Repensar la educación IV

La familia refuerza su responsabilidad como educadora si se decide a tomar su papel prioritario y exige a la sociedad responder al apoyo que le corresponde como constructora de un marco más amplio donde se expanda la educación recibida en la familia y se prolongue en la preparación para el desempeño de las profesiones que a su vez fortalecen a la sociedad, especialmente cuidar a los docentes.

Prolongar la educación del carácter en la sociedad implica enseñar a afrontar las propias dificultades con valentía y a reconocer las ajenas con comprensión y afán de ayudarles a resolverlas. Concretamente en este aspecto es imprescindible contar con un marco de legalidad para facilitar la conducta ética de todos. Resulta una ganancia tener ciudadanos con carácter.

Siempre es lógico aplicar el plan educativo enmarcado por las circunstancias que necesariamente varían según los acontecimientos previsibles e imprevisibles. En este año vivimos un jubileo y proponen admitir al pasado como un impulso al crecimiento, vivir el presente aplicando las lecciones de la experiencia y abrirse al futuro con esperanza. Siempre la perspectiva positiva fortalece el carácter.

La gratitud por las experiencias pasadas, sean buenas o malas, nos permite aprender lecciones y si las aprovechamos siempre son valiosas; vivir el presente nos lleva a aceptar todo venga como venga y entonces nada nos paraliza y así estamos forjando la esperanza como compañera inseparable en el futuro sea como sea.

En la sociedad nos encontramos con personas afines y otras desconcertantes, pero todas son destinatarias del amor de quienes les rodean. El carácter se muestra en las relaciones y aprender a amarlas y a darles su lugar fomenta un carácter fuerte, no sometido a simpatías o antipatías sino personas cumplidoras de su deber. Nadie puede mejorar sin vivir esta experiencia. Por esto el carácter no sólo beneficia a la persona, también a la sociedad.

El carácter capacita para hacer posible el sueño de construir sociedades que valoran el amor y la vida, esto implica educar con visión trascendente no para lo superficial, ni lo pasajero ni la propia conveniencia. Viven con integridad y orden el deber y no según apetencias. Por eso, el carácter posibilita para vivir el verdadero amor con el debido orden también en la sexualidad humana.

El respeto a toda persona combate las tendencias hedonistas que fomentan todo tipo de abusos y violaciones. Por esto el carácter no sólo beneficia a la persona, también a los demás especialmente a los indefensos. Quien tiene carácter se sobrepone, da primer lugar a la dignidad de toda persona y por eso somete a sus pasiones. Sin duda vive éticamente y por eso, es responsable.

Al mundo marcado por el consumismo y la deshumanización, donde se busca satisfacer los deseos de inmediato se le muestra la virtud de la fortaleza como sustento del carácter. Precisamente este modo de proceder manifiesta la distinción básica entre el proceder humano y el de una máquina. Quien practica las virtudes nunca se comparará a los productos de algún instrumento.

Desgraciadamente vemos las dudas y el temor de que los procesos mecánicos sustituyan el trabajo humano, pero esto no puede suceder con los productos de las facultades superiores de las personas. Sí puede darse cuando las personas no dan de sí lo mejor y se dejan manipular o prefieren la comodidad y claudican.

Los planes educativos bien diseñados por las dependencias gubernamentales han de afrontar los desafíos de los adelantos y la innovación. Vigilar esos planteamientos es uno de los modos más propios de las intervenciones familiares en los asuntos civiles. Les debe doler que sus esfuerzos por hacer de sus hijos personas de bien, se estropeen por proyectos inconsistentes. 

Las políticas educativas son muchas y variables según los avances. Para facilitar a los padres la supervisión puede ayudarles la siguiente guía:

  1. Pedir instituciones públicas y privadas con variados planteamientos educativos y creencias, así las familias pueden elegir la deseada para sus hijos.
  1. Recuperar el sentido genuino de la educación y de la enseñanza. La educación como el desarrollo armónico de las facultades humanas con la búsqueda de la verdad básica para el auténtico conocimiento y la práctica del bien para garantizar la vida ética. La enseñanza como la transmisión de los conocimientos de los distintos campos del saber y los hechos a lo largo de los siglos.
  1. Garantizar la preparación y actualización de los educadores y asegurarse de su autoridad por el dominio del tema que enseñan. No son facilitadores sino transmisores del saber y ejemplares en el bien. Buscar la verdad y enseñarla, actuar bien y ser modelos es un seguro acercamiento a la autenticidad de la ciencia y de la moral.
  1. Estimular habilidades intelectuales para estudiar, pensar, razonar y argumentar, y habilidades volitivas para aplicar sus conocimientos y promover la innovación.
  1. Revalorar la enseñanza de las humanidades: la filosofía, la historia sin sesgos y ni amputaciones, la argumentación lógica para sustentar la comunicación, recuperar los planes de estudio y así formar ciudadanos capaces de razonar con claridad y detectar falacias ideológicas. 
  1. Fortalecer la relación educación-realidad, e identificar ideológicas artificiales.

También las familias han de aceptar la retroalimentar de la escuela para coordinar ambas labores. La familia ha olvidado o ya no conoce el lugar de la educación familiar, por eso la han descuidado. Esta cercanía puede orientar a las familias a aprovechar o descartar para la educación los espectáculos públicos o los múltiples recursos de la sociedad.

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