Papá, te necesitamos

Somos conscientes de los retos actuales para los varones. Durante siglos llevaron la batuta de las decisiones oficiales en el mundo fuera del hogar. Dentro de la familia, las mujeres dependían del modo de ser de los varones y de lo acuñado por las sociedades que no se cuestionaban su liderazgo, sea cual fuere.

Ellos y ellas sin pensar en otro modo así vivieron por mucho tiempo. La historia nos relata algunos hechos distintos de los habitual, por ejemplo, el reinado de algunas mujeres como la reina de Saba, o mujeres aguerridas involucradas en gestas especiales como las soldaderas en la Revolución mexicana.

En la antigüedad hubo mujeres destacadas que gobernaron mientras su hijo alcanzaba la edad debida para ocupar su puesto. También algunas mostraron su habilidad como consejeras e incluso como científicas o artistas. Pero en general la normalidad era otra, los varones llevaban la batuta y así se vivió por siglos. Las mujeres disfrutarían si dependían de un buen hombre, si no lo era lo sufrirían. Sabemos que algunas para ser reconocidas o para acceder a estudios superiores tuvieron que disfrazarse de varones.

Actualmente, después de años de lucha en distintos países, las mujeres pueden acceder a todo tipo de estudios y de trabajos fuera del hogar, aunque aún hay ciertas desigualdades. Y todavía en algunas culturas no se admiten esos cambios. En la vida civil las mejoras son palpables con la aportación de la óptica femenina.

Sin embargo, el ámbito familiar se ha desequilibrado y sobre todo lo resienten los hijos pues ahora la presencia de la mujer en la casa se ha reducido, y cuando esta tiene que recuperarse del natural desgaste de sus actividades en otros trabajos y el padre, por ahora, tampoco tiene tanta preparación para resolver los asuntos domésticos. Es de esperar una pronta solución con la ayuda de políticas familiares y la buena voluntad de la mujer y del hombre.

Este desajuste familiar debilita la calidez natural del hogar, y la variedad de horarios no propicia la compañía de todos los miembros de la familia, de modo que el trato fraterno, paterno, materno y conyugal se ha dificultado, y al no experimentarlo tampoco se echa en falta. Tal vez esa sea la razón de la disminución del deseo de contraer matrimonio o de tener hijos.

Otra circunstancia muy desfavorable es el feminismo tan radical que sigue potenciado todos los recuerdos desagradables del trato de los varones a las mujeres en el pasado. En un ambiente así se impulsa a las mujeres a empoderarse y a desquitar todas las injurias anteriores. Las mujeres se amargan y según el modo de ser de cada varón unos aumentarán su agresividad y otros se feminizarán. Con esos desajustes será difícil contar con un verdadero esposo y un verdadero padre.     

El barco de la humanidad está naufragando y ya es imprescindible que el varón tome su papel de auténtica virilidad. Salvar la nave es la nueva gesta heroica, y la puede realizar, con fortaleza y sin rencor de ningún tipo, para poner fin a ciclos decadentes.

Este panorama tan fúnebre tampoco es totalmente real. Hay muchas personas empeñadas en vivir del mejor modo todos los acontecimientos, en disfrutar los detalles cotidianos, que no son noticia ni ocuparán espacio en los medios de información, pero nos acompañan cada día. Un propósito accesible a todos puede ser empeñarnos en revalorar lo ordinario, lo reiterativo.

Podemos proponernos disfrutar lo que tenemos y no esperarnos a vivir la frecuente experiencia de perder a un ser querido y entonces descubrir tantos detalles positivos. Otro impulso para mejorar sería pensar cómo me gustaría que me recordaran. Y a continuación practicar lo que echaría en falta si hoy muriera alguno de los miembros de mi familia.

El tema de fondo son los aspectos necesarios para recuperar el papel de un buen padre. Son sencillos pero la vida valiosa es recorrer el día a día aprovechando lo ordinario. Si esperamos lo extraordinario dejaremos un gran vacío por largas temporadas, y cuando llegue, si es que llega, ese momento espectacular, tampoco habremos desarrollado los hábitos para estar a la altura de las circunstancias.  

Un detalle podría ser estar disponible para atender a los miembros de la familia durante el tiempo de estar en casa. Evitar anteponer otros asuntos, que los habrá, pero dejarlos de lado. Este hábito al principio es más difícil, pero a base de vivirlo llega a ser connatural y propicia la cercanía de quienes más queremos y no éramos tan conscientes. Un padre así recupera su lugar.

Al escuchar con atención, las consecutivas conversaciones serán más fluidas y aumentará la confianza y la amistad. Si por algún motivo los demás no se acercan, el padre puede ser más incisivo y acercarse a quien se retrae. El acompañamiento se experimenta y el cariño aumenta, al palpar las muestras de interés.

Animar a los hijos a afrontar sus problemas, sin caer en el paternalismo de querer resolverlas. Pero enterarse de los acontecimientos con un seguimiento adecuado, ni asfixiante ni lejano. Y animar o moderar según el modo de ser de cada uno. Es importante no caer en comparaciones que pueden ocasionar sentimientos de inferioridad. Un trato así detectará acompañamiento, pero también provocará sentido de responsabilidad. 

Para evitar cualquier tipo de competencia para ganar el cariño de los hijos, conviene mantener enterada a la esposa, pero guardando mutuamente la confidencialidad debida al contenido de las conversaciones. Algunas veces será necesaria la ayuda de ambos, si el asunto lo requiere. Pero siempre respetando el papel que les corresponde a cada cónyuge. Esto requiere de gran madurez de las dos partes y siempre viendo el bien del hijo o la hija.

Es muy importante fomentar paseos, lecturas, deportes o variadas actividades que rompan la monotonía del día a día. También preparar vacaciones inolvidables adecuadas a los recursos de la familia. Lo costoso no es imprescindible y muchas veces tampoco es formativo. También fomentar actividades de participación ciudadana, para valorar lo que se tiene y conocer las carencias de otros para motivar a la colaboración.

La gratificación más grande para un padre es palpar cómo se desenvuelve la inteligencia y la voluntad de los hijos, cómo combaten sus defectos y cómo se van capacitando para ser personas de bien.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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