Un acto es bueno si son buenos el fin, el objeto y las circunstancias, lo recuerda el número 1755 de Catecismo de la Iglesia Católica. Además allí se da el siguiente ejemplo para dejar muy clara esta afirmación, indispensable para saber calificar la conducta propia o ajena: Una finalidad mala corrompe la acción, por ejemplo: orar para ser visto por los demás; el objeto orar es bueno, el fin no lo es porque la oración se desvirtúa, se aprovecha para llamar la atención.
El Catecismo de la Iglesia Católica es un tesoro que los católicos debemos tener en cuenta. Por eso, titulo este escrito “sólo para católicos” en cuanto a que somos destinatarios, y desconocerlo puede llevarnos a una conducta culpablemente inadecuada. Allí tenemos a nuestro alcance la guía para actuar bien. También los no católicos pueden descubrir y seguir los consejos del Catecismo aunque para ellos no sea un deber, pueden aprovecharlo si lo desean.
El Catecismo nos recuerda que creemos que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo (número 81). Si somos católicos creemos que Dios nos habla en esos textos, que los podemos leer muchas veces y como es “palabra viva” siempre hay algo nuevo y siempre encontramos lo mejor.
Por lo tanto, si de verdad lo creemos, hemos de ser congruentes y vivir de acuerdo a nuestra fe. Así se concreta la frase “fe con obras”. Ya nos estaremos dando cuenta que es muy grave tomar esto a la ligera, es un desprecio directo a lo que Dios, nuestro Buen Padre, nos pide para beneficiarnos.
De la variedad de asuntos que Dios nos enseña, extraigo uno: la virtud de la castidad, pues en la vida cotidiana su desconocimiento nos está llevando a consecuencias prácticas sumamente delicadas.
La virtud de la castidad consiste en asumir en la propia vida el sexto Mandamiento de la ley Dios. Es “fe con obras”.
Los Diez Mandamientos están en la Sagrada Biblia. El sexto está en el capítulo veinte del Éxodo, versículo catorce, y dice “No cometerás adulterio”. También está en el capítulo cinco del Deuteronomio, versículo diez y ocho: “No cometerás adulterio”. Por si quedara alguna duda, se repite dos veces con las mismas palabras.
La respuesta de todo ser humano que desee aprovechar los consejos de Dios es poner en práctica la respectiva virtud, que nos lleve a alcanzar un carácter fuerte, así podremos vivir el bien que nuestro Padre Dios nos plantea. La castidad es el camino para evitar el adulterio.
Además de estas dos citas del Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento, en el capítulo cinco del Evangelio de San Mateo, en los versículos 27 y 28, el mismo Jesucristo dice: “Habéis oído que se dijo: <No cometerás adulterio>. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón”.
En el Catecismo de la Iglesia podemos encontrar el diseño de Dios para las relaciones de amor y de responsabilidad mutua entre el hombre y la mujer. En el número 2236 señala: “La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido a la globalidad de la sexualidad humana”.
En los siguientes números encontramos la explicación de la castidad como el modo de pertrecharnos para evitar el adulterio externo o interno.
La castidad integra las fuerzas de vida y amor, logra el dominio de sí y nos hace circular por el camino de la pedagogía de la libertad humana.
San Agustín dice: “Habla con obras y no con la lengua”, o “La castidad nos recompone, nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos”. Él antes de su conversión, experimentó la pérdida de la unidad, por eso su consejo está bien experimentado.
La castidad produce un enriquecimiento en quien la practica, pero también produce un buen desarrollo social. Por lo tanto, el desprecio de esta virtud empobrece a la persona y deteriora la sociedad.
Un católico ¿cuándo desprecia el sexto mandamiento? que es Palabra de Dios. Cuando desea a quien está casado; cuando tiene relaciones sexuales fuera del matrimonio; cuando con palabras, dichos o hechos fomenta deseos malsanos; quien induce a otras personas al adulterio…
Como estamos llamados a la castidad, quien desprecia esta virtud cultiva un malestar que se manifiesta en destemplanza en el carácter, agresividad incontrolada, inquietud y falta de concentración. Por eso, la sociedad se deteriora. Aunque más grave que el mal hecho a los demás, es el desprecio a Dios.
Es importante tener un concepto muy alto de la virtud de la castidad, de ese modo pondremos medios para adquirirla y para conservarla, como cuidar el buen uso de nuestros sentidos y de la mente, evitar las ocasiones peligrosas, moderación en las diversiones, cultivar el pudor, ocupaciones honestas, pedir la ayuda de Jesús y su Santísima Madre, acudir a los sacramentos de la confesión y de la comunión.
No nos faltan ayudas pero hemos de aceptarlas.
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