Incluir a Dios o no incluirlo tiene consecuencias importantísimas. En el primer caso se logra una sociedad con fundamentos sólidos y eso ayuda a resolver benéficamente el desarrollo para todos. Si se excluye a Dios la marcha de la sociedad queda en las manos de quien la dirige y entonces las decisiones serán fluctuantes, con fracturas según los criterios humanos que prevalezcan.
Tenemos dos recursos para conocer lo que Dios quiere: los Evangelios que recogen su palabra y la Iglesia que los custodia y enseña fidelísimamente y por eso puede calibrar la moral personal y la moral pública o política. Excluir esa ayuda es una forma de ateísmo social y forja una sociedad sin Dios.
Esto no significa que a la Iglesia le competa el gobierno civil, pero si tiene todo lo necesario para señalar si hay moral privada y moral pública o política, porque conoce la naturaleza humana y sabe cómo debe conducirse tanto personalmente como en sociedad. Pueden modificarse las tecnologías y los recursos, allí no le compete opinar, pero sí debe hacerlo sobre el modo de trabajar y de compartir los adelantos.
Es natural que cambien los productos y las tecnologías, al ser humano y en sociedad le compete decidir cuáles son más idóneos, pero en el modo de difundir los beneficios y de conservarlos allí la Iglesia orienta e impulsa a practicar la justicia y la solidaridad. Sobre lo cambiante la persona ha de discernir con autonomía, pero sobre lo esencial la Iglesia debe intervenir. Por eso, no deja de promover la paz y el cuidado de los recursos.
Cada día tenemos datos de la resistencia o de la oposición de las variadas sociedades a la influencia católica y cómo las leyes y las instituciones se vuelven más refractarias a los principios que enseña la Iglesia. Un hecho reiterativo de los gobiernos está en su empeño por eliminar de las ceremonias todas las referencias religiosas. Y en muchos países se busca el plan de prohibir los símbolos católicos en los lugares públicos.
Esos casos pueden darse por varias causas, la más grave proviene de la indiferencia de los católicos al haber dejado su fe, sobre todo si es de modo práctico no se dan cuenta de la pérdida tan grande que provocan al dejar de ayudar a los demás y no poner al servicio de los demás todo lo que han recibido. Mucho peor es si además dan mal ejemplo con una conducta viciosa e injusta.
Las demás causas provienen de otros que muchas veces reproducen el odio a la Iglesia de quienes propagan errores y suposiciones mentirosas simplemente porque quieren eliminar a los que se oponen a sus proyectos.
Otro deterioro proviene del abandono de la legislación. Ignoran la función pedagógica de la ley que es influir positivamente en la conducta. Obviamente si falta sucede lo contrario, hay un efecto negativo que se nota en el deterioro de la conducta y aparece la inseguridad, los altercados, la violencia, la pornografía, los asesinatos, la infidelidad, etcétera. Los vicios aumentan sin la formación moral y con el abandono de la doctrina. Muchas veces no se advierte porque el cambio de rumbo va poco a poco, pero con el paso del tiempo los efectos son terribles.
El laicismo es la consecuencia de las sociedades sin fe, y propicia la crisis de la humanidad. Aunque digan que el Estado laico no destruye la fe, de hecho, le quita al creyente la libertad de practicar su religión. También prohíbe a la Iglesia sus celebraciones religiosas y en casos extremos la persigue, la prohíbe y priva de la libertad a sus ministros y seguidores.
La sociedad laica no acepta la soberanía de Dios en ninguna sociedad, por supuesto tampoco acepta ninguna autoridad en personas de Iglesia, tampoco tiene razón de ser la educación religiosa. Todo eso queda suprimido. Lo que adoptan es la soberanía del hombre y de la mujer, y la del pueblo. Nada externo o superior a la humanidad es aceptado. Los principios no provienen de nadie que sea distinto de la humanidad. No hay nada ni nadie superior al ser humano.
Sin embargo, con una lógica laica, pero sin aceptar que extrañan la autoridad divina, llenan ese vacío dándole al estado toda la potestad. Por eso también someten la autoridad de la familia, que de hecho en la práctica desaparece.
La educación es estatal y atea. Por tanto, se excluye cualquier otra influencia que no sea la del estado laico. No caben ni la familia ni la religión, esas injerencias no son posibles ni necesarias en el estado laico. Están convencidos de que después de la abolición de una religión dominante, los principios de la sociedad no permiten que cualquier religión puedan ya dirigir la educación estatal.
Además, la enseñanza filosófica, establecida por el Estado debe impartirse por profesores y escritores aprobados por el Estado, debe conformarse a las leyes y a las doctrinas del Estado. El principio fundamental de la sociedad moderna, es un nuevo modo de entender la libertad de culto, la libertad de creencias y la enseñanza filosófica, y consiste en un nuevo modo de respetar la libertad individual de las inteligencias. Esto se concreta haciendo abstracción de todas las religiones positivas y obteniendo los principios generales de la ley y de la moral naturales que son comunes a todas las religiones. Así se lleva a cabo el respeto de las conciencias y el espíritu de las instituciones estatales.
Este modo de proceder lleva al Estado a suprimir los derechos de los padres sobre sus hijos, a imponer la enseñanza de ideologías como la de género. Así, el Estado va imponiendo también la manera de sustituir a la religión.
La exclusión de Dios de la sociedad produce un grave deterioro en la moral, en el desarrollo intelectual, en la identidad de las personas, en la cohesión de las familias. En todo y en todos se produce una convulsión radical y produce daños tanto en las instituciones, como en las familias y en los individuos.
No hay nada peor que excluirnos de la relación con Dios. ¿Eso elegimos?
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