promociones, mejora del salario. El trabajo de casa no tiene retribución material y los resultados son a largo plazo, por supuesto no hay incentivos.
Para sacar adelante a la familia se necesita madurez y sensibilidad para descubrir la inteligencia de un bebé, porque la tiene. Para descubrir las rebeldías naturales para empezar a forjar el carácter. En fin, que los avances de cada persona no están envueltos en papeles decorados ni con moños, para descubrirlos hay que convivir y observar con mucha atención. Es detener el ritmo del tiempo en un mundo vertiginoso e inmediatista.
Urge conciliar el trabajo en casa y el de fuera de casa. La jerarquía es importante: primero el hogar y después el trabajo fuera del hogar. Además de todo lo antes dicho, la cuestión más contundente está en que la familia se apoya en la dignidad del matrimonio, y esto está en un nivel muy superior al de un contrato laboral.
La compatibilidad del trabajo fuera de casa con el de dentro es un asunto que surge a partir de la incorporación de la mujer al mundo laboral, antes ni se pensaba porque la distribución estaba bien delimitada, la mujer en la casa y el hombre fuera. Ahora las mujeres disfrutan de los logros profesionales a expensas de muy poca o ninguna presencia en casa. Las oportunidades extralaborales para el varón han disminuido por la presencia femenina, y su actividad dentro del hogar ha aumentado, pero no lo ejercen con tanta soltura como la mujer. El ego de ellas ha crecido, el de ellos ha disminuido.
Antes los logros laborales eran exclusivos de los hombres, ahora también son para ellas. Y, si falla la madurez emocional, surgen duelos competitivos, envidia o desprecio Todo eso deteriora las relaciones conyugales y hace muy frágil el vínculo, que desgraciadamente con frecuencia se rompe. En la mente de las personas en estas circunstancias la presencia de los hijos es impensable.
La finalidad del matrimonio es convertir a los cónyuges en esposo y esposa, es de orden vital que incide en lo más profundo de la persona. En primer lugar, la finalidad del trabajo es para el sustento de la familia, las otras finalidades vienen en segundo lugar. Gracias al trabajo fuera de casa de él y de ella se puede afirmar algo impensable en el pasado: el trabajo fuera de casa de ambos cónyuges ha de subordinarse siempre a la familia.
La razón más importante del trabajo es la familia; la razón básica de la familia es el amor. La lógica nos dice: el amor a la familia es primero y superior al amor a la profesión. Con un criterio así hay mejores posibilidades para resolver conflictos y rupturas conyugales. Importa menos fracasar en el trabajo si la persona sigue siendo admirada y apoyada por su propia familia que fracasar en la familia, porque el apoyo que encuentra en el trabajo no sustituye al de la vida familiar.
Cuando alguien pierde su trabajo encuentra la seguridad básica en la familia, y el acompañamiento que le sostiene hasta encontrar otro empleo. Si triunfa en el trabajo a costa de la familia no encontrará allí el apoyo que necesita, e incluso puede perder el trabajo.
El consejo es nunca invertir el orden de las prioridades.
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