En el mes de junio en muchos lugares se festeja el día del padre, por ese motivo conviene revisar algunas novedades contemporáneas sobre la paternidad.
Aunque la tecnología quiera borrar la relación de la paternidad y la maternidad, estos dos hechos son identidades naturales complementarias y propician actividades también complementarias. Y conviene entender la complementariedad como colaboración y no en el sentido peyorativo de ayudar a resolver las carencias.
Todo varón joven puede ser padre y toda mujer joven puede ser madre. Pero antes de ser padre o madre ha de darse una relación entre un hombre y una mujer y, aunque en la actualidad se está promoviendo una relación meramente técnica, lo debido y deseable es que la relación sea en intimidad de amor maduro. Esto significa la responsabilidad mutua hombre-mujer, y además ante la posible procreación, responsabilidad hombre-mujer-hijo.
En este texto solamente trataremos de los procesos naturales. Se excluyen los procesos asistidos por la tecnología. Por esta razón sí cabe absolutamente la siguiente afirmación: solo el hombre es padre y solo la mujer es madre.
Culturalmente la figura paterna varía según las épocas. Actualmente la valoración de la paternidad es bastante negativa debido al enfoque feminista. En los medios y en general en los medios de entretenimiento los padres se presentan bastante lejanos y si conviven muchas veces provocan conflictos en las relaciones familiares.
En los últimos años la figura paterna se ha debilitado porque el ataque es más radical, se ha devaluado al varón. En general podemos decir que la mujer no está dispuesta a cuidar la figura paterna frente a los hijos. La lucha de clases ha permeado en la lucha de sexos. Ante el mínimo agravio la mujer se independiza y de ningún modo está dispuesta a disculpar al varón, aunque ocasione daños en los hijos.
Hasta hace algunos años los jóvenes asumían de modo natural el hecho de llegar a ser padres en algún momento de su vida. En la actualidad esa idea tiende a evadirse y, ahora con frecuencia ya no desean serlo y así lo expresan.
No les interesa ser padre en una de las formas contemporáneas, la de acompañante de la mujer en algunas reuniones sociales.
O la del padre desempleado que suple las funciones de la madre en el hogar, y que en el fondo todos lo ven como fracasado, especialmente por la mujer que no desea reivindicar la figura del varón.
También desplazan a los padres los divorcios y las técnicas de procreación asistida. La figura del padre queda muy relegada en el divorcio porque la mujer cada vez es más autosuficiente y no está dispuesta a dar un mínimo de protagonismo al padre. Entonces el padre pierde toda la capacidad de desempeñar alguna función.
Las técnicas de procreación asistida desdibujan la relación paterna filial, no encuentra el vínculo con el hijo. Prácticamente todo queda en manos de la mujer debido a que solamente ella mantiene relación biológica con el hijo, de hecho, al biologizar la filiación el protagonismo del padre queda eclipsado.
El Estado tampoco apoya al padre. Otorga a la madre el rol predominante o único. El padre queda fuera. La relación del niño por nacer, da prioridad a la madre y no al padre. Con el desarrollo de los métodos anticonceptivos y la legalización del aborto en las primeras diez semanas de gestación, la mujer se ha convertido en propietaria del hijo. Ella sola decidirá si prosigue o no con el embarazo.
Ante este panorama se entiende que los varones ya no deseen tener hijos ni familia porque ya no hay sitio para ellos. Este planteamiento no solamente afecta a los varones sino a toda la humanidad. Los hijos sin padre tienen graves carencias. Las mujeres solas también, aunque de momento no lo admitan.
La esperanza está en desandar este camino y tratar de normalizar las relaciones humanas poniendo todos lo mejor de nuestra parte. La vida es problemática y lo seguirá siendo, pero si todos nos proponemos enderezar el rumbo saldremos beneficiados porque finalmente la familia sale a flote.
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