La sociedad actual está creando un monstruo: la mujer contemporánea. Reniega de lo suyo específico: unas fuerzas biológicas notoriamente menores de las de la otra criatura humana: el varón. También reniega de su propia estructura biológica que incluye la maternidad. Sin este substrato desecha esas influencias en el nivel sensitivo y en el espiritual. Entonces pierde sus fortalezas y tiende a otras inadecuadas con resultados mediocres y ficticios.
Rechaza la vida ajena, en lo profundo al varón y tristemente al nuevo ser humano concebido en su seno y se abroga el derecho de eliminarlo si no conviene a sus proyectos. Convierte su vida en un cuadrilátero donde su oponente es el varón al que trata de anular y demostrarle que ella posee a la n potencia lo que ellos creen tener. Paradójico esto último ¿no les parece?
Difieren de este panorama tenebroso las consideraciones sobre la mujer que el Papa Francisco detalla en el prólogo, por él escrito, en el libro: “Más liderazgo femenino para un mundo mejor: el cuidado como motor de nuestra casa común”. Son 15 los autores, académicos de distintas asignaturas, de 11 universidades y 8 países. Lo edita Anna María Tarantola. Publicado por Vita e Pensiero. Promovió el tema de este libro la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice y la Alianza Estratégica de Universidades Católicas de Investigación (Sacru).
En el prólogo el Papa recoge ideas por él expuestas en otros momentos, pues es manifiesto su interés por la vida de la mujer y su insistencia en la armonía que ella aporta, en la diferencia de los sexos y en la necesidad de llegar a reconocer a la mujer como merece. Así lo anunció en su Homilía en Santa Martha, el 9 de febrero de 2017: “Es ella la que trae esa armonía que nos enseña a acariciar, a amar con ternura y que hace del mundo una cosa bella.”
Al tratar de las mujeres, de sus talentos, habilidades y competencias, también señala desigualdades, violencia y prejuicios que sufre. E insiste en la importancia de la aportación de la mujer para lograr la armonía en la sociedad. La armonía es necesaria para luchar contra la injusticia y la codicia ciega que perjudica a las personas y al medioambiente. Sólo así se contrarresta la guerra injusta e inaceptable.
Refiriéndose a la investigación hecha para elaborar el libro, el Papa resalta las dificultades que siguen teniendo las mujeres en algunos asuntos como lo de poder acceder a los puestos más altos del mundo laboral, negándose a reconocer la evidencia de las aportaciones logradas con su presencia en los campos económicos, políticos y bastantes más.
Francisco recordó su discurso de clausura del Sínodo de los Obispos de la Región Panamazonía, en octubre de 2019: “Todavía no hemos caído en la cuenta de lo que significa la mujer en la Iglesia”. Pero ahora vemos cómo cada vez la mujer en la Iglesia ocupa muchos más cargos. Con estas evidencias muestra la convicción de sus palabras: “No se puede conseguir un mundo mejor, más justo, más inclusivo y plenamente sostenible sin la contribución de las mujeres”.
Respecto al específico modo de ser femenino dijo: “El pensamiento de las mujeres es diferente al de los hombres, están más atentas a la protección del medioambiente, su mirada no se dirige al pasado sino al futuro. Las mujeres saben que dan a luz con dolor para lograr una gran alegría: dar vida y abrir vastos y nuevos horizontes. Por eso las mujeres desean la paz, siempre. Las mujeres saben expresar tanto fuerza como ternura, son buenas, competentes, están preparadas, saben inspirar a las nuevas generaciones, no solo a sus hijos.”
Sobre el trabajo de los académicos autores del libro señaló: “Las conclusiones a las que se llega pretenden sanar la lacra de la desigualdad y, como consecuencia, de la violencia. (…) “Creo que, como demuestran las investigaciones, la igualdad debe lograrse en la diversidad. La igualdad, no porque las mujeres asuman comportamientos masculinos, sino porque las puertas del campo de juego están abiertas a todos los jugadores, sin diferencias de género (ni de color, religión o cultura). Es lo que los economistas llaman diversidad eficiente.”
Antes de finalizar, conviene añadir tres temas muy propios de las cualidades femeninos: la capacidad de cuidar, la crianza de los hijos y la educación. El Papa los señala en los siguientes párrafos.
“Es bonito pensar en un mundo en el que todos viven en armonía y todos pueden ver reconocidos sus talentos y contribuir a un mundo mejor. La capacidad de cuidar, por ejemplo, es sin duda un rasgo femenino que debe expresarse no solo en el seno de la familia, sino igualmente y con éxito en la política, en la empresa, en el mundo académico y en el trabajo.”
“La capacidad de cuidar debe ser expresada por todos nosotros, hombres y mujeres. Los hombres también pueden cultivar esta capacidad en la crianza de los hijos: qué hermosa es la familia en la que ambos padres: madre y padre juntos, cuidan de sus hijos, los ayudan a crecer sanos y los educan en el respeto de las personas y de las cosas, en la bondad, en la misericordia y en la protección de la creación.”
“También me gusta la mención a la importancia de la educación. La educación es la vía principal, por un lado, para dotar a las mujeres de las habilidades y los conocimientos necesarios para afrontar los nuevos retos del mundo laboral y, por otro, para facilitar el cambio de la cultura patriarcal aún imperante. Desgraciadamente, todavía hoy, unos 130 millones de niñas en el mundo no van a la escuela. No hay libertad, justicia, desarrollo integral, democracia ni paz sin la educación.”
Estas palabras tan ricas y positivas son una pequeñísima cantidad frente a los miles de mensajes enviados a las mujeres, sin embargo, no se trata de cantidad sino de calidad, no se trata de revanchas sino de construcción colaborativa, no se trata de azuzar rencores sino de abrir el corazón al perdón y a la fortaleza de recuperar el auténtico papel de la mujer en todos los campos.
Las mujeres hemos de darnos nuestro lugar, pero cuidar de no envenenarnos con mensajes y propuestas negativas y degradantes.
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