Cuando alguien como yo tiene otras habilidades y se dedica a escribir, sufre para externar sus ideas o para elegir el modo de presentarlas, sobre todo para sugerir, interesar y ayudar a otras personas a elevar las metas de quienes les rodean. En definitiva, enriquecer el bien común con el entusiasmo sólido de algunas propuestas. Sumar para hacer el bien.
El papa Francisco tiene Audiencia los miércoles en Roma, en la que tuvo después de su regreso de la visita a Budapest, alabó a ese país y fundamentó sus logros en los santos húngaros y en el pueblo justo. Y me dio la pauta para tratar de emularlos. Juan Pablo II deseaba para nosotros el calificativo de “México siempre fiel”. Esto significa ser cada uno artífice de una población justa.
Hungría, un país valiente y rico de memoria así lo calificó Francisco. Yo coincido en la idea, pero le añado ser un pueblo abierto al presente y al futuro, con conciencia de su herencia imperial que muestran en el día a día. Asumen de modo natural el ambiente cultural forjado a lo largo de los siglos, no reniegan de su pasado, lo aprovechan como una plataforma de identidad.
México tiene una herencia tan rica como la de ese pueblo y unas personas con cualidades envidiables. Pero hay pugnas ideológicas que enlodan el pasado y combinadas con una educación deficiente, han anestesiado nuestra pujanza. Es hora de recuperarnos. La adversidad puede ser un incentivo. Tenemos urgencia de planear un futuro mejor.
Hungría vivió la opresión comunista precedida por la opresión nazi, y la tremenda deportación de la población judía. Pero en este cruel genocidio, muchos se destacaron por su resistencia y su capacidad para proteger a las víctimas, y esto fue posible precisamente porque las raíces de la convivencia eran sólidas.
México, como todos los pueblos también ha sufrido opresiones y pugnas entre los grupos asentados en el mismo territorio, y otras opresiones provenientes del exterior. Los motivos muy variados. Hay en nuestro pasado una guerra interna, la cristera, muy silenciada por los movimientos liberales y sin embargo, cuando se descubre, es ejemplo de una heroica defensa de valores patrios y religiosos.
Actualmente la tendencia a un mundo global, anuncia una libertad amenazada por el consumismo materialista y el egoísmo hedonista. Tendencias que cada vez más dejan caer en el olvido valores tan importantes como la comunidad, la familia y una visión compartida con nuestros semejantes. El remedio del Papa Francisco es salir del individualismo y construir puentes.
La cultura cristiana fue un elemento importantísimo para la solidez de los países europeos y para heredar esos valores en los pueblos colonizados por ellos en otros continentes. Actualmente es notoria la decadencia de esos pueblos y uno de los principales motivos es el de haber renegado de su cultura religiosa.
Un pueblo que oculta o reniega de su fe es un pueblo deshumanizado. Se asemeja a las manadas o a las parvadas que basan sus movimientos en los instintos. Toman decisiones viscerales, y como afirma Benedicto XVI en sus estudios sobre política o se gobierna como un Estado de Derecho o por la fuerza bruta. Esto último sucede a quienes rechazan la fe.
El motivo por el cual un creyente considera la dimensión religiosa se debe a que sabe que nadie se crea a sí mismo. Y la persona es intelecto y voluntad, pero también es naturaleza, y tanto su inteligencia como su voluntad están correctamente ordenadas si respetan a su naturaleza, si la escuchan y se aceptan a sí mismos por lo que son, criaturas creadas y han recibido la naturaleza humana.
Hay posturas antirreligiosas como el liberalismo o el materialismo que combaten los planteamientos religiosos y una consecuencia práctica es el hecho de debilitar o incluso desconocer la dimensión moral de la conducta. En casos de cierta tolerancia a lo religioso solo se le da cabida en la esfera privada. Pero al descuidar la esfera pública se van deteriorando las costumbres hasta llegar a padecer todo tipo de violencia e inseguridad.
Otras consecuencias que padecemos son las de tratar de eliminar las fiestas patronales o incluso la celebración pública de la Navidad. El argumento para justificar la cancelación está en que tales manifestaciones religiosas, podría ofender a los que pertenecen a otras religiones o a ninguna. Tales falacias alejan de la posibilidad de forjar una población justa.
Estos planteamientos van cobrando fuerza, e incluso han llegado a extremos preocupantes pues al desconocer la libertad de religión y el papel legítimo de la religión en la plaza pública, también se va prohibiendo en los recintos privados o particulares. Todo ese proceso en el pasado derivó en persecuciones declaradas con graves consecuencias.
Recientemente se ha publicado la Carta n. 29 que Josemaría Escrivá, santo hombre de fe y fundador del Opus Dei la escribió y dató el 9 de enero de 1959. El siguiente consejo puede contrarrestar los hechos que privan injustamente del ejercicio de la legítima libertad y sirven de guion para concretar puntos de actividad y participación social:
“…al actuar en la sociedad, huid siempre de enfrentar a unos hombres con los demás, porque un cristiano no debe tener mentalidad de clase, de casta; no hundáis a unos para levantar a otros, porque en esa actitud se esconde siempre una concepción materialista: dad a todos la oportunidad de desarrollar su personalidad y de elevar su vida por el trabajo; y no os conforméis con evitar los odios, porque ha de ser denominador común nuestro hacer una siembra de paz y amor.” (n. 18ª)
Otra similitud entre los húngaros y nosotros es que ellos acuden a la Reina, Madre de Dios, y nosotros a Nuestra Madre de Guadalupe. Buen punto de partida para sostenernos en el esfuerzo y forjarnos como pueblo justo. Este hecho nos ayudará a zanjar diferencias pues nos sabemos hermanos, hijos de la misma Madre.
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