Las armas son aparatos diseñados para defendernos, atacar o amedrentar; sin embargo, nuestras acciones y nuestras palabras también son armas.
Las decisiones de las personas siempre tienen repercusiones. A propósito de la pandemia algunos lo han dicho. También lo podemos decir ante el triste espectáculo de algunos ciudadanos en el Capitolio de Estados Unidos. Detrás hay decisiones humanas.
Y no sólo decisiones de quienes están directamente involucrados con esos sucesos, sino decisiones de quienes informan y decisiones de quienes recibimos esa información.
Muchas veces hablamos de armas y solamente pensamos en los aparatos diseñados para defendernos, o para atacar o amedrentar. Y hemos de advertir que no solamente esos instrumentos producen tales efectos, nuestras acciones y nuestras palabras también son armas. Según las utilicemos harán bien o mal.
Un gesto puede desacreditar a una persona, también las palabras –habladas o escritas– pueden hacerlo. Los comunicadores saben utilizarlas y son auténticas armas en sus manos. Como tienen seguidores, pueden mover a muchísimas personas. No se diga si quien habla es un gobernante, en él se ha depositado la tarea de dirigir y haga lo que haga, influye para bien o para mal, porque los ciudadanos están atentos.
El mundo ha sido testigo de una barbarie, en una época que se suponen superados algunos hechos, y no, los volvemos a cometer. Una auténtica horda agredió el Capitolio de Washington. Un sitio emblemático, digno, representativo de orden y justicia. Atacado por una “masa” incitada. Cada una de esas personas, estoy segura, han sido honorables. Pero, incitadas por su líder cometieron tropelías, envalentonadas por una multitud perdieron la razón.
Mucho más graves son los efectos de la barbarie cuando se trata de un país líder de la democracia.
Los actores de este triste suceso son: un presidente que fue electo por una irrefutable mayoría, pero sin espíritu crítico ante sus acciones, no pudo ver las señales contemporáneas, el poder del pasado lo embriagó y enardeció a sus seguidores. Cada persona así incitada se hace una “pieza” irreflexiva, un “elemento” de la masa. Este es un hecho al alcance de cualquier persona, lo hemos de prevenir. Es muy grave actuar sin medir las consecuencias, estoy convencida de que nadie quería muertes y hubo cinco, todos fueron causantes.
La comunicación y los comunicadores también tienen sus armas y sus efectos. Saben que los destinatarios caemos en el sensacionalismo, al menos en un primer momento. Por eso, proliferan las noticias espectaculares, incluso las magnifican. También quienes las recibimos tan intempestivamente detenemos el juicio. Espero que esa suspensión sea momentánea.
Ante hechos así que seguirán dándose, hemos de recordar, porque eso ha sucedido en el pasado, que siempre en cualquiera de los dos bandos hay héroes. Desgraciadamente, de momento no llaman la atención porque la prudencia y la honestidad nunca son espectaculares.
En toda la maraña de información, había un espacio pequeño en una primera plana. Se reproducían las palabras del vicepresidente Mike Pence: “Para aquellos que causaron estragos en nuestro Capitolio hoy, ustedes no ganaron. La violencia nunca gana. La libertad gana. Y esta sigue siendo la casa del pueblo”.
Días después, añadieron otras palabras de Pence cuando se reanudó la sesión: “Al reunirnos nuevamente en esta cámara, el mundo volverá a ser testigo de la resistencia y la fuerza de nuestra democracia. Porque incluso a raíz de la violencia y el vandalismo sin precedentes en este Capitolio, los representantes electos del pueblo de los Estados Unidos se han reunido nuevamente el mismo día para apoyar y defender la Constitución de los Estados Unidos”.
A la vez, se reprodujeron las palabras de Mitch McConnell, líder de los senadores republicanos quien afirmó haber hecho el voto más importante en su vida. Convocó a desechar el intento de anular los resultados de las elecciones por estar basados en sospechas infundadas. Afirmó: “Si [a los votos] los invalidamos dañaremos a nuestra república para siempre”, y pidió a sus compañeros de bancada “un compromiso compartido con la verdad, un respeto compartido hacia las reglas básicas de nuestro sistema”. La Constitución y el estado de derecho fueron defendidos. Este es el modo de actuar para un fiel ciudadano.
Al inicio de la siguiente semana del altercado, Melania Trump manifestó su desacuerdo con los irrespetuosos actos cometidos en el Capitolio. Y hace un llamado al pueblo estadounidense a ser actores pacíficos en el cambio de gobierno.
Queda claro que todos nuestros actos tienen efectos e influyen. Sin embargo, los actos de los servidores públicos, como son los gobernantes y los comunicadores, llegan a muchas más personas y dejan una huella honda en seguidores o detractores. Si incitan al odio provocaran odio, si incitan a la desconfianza la sociedad se debilitará. Si se magnifican los hechos violentos y sólo eso se publica, el pueblo vive atemorizado, sin esperanza y, unos pocos siguen el ejemplo de los corruptos. Es necesario decir la verdad, pero eso no excluye relatar detalladamente los acontecimientos.
No cabe duda, también queda muy clara la necesidad de los contrapesos, del respeto a la moral y del fortalecimiento de las instituciones. Quien acumula el poder se engolosina y como tiene todos los recursos en sus manos, los aprovechará para eternizarse, y tendremos un tirano. El pasado nos enseña muchas acciones de personas que inician con grandes ideales de servicio y terminan acaparando el servicio para sí.
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