Reflexiones ante una tragedia

Dos acontecimientos recientes me han rondado por la cabeza y ahora, ante un tercer suceso, puedo concretar algunas ideas. Las expongo con el deseo de sacar consecuencias y movernos a reflexionar sobre: el modo de enfocar los hechos, cómo influyen las opiniones de los demás y la capacidad personal para sacar consecuencias prácticas con el propósito de mejorar. Todo esto se puede sintetizar en una frase bastante conocida: “no se aprende en cabeza ajena”.

Y en realidad, sería muy provechoso aprender de la experiencia ajena, tratando de evaluar los acontecimientos vividos por los demás, evaluar los modos de proceder y buscar otras soluciones para elegir la mejor y llevarla a cabo si estuviéramos en circunstancias semejantes. Probablemente evitaríamos repetir los errores y enfrentaríamos los hechos con mejores resultados.

Uno de esos acontecimientos es la tan desafortunada propuesta de pedirles, a los actuales representantes del gobierno español, se disculpen por los desmanes cometidos en nuestro territorio cuando pisaron estas tierras. 

El otro acontecimiento es el modo de ponerse a trabajar los civiles para acometer los destrozos de DANA en Valencia.

La petición de la disculpa a nuestro país se basa en la visión de unos determinados enfoques relatados por personas con una postura concreta y esto resulta muy parcial. Por lo tanto, en las evaluaciones de los acontecimientos del pasado, para acercarse lo mejor posible a ellos a pesar del tiempo transcurrido, es necesario revisar lo que han dicho diversos relatores y de preferencia de posiciones antagónicas, solamente así será posible conocer pros y contras. También verificar los resultados y si con ellos hubo progresos o retrocesos. Y finalmente admitir los datos, aunque no sean los esperados. Esto último generalmente no se logra porque desgraciadamente algunos investigadores buscan que los resultados confirmen sus hipótesis y así falsean la realidad.

El modo de afrontar los destrozos de DANA viene al caso porque se trata de ver cómo reacciona el pueblo español ante una desgracia, porque ese es el pueblo que cruzó los mares con los recursos a su alcance para establecerse en estas tierras. Y con su presencia y modo de ser naturalmente impulsó a hacer lo mismo. Esta es la ordinaria manera de proceder de todo ser humano: imitar.       

Además de los dos acontecimientos mencionados, el tercer suceso agrupa los casos de solidaridad del pueblo español y su vigoroso modo de aminorar los problemas. 

El pasado 6 noviembre informan que Domingo y Fabián, dos feligreses de la parroquia de María Madre de la Iglesia, que estaba totalmente anegada, resisten una descargar para rescatar el Sagrario. Fabián describe el lugar donde, con el sagrario en andas, notaron una descarga eléctrica. “No sabíamos qué hacer. ‘¿Pasamos, Fabián?’. ‘Domingo, estamos con el Señor. ¡Que sea lo que Él quiera! Y al final pasamos para adentro”, explica.

El jueves 7 de noviembre la iniciativa de dos niños de Valencia se hizo viral. En Picanya, Valencia, España después de pocos días -29 de octubre- del tsunami de lodo y ramas que arrasó casi todo. Y alrededor de dos centenares de muertos están en un improvisado local y decenas de vecinos no se localizan. Neizan y Nizan, dos niños de la zona, que empujan cada mañana su carrito del supermercado, lo llevan cargado de víveres para repartirlos a quienes se han quedado sin nada.

“¿Sois amigos?”, le pregunta una periodista de un programa de deportes que se ha dejado caer por allí. “Sí, mejores amigos”, contesta el más pequeño. Su casa está hecha una basura. La mía está bien porque yo vivo en un tercero y él vive en un segundo”, dice el más mayor, mientras su compañero, con una sonrisa pícara, le amenaza con darle con la escoba. Los dos mejores amigos cuentan que pertenecen a una falla, y se dedican a ir de casa en casa atendiendo a “señores mayores y a gente que no puede salir”.

“Lo más duro es que no podemos salir, nos resbalamos, nos caemos”, comenta el más mayor, antes de despedirse de la reportera, agradeciéndole: “Gracias a vosotros, que así lo podéis ver, y le podéis decir a la gente que esto está hecho una basura”. “Un día se puede desbordar el barranco y pasar lo mismo que estamos pasando nosotros”. 

El más pequeño mira a la cámara y, señalando, con la autoridad de quien ha conocido cara a cara la desgracia, nos suelta: “Y, recordad, nunca os rindáis, y ayudad a vuestros padres, abuelos, amigos. Acordaos”. 

Y, entonces, el mayor se ríe, y se le escapa un consejo final: “Y comed yogurt”, eso, “comed yogurt”, reafirma su compañero…

El mismo 7 de noviembre anuncian que el párroco y el alcalde del lugar trabajan juntos en la limpieza del lugar.

Al día siguiente 8 de noviembre los Académicos de la Universidad Católica de Valencia exponen una serie de consejos útiles en esos momentos. Los desastres naturales como el de DANA dejan traumas nada predecibles. En un instante nuestro hogar, nuestro entorno, puede sufrir daños o ser completamente destruidos y cambiar para siempre. Nuestras emociones entran en conflicto y nuestros comportamientos cambian.

1- “si sientes miedo, impotencia, rabia, tristeza, desolación o enfado no lo ocultes. Se trata de una reacción normal a lo que estamos viviendo”. De igual manera invitan a “hablarlo con personas allegadas que te escuchen. Canalizar expresando lo que sientes sin dañar ni física ni verbalmente a nadie y no participar en foros de disputa puesto que no te va a ser de ayuda”.

2-Otra de las pautas que nos da Piera es la de “desconectar”. Es necesaria una desconexión de los informativos, televisión, redes sociales o grupos de Whatsapp o Telegram. Es importante limitar el tiempo de exposición y utilizar canales verificados u oficiales de información. Por lo tanto no “reenviar” mensajes que puedan ser alarmistas y, ante todo, tratar de crear un buen ambiente.

3-“El tiempo para uno mismo también es importante”. Es momento para agradecer, escucharse, sentir o relajarse. “Dedica unos minutos al día para relajarte y toma conciencia de cómo te encuentras y qué necesitas. Es momento para agradecer todo lo bueno que todavía tienes y aquello que vendrá” aunque, ahora mismo, todo parezca un abismo y por ello Mario Piera propone “verbalizar tres cosas positivas al día”.

4-Otra de las tareas es el cuidado de familiares, amigos, vecinos…”es bueno ofrecerse para escuchar, hacer una llamada, mandar un mensaje de apoyo y solidaridad”. Se trata de “estar atento a los más vulnerables, a quienes creen que pueden con todo, a los que están ayudando”. De igual manera es necesario un descanso… y favorecer que otros también puedan tenerlo.

5- si participas en algún tipo de voluntariado o de ayuda solidaria “protégete a ti mismo y admite tus límites. Regula las emociones con respiraciones lentas y comparte tus vivencias de forma relajada y pausada, no te guardes lo que has visto y sentido y, ante todo, distánciate si sientes que las imágenes, sonidos u olores te superan”.

Esta Universidad ofreció atención psicológica gratuita a los afectados por la Dana, coordinado por la dirección de la Facultad de Psicología y del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria. Y da los datos para que la soliciten. También la Capellanía de la Universidad ofrece un plan especial de acompañamiento espiritual a todos los miembros de la comunidad universitaria y familiares que lo requieran. También el Capellán avisa: “que no sólo arrimarán el hombro con todo lo que hay que hacer para ayudar, sino que atenderán espiritualmente a todo aquel que necesite hablar, llorar o expresar lo que siente”. Y a nivel psicológico y espiritual “el problema va a venir después, cuando a la gente, que ahora está muy activa y arropada, le venga el bajón y se sienta sola”.

Aunque conocemos los valores que vivían los nativos originales de estas tierras, también nos influyeron los de quienes llegaron a estos lugares. Ahora ante este desastre los comprobamos. Es cierto que hubo desmanes, pero si somos realistas sabemos que la vida humana oscila entre el bien y el mal y no podemos ni debemos polarizar los grupos. Todos hemos de empeñarnos por el bien, pero también reconocer que el mal no nos es ajeno.

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