Los padres y abuelos responsables han de asumir el reto en la educación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes.
Estar muy atentos a lo que los niños aprenden en la escuela es una tarea urgente de los padres y los abuelos. Siempre lo ha sido, pero ante la nueva normalidad hay que hacerlo con una nueva y diligente responsabilidad.
El futuro está en la niñez educada. El presente en los padres y abuelos colaborando con los profesores para lograr la excelencia educativa. Los primeros responsables de saber qué aprenden los niños en la escuela son los padres y colaborando con ellos los abuelos. También algún otro miembro de la familia con preparación para realizar esa tarea.
La pandemia es una realidad con muchas incógnitas aún no resueltas. Con esa variable hemos de seguir nuestras actividades cotidianas. Hemos de aceptar la conmoción interior y externa, y sus consecuencias en nuestro psiquismo y en nuestras relaciones sociales. Sin embargo, las actividades deben continuar, aunque de mejor manera.
Estar a la altura de las nuevas circunstancias nos obliga a atender los acontecimientos y evitar una aceptación despreocupada, justificándola por el hecho de afrontar demasiados imprevistos. A la escuela compete ampliar los conocimientos; a la familia dar sentido a esos conocimientos y enseñar a aplicarlos con oportunidad.
Estar alerta siempre, los padres no deben excluirse ni ante una escuela pública ni ante la privada. Actualmente hay tendencias inconvenientes, que dañan el desarrollo. Son impuestas por la Secretaría de Educación, que a su vez las recibe de unas directrices procedentes del exterior. Somos testigos del fenómeno.
La Historia es una asignatura difícil porque nos habla del pasado. No lo vivimos, pero hay datos seguros con los cuales podemos saber con bastante certeza lo acontecido. Esa es buena parte de nuestra herencia e influye íntimamente. Pero la manera de interpretarla y la selección de datos puede deformar los hechos para justificar la desaprobación o la aprobación de quienes actuaron, y así hacer juicios injustos que obscurecen la verdad.
El trasfondo político tiene mucho que ver en este aspecto. Los padres y los abuelos tienen mucho que opinar porque son testigos de acontecimientos que han de relatar con la mayor objetividad posible.
Otro tema de suma importancia es la Educación cívica y ética. Estos contenidos son presupuestos para la integración de los educandos como ciudadanos. Además, se les abre el panorama de la justicia y la honestidad. Asunto sumamente descuidado. Los acontecimientos diarios lo confirman. Es evidente que se ha de empezar por desterrar ideologías muy deformantes.
Los padres no han de sentirse ignorantes, han de hacer uso del sentido común que les asiste y no amilanarse ante posturas novedosas, pero sumamente alejadas de la auténtica educación.
Hay asuntos que hacen referencia a la propia vida, al modo de resolver aspectos más íntimos. Esos les competen a los padres más a que a la escuela. Uno de ellos es el tema de la sexualidad. Ahora, a nivel mundial, los gobiernos están impulsando el acceso temprano a las relaciones sexuales, a la identidad con su sexo, e incluso a la autonomía para resolver sus problemas.
Todas estas informaciones ocasionarán grandes males. El primero es la ruptura con sus padres al desautorizarlos para dar cualquier consejo a niños y adolescentes, que aún no forman su criterio. Luego se desencadenarán grandes males como enfermedades, abortos y terribles desajustes morales. En estos temas es grave dejar de intervenir desde la familia. Claramente promueven la autonomía de los jóvenes respecto a sus progenitores, cuestión que se agrava en la etapa de la adolescencia.
Los padres y abuelos responsables han de asumir el reto en la educación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Aspecto que se ha hecho más patente y ardua a la luz de las complicaciones que ha generado el tiempo de pandemia, pero también facilitado por la ineludible cercanía de los miembros de la familia, debida a la reclusión en casa.
Los padres y los maestros han de responder a las palabras del papa Francisco de julio del año pasado, cuando habló el pacto educativo global y calificó a los educadores como “artesanos de futuras generaciones”. “Con su saber, paciencia y dedicación, los animo en esta tarea tan importante y apasionante que tienen; colaborar en la educación de las futuras generaciones. No es algo del mañana, sino del hoy”.
Estas hermosas palabras de aliento y de compromiso, son un estímulo luminoso para asumir el compromiso de forjar un mejor futuro, educando en libertad con los valores humanos del bien, la verdad y la belleza.
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