Desgraciadamente hay etapas en la historia de la humanidad en las que o no se valora el pasado, o se tiene miedo al presente, no se aprovecha el hoy ahora y la forja del futuro es endeble.
El orden de las tres palabras del título de este escrito responde a un hecho real y universal. Es una sucesión indiscutible, experimentada siempre e invariable. Este acontecer influirá siempre, lo tengamos en cuenta o no, lo queramos alterar o respetar.
Por eso, no abordo los temas acuciantes: la invasión en Ucrania, la revocación de mandato en México, la salud en el mundo, el día de la mujer y tantos otros sucesos. En todos estos hechos influye el paso del tiempo y, si lo consideramos podemos tener mejor criterio para afrontar los hechos y transformarlos. Sin embargo, actualmente existe una tendencia a descartar el pasado.
Toda vida de cada persona y toda la vitalidad de cualquier grupo social está en el tiempo y deja huella en él: lo sucedido, lo del momento actual y lo por venir. En la realidad siempre encontramos esa secuencia.
El pasado acumula los pasos del ser humano sobre la tierra, sus intentos por conocer el entorno y hacerlo habitable. El conocimiento de las criaturas inferiores -unas amigables y otras no- y el modo de sujetarlas para evitar el daño que puedan hacer a las personas, o el modo de aprovecharlas para mejorar.
En el pasado descubrimos la huella única que deja el ser humano al atesorar la experiencia y trasmitirla. Revisar los acontecimientos nos deja un pozo de sabiduría, porque descubrimos las inquietudes que tenían, los peligros que afrontaban, los modos de resolverlos y el perfeccionamiento de sus acciones, los utensilios que inventaban para ayudarse, los modos de comunicarse, etc.
Cómo progresaban, cómo perfeccionaban lo que hacían bien y les daba resultado. Cómo rectificaban cuando fracasaban y cómo se ingeniaban otros modos para lograr sus propósitos.
También en la manera de organizar sus grupos iban mostrando la capacidad de colaborar y de organizarse. Por supuesto, también encontramos grandes aciertos en el invento de artefactos que les facilitaban conseguir del mejor modo sus propósitos.
Cómo surge el vestuario, las viviendas, los caseríos, los pueblos. Cómo se organizan para distribuir el trabajo y satisfacer sus necesidades con los recursos del medio.
Cómo eligen los lugares para residir y, también cómo los grupos pueden ayudarse o combatirse.
El pasado ofrece toda la creatividad y empuje de nuestros antepasados, y el acervo de conocimientos, utensilios y procedimientos que inventan. Realmente aportan un legado impresionantemente rico. Todo ello da pie a la ciencia, a la tecnología y a una cantidad enorme de riquísimas experiencias. Sin esos antecedentes no se puede avanzar, estaríamos iniciando siempre. Además, repetiríamos los errores superados.
El presente es la ocupación inmediata que realizamos. Es efímero pues transcurre, pero es el lazo entre el pasado y el futuro. La actividad que asumimos es nuestra ocupación importantísima porque somos enlace, somos embalse y distribuidores. Recibimos y donamos. La actividad que realizamos es la de auténticos portadores de lo recibido y es enriquecido con el ingenio propio.
En el presente somos capaces de reinventarnos porque no sólo reproducimos y trasladamos lo que han hecho quienes nos han precedido, sino que aportamos para adecuar o superar los efectos. Exige la responsabilidad de aprovechar el tiempo.
Sólo con ese ánimo de actuar, de trabajar contemplando el horizonte, se está dando paso al futuro. Y el futuro recoge y concreta la labor del presente.
Pero, desgraciadamente hay etapas en la historia de la humanidad en las que o no se valora el pasado, o se tiene miedo al presente, no se aprovecha el hoy ahora y la forja del futuro es endeble.
Pero al tiempo no lo podemos tratar a distancia porque es un acontecer que nos envuelve, nos pertenece y allí en él se espera de nosotros nuestra actividad. Conforme pasan los años el pasado personal crece, hemos de analizarlo para sacar provecho, todo resulta una enseñanza y un impulso para el presente. Y en el presente diseñamos el futuro. Si el presente es activo dejaremos impronta, si estamos inciertos, nuestro futuro será sin esperanza y eso es mortal, porque es claudicar, nos paralizamos, no actuaremos o lo haremos por inercia, sin finalidad.
¿Qué sucede si despreciamos el pasado, el presente o el futuro? Sin el pasado perdemos las riquezas de variadas experiencias, repetiremos los errores o desconoceremos los hallazgos. El pasado aporta datos para la ciencia, para la cultura como ya se dijo.
Sin el presente nos pervertimos porque no actuaremos, despreciaremos el aprovechamiento del tiempo y la dignidad del trabajo. Sin el protagonismo del presente no estamos preparados para diseñar el futuro, nos atrofiamos.
Sin considerar el tiempo nos degradamos, y es necesario estar atentos porque siempre ha habido tendencias para desacreditar el pasado como es el caso de quienes desprecian la historia, o la inventan o la desarticulan. Sin datos del pasado es imposible afirmar que la guerra es un fracaso… ¿Nos dice algo esta afirmación?
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