Urge recuperar la sensatez y admitir que la realidad existe y no depende del conocimiento humano para existir.
La persona se puede desdibujar por falta de conocimientos o por la rebeldía para aceptar lo natural. Una u otra posición llevan a la trasgresión de la moral, pues agredir a la naturaleza es automáticamente dañino. Al rechazar la verdad encerrada en ella, automáticamente se rechazan los fundamentos de cualquier saber.
En la actualidad la falta de conocimientos es inaceptable. Tenemos todos los medios a nuestro alcance para buscar la verdad. Quienes tienen la suerte de haber recibido una educación familiar e institucional han de aplicar esos conocimientos y compartirlos con los menos afortunados.
Quienes carecen de conocimientos básicos pueden acercarse a buenos orientadores, para recabar datos de las páginas veraces en los medios de difusión. Como hay de todo, han de ser prudentes para estar seguros de un auténtico aprendizaje.
Para tener claros los conceptos y poder nombrar o explicar cosas y sujetos de la realidad es imprescindible definir. Y definir es señalar el género y la diferencia específica de algo, para diferenciarle de lo demás. Una definición circunscribe, delimita y excluye a los diferentes. La definición evita la confusión mental. A partir de esta seguridad es más fácil actuar con rectitud.
El género referido en la definición no es la ideología de género. El género mencionado en la definición es lo común a muchas especies. Por ejemplo: animal, gas, vegetal, líquido. Por eso de la persona humana se puede decir: “animal”. Pero allí no está completa la definición, es necesario añadir la diferencia específica, y es la racionalidad. Por lo tanto, la definición es “animal racional”.
Esta definición la acuñó Aristóteles hace aproximadamente 2500 años y es insuperable. Es básica para saber con claridad “quién soy” y evitar enrollarnos con palabrería inútil que nos confunde más. A una sesión, con un grupo a quienes daba clase, invité a un afamado catedrático. Alguno le preguntó ¿puede decirme quién es la persona? La respuesta fue: no es posible. Es muy complicado…
El santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, adoptó esta definición de a quien llamaba “el filósofo”. Sinónimo muy relevante pues subraya la búsqueda y el encuentro de la verdad en el legado de Aristóteles. Tomás añadió a esta definición algo más sobre la diferencia específica: hecho a imagen y semejanza de Dios.
Actualmente hay una verdadera alarma porque a la pregunta de qué es la mujer, en casi todos los ambientes la reacción es de impotencia, no encuentran posibilidad de hacerlo.
La solución es acudir al saber y al proceder de los dos grandes maestros: Aristóteles y Tomás. A hombre y mujer les compete ser: animal racional hecho a imagen y semejanza de Dios. La cuestión es distinguirlos a uno de otra, decir las operaciones exclusivas de la mujer. Por lo tanto, “la mujer es animal racional hecha a imagen y semejanza de Dios, con capacidad de engendrar la vida humana de modo natural”.
La definición anterior sigue otra de las enseñanzas de Aristóteles y de Tomás. Ellos afirman que la definición expresa la esencia, pero poniendo énfasis en las operaciones.
De modo semejante, del hombre se puede decir: “animal racional hecho a imagen y semejanza de Dios, con capacidad de fecundar para iniciar la vida humana de modo natural”.
Sin embargo, el desprecio o el desconocimiento de esta herencia, nos ha llevado al estado de confusión imperante. Confusiones y sus consecuencias siempre las ha habido, pero nunca se había dudado del ser de uno mismo. Esto es lo característico ahora. Una especie de auto desconocimiento de lo cual se deriva una autodestrucción.
De allí derivan modelos de actuación inciertos, como lo son el subjetivismo y el relativismo. El conocimiento se vuelve inestable y la actividad errática pues se pierde la orientación propia de la verdad y del bien. Se desdibuja la relación de lo que se aprende y de cómo actuar. Esto también anuncia la muerte de la ciencia y de la moral.
Pero lo más impactante es el desdibujarse de cada persona por ella misma. Ya habíamos experimentado el hecho de ignorar a alguien y evitarla hasta dudar de su existencia. Eso venía de fuera y aunque se podría excluir a un miembro de la familia, asunto muy grave, ahora el desconocimiento viene de la misma persona respecto a sí misma. Y se va replicando como si fuera epidemia.
Urge recuperar la sensatez y admitir que la realidad existe y no depende del conocimiento humano para existir. Ahora el relativismo señala que cada quien crea su realidad. Esto es un grave error pues niega la verdad absoluta que muestra cómo es cada cosa, cada especie o cada grupo. Sin partir de esta evidencia es imposible hacer ciencia o aplicar la tecnología porque no admitimos nada en qué apoyarnos.
La ciencia parte de que el objeto de estudio ya existía antes de afocarla. Entonces se analiza la parte de la realidad que está presente y anunciamos los datos que encontramos. Luego se pueden hacer experimentos para saber los beneficios que podemos obtener.
Ahora se afirma que valores morales son relativos. Aristóteles y Tomás no lo dicen. ellos demostraron que en las cosas se puede encontrar qué es bueno o malo. Lo que está de acuerdo con la naturaleza es bueno y verdadero. Explican: robar es malo porque va contra la naturaleza humana, pues toda persona tiene derecho a disfrutar de lo que consigue legítimamente. Por lo tanto, lo que destruye o contradice lo natural es falso o malo.
La conclusión es nunca despreciar lo natural, y lo mejor es admirarlo y estudiarlo pues tiene mucho que enseñar.
Te puede interesar: Fabricar niñas y niños
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com