Política y políticos

Cada mes, el papa Francisco publica una intención para que los católicos unamos nuestras oraciones a Dios, de manera que enriquecemos todo nuestro quehacer con una meta con extensas repercusiones, no solamente para los cristianos. Así nos lo muestra la intención para este mes de agosto: pedir a Dios por los líderes políticos, para que “estén al servicio de su pueblo”.

En el videomensaje, que es difundido por la Red Mundial de Oración del Papa, Francisco admite que, si bien “hoy la política no tiene buena fama, es mucho más noble de lo que aparenta”. Y agrega que solo será posible “avanzar hacia la fraternidad universal” de la mano de “una buena política”. “La política puede ser un desafío para el carácter moral de quienes participan de ella. Sin embargo, también puede ser una vocación digna de santidad y virtud. En esa línea, al inicio del video, el Papa retoma las palabras de Pablo VI, quien definió a la política como “una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común”. 

Todas las personas vivimos en comunidad, todos necesitamos de los demás y todos podemos cubrir alguna parte de esas necesidades. De hecho, lo hacemos con nuestro trabajo profesional o con nuestra actividad natural al servicio de quienes nos rodean, generalmente los más cercanos. Este es el modo de colaborar en el bien de los demás, denominado “bien común”. 

Las palabras incluyen un contenido que se enriquece con el tiempo, y cuando conocemos esas relaciones, entendemos mejor los significados del lenguaje. El diccionario nos dice que la palabra política tiene su raíz en el término griego “polis”, así llamaban a un pequeño territorio o una pequeña ciudad autónoma.

Actualmente entendemos a la política como el arte de gobernar a la comunidad (polis) o conjunto de ciudadanos (politai). Aristóteles estudió este tema en sus textos: “Política” y “Ética a Nicómaco”, el segundo hace ver con claridad la importancia de la ética en esas actividades. 

Vivir en comunidad aumenta la capacidad personal gracias a la colaboración de unos y otros. Esto origina el bien común y consigue que los bienes de la naturaleza sean también bienes para todos, al procesarlos o al utilizarlos tal como son, por como las verduras o las frutas. La relacionalidad es parte natural de las personas y hace necesario organizarlas pues son amplias y complejas. 

El sentido social supera los individualismos y fomenta un todo mayor: el pueblo. Con la ayuda mutua se superan las deficiencias personales y todos llegamos más lejos. Esta es una demanda para valorar la trascendencia de participar en la vida política, cada uno según sus posibilidades, su preparación y sus circunstancias, con el fin de construir y conservar una sociedad justa y solidaria.

Los gobernantes necesitan la ayuda de sus ciudadanos y a su vez cada ciudadano ha de colaborar desde su lugar a señalar las necesidades y la honestidad para alcanzarlas. Por eso, es muy grave cuando quienes tienen el poder o los ciudadanos se corrompen pues sustituyen el bien por el mal, o excluyen injustamente a algunos. La corrupción es gravísima a cualquier nivel. 

La Iglesia, maestra en humanidad, desde su inicio se ha preocupado y fundado instituciones que resuelvan las carencias. Además, siempre ha dado gran cantidad de consejos. Todo ello ha formado la Doctrina Social de la Iglesia. Ahora se cuenta con libros sobre el tema y con documentos específicos sobre problemas que se van presentando.

León XIII con la “Rerum novarum” inaugura el estilo de las Encíclicas Sociales. Vio necesario dar una orientación ante la aparición de los nuevos modos de trabajar inaugurados por el fenómeno de la industrialización. Aunque el tema del trabajo siempre estuvo presente, ahora se hacía más complejo e iniciaba nuevas relaciones humanas. 

Juan XXIII en su encíclica “Mater et Magistra” aclara que la doctrina social cristiana es parte integrante de la concepción cristiana de la vida”. Pablo VI en la Encíclica “Populorum progressio” toca el tema laboral y hace hincapié en la justicia social. Juan Pablo II, de catorce encíclicas que escribió, tres son sociales: “Laborem exercens”, “Sollicitudo rei sociales” y “Centesimus annus”.

Últimamente el Papa Francisco en su Encíclica “Fratelli Tutti”, del año 2020, nos dice: “Un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política”.

Actualmente, hay numerosos documentos del Magisterio, claros y cercanos. También el Compendio de la doctrina social de la Iglesia del año 2005, encargado San Juan Pablo II y otros textos fundamentales del Magisterio en la página web de la Santa Sede. La doctrina social debe conocerse y estudiarse, y sobre todo practicarse.

Nadie es tan desvalido que no pueda aportar algo a los demás, por eso aquí van algunas ideas. En el tema del cuidado del planeta lo mínimo y al alcance de cualquiera podría ser cuidar la limpieza de la banquera en donde vivo o ayudar a la conservación de algún parque solidarizando a los vecinos a colaborar.

En el tema tan acuciante de los migrantes visitar periódicamente un albergue y llevarles ropa, algunos alimentos o productos para la higiene personal o del lugar. Quien pueda hacer más y mover a otras personas a colaborar que no lo retrase.

Sobre todo, cada uno esforzarse por ser justo, honesto y veraz, ayudar a que los demás lo sean aún a costa de sufrir calumnias o rechazo. Poner todos los medios para denunciar cualquier tipo de corrupción e impedir que se extienda en ambientes o en personas vulnerables. En estos casos, lo mejor es adelantarse y promover centros educativos, recreativos y laborales que tengan la capacidad de fortalecer a quienes sin esa ayuda caerían en la ilicitud.

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