Cada persona ve la vida de acuerdo a sus capacidades y necesidades, pero debe adaptarse a lo que el mundo real le está ofreciendo y no atentar contra la vida de otros o ideologías ajenas.
Preámbulos:
“Cada cabeza es un mundo”. Afirmación que todos comprobamos en el quehacer cotidiano y en la relación suficientemente íntima con quienes conviven con nosotros.
Al recibir los hechos es normal que cada persona muestre preferencias por algunos sucesos, descarte otros y varios le resulten indiferentes. Todo esto se debe a las naturales inclinaciones, a la educación, a la propia historia donde hay experiencias agradables y desagradables, y por eso, ambiciones y rechazos.
Pero esas experiencias que causan nuestro mundo interior, provienen del mundo real en el que nos movemos, en donde transcurre nuestra vida. La verdad de la cual partimos es que básicamente el mundo es el mismo planeta para todos. Esa igualdad no es uniformidad sino variedad de paisajes, de recursos, de aportaciones y transformaciones de los moradores de la tierra.
El mundo real es el punto de convergencia de todos, esta convergencia nos da la posibilidad de tener un punto de partida en común que garantiza el poder entendernos y, después hay un enriquecimiento no imaginado, siempre que haya apertura al otro, al compartir lo singular, lo que se nos ocurre.
Pero desgraciadamente, la sobrevaloración de algunas personas las lleva a olvidar el origen de sus conocimientos y se deslumbran con sus ideas, de manera que, si además tienen dotes de liderazgo o dan muestras de un gran atractivo, fácilmente encontrarán seguidores a quienes deslumbrar.
Entramos al meollo:
La desvinculación del mundo real y desconocer que es nuestro punto de partida, ha llevado a muchas personas a considerar solamente su mundo interior. Cuando esta postura la estructuran mentes brillantes originan planteamientos científicos o filosóficos que arrastran a otras personas.
Es el caso del sistema hegeliano. Mundo perfectamente articulado, funciona dentro de su propio esquema, pero absolutamente divorciado del mundo real, al que desconoce.
Como sistema autónomo, también cuenta con un proceso para interpretar el devenir: los cambios, que en este sistema siempre son de progreso, aunque de momento no se vean, es una “esperanza convincente” que aprovecha los naturales deseos de no fracasar jamás.
Este proceso es la “dialéctica hegeliana”. Consta de tres momentos: tesis, antítesis y síntesis, que a su vez se repiten y se repiten innumerables veces. La síntesis del primer momento pasa a ser la tesis del segundo momento que a su vez tendrá antítesis y luego la síntesis, esta nueva síntesis vuelve a ser tesis y así en un sin número de reproducciones.
La explicación de que se trata de un proceso que lleva al enriquecimiento se debe a que la síntesis asume a la tesis y a la antítesis. Por lo tanto, no selecciona lo que concuerda entre tesis y antítesis, lo asume todo, nada queda fuera de allí el progreso. La selección en este caso sería dejar fuera algo y sería una pérdida.
Esta propuesta que matemáticamente podría ser convincente, en las variables vitales encierra una tremenda mentira que se desenmascara si entendemos lo que quiere decir contrario y lo que quiere decir contradictorio. En lo contrario hay coincidencias y también diferencias, por ejemplo, se puede hablar de árboles frutales –coincidencia– que incluye higueras, naranjos, perales… –diferencias–. Todos para sobrevivir requieren de agua –coincidencia–.
En lo contradictorio todo son diferencias, por ejemplo, se hablaría de árboles frutales, de peces, de metales.
Lo contrario y lo contradictorio son evidentes en el mundo real. Con lo contrario se pueden hacer combinaciones si se parte de lo que es semejante. De la combinación de lo contradictorio no se puede sacar algo porque no hay nada en común.
A la dialéctica hegeliana le importa lo contradictorio entre la tesis y la antítesis, porque así la síntesis asumirá lo más opuesto, que, según esta teoría, con la unión de tanta diferencia se obtendrá máximo enriquecimiento. En el planteamiento realista esto es absurdo, no es posible.
Marx asume la dialéctica propuesta por Hegel, pero la aplica a la vida práctica, a la política, a las relaciones materiales, a las relaciones económicas. Todos los sucesos se explican a base de tesis, antítesis y síntesis. La historia es un devenir continuo hasta llegar a un momento en que ya no habrá oposición porque todo se ha sumado, entonces ya no habrá diferencias, todos seremos iguales.
Para llegar a ese punto final es necesario acelerar la aparición de las respectivas síntesis, promoviendo la confrontación entre tesis y antítesis, incitando a las luchas, a las pugnas, a las guerrillas.
Aplicación a la vida humana
Con estos antecedentes nos es más fácil entender por qué sistemáticamente se promueve la lucha entre hombres y mujeres. Los unos representan la tesis; las otras, la antítesis. Las síntesis variadísimas: lesbianas con mujeres, lesbianas con hombres, lesbianas con lesbianas, homosexuales con hombres, homosexuales con mujeres, homosexuales con homosexuales, homosexuales con lesbianas… Este es el fundamento del movimiento LGBTQI, que seguirá creciendo y enriqueciéndose al infinito. Nos faltarán letras del alfabeto hasta desdibujar las diferencias entre hombre y mujer.
Les urge el igualitarismo, por eso, se entiende que, en la cumbre sobre la mujer, en las Naciones Unidas, que se está llevando a cabo estos días, haya más fondos para la “política de género” y para una “nueva educación” que afronte la problemática contemporánea, como lo es ahora la maternidad porque frena la carrera laboral de la mujer, según ellos. Aunque la verdadera razón es porque la maternidad es lo más característico de la mujer y ven conveniente desterrarlo.
Con estos puntos de vistas es lógico recurrir al aborto y a una “remodelación” de la familia y de la reproducción.
Para suavizar estos terribles enfoques, el buen corazón se vuelca en la mejora del transporte público donde quepan sillas de ruedas o carritos para bebés. También en el cuidado y aprovechamiento del agua, en el rediseño de la sanidad, y en la no discriminación en el terreno laboral.
La buena noticia es que la realidad se impone, la naturaleza tiene la última palabra. Y que tenemos la oportunidad de colaborar a que las aguas tomen su verdadero cauce.
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