México y esperanza

¿Qué nos ofrece hoy México para apoyar nuestra esperanza? Y ¿cuál es el contenido de nuestra esperanza? 

Empezaré por lo segundo. La esperanza busca el bien y eso estimula porque en esta tendencia todos coincidimos. Además, gozar de bienes produce satisfacción y evita robos o envidias, aunque esto no puede ser garantía, desgraciadamente existe la avaricia de quien no se satisface y siempre desea más. También esperamos que no nos engañen y eso es bueno porque es una muestra de nuestra sed de verdad.

Sin ir a detalles podemos quedarnos en los legítimos deseos de construir un ambiente donde se cuide la verdad y el bien. Eso garantiza muy sólidas bases, aunque muchas veces esos propósitos solamente quedan en promesas expuestas en astutos parloteos. 

A partir de esta doble finalidad: verdad y bien. No importa repetirlo. Podemos ver la situación actual en nuestro país y en el entorno, para distinguir los recursos favorables a la democracia, tanto humanos como ambientales. Verificar su aprovechamiento y mejorarlo si fuera necesario. Además, también detectar las carencias para remediarlas.    

Muchos datos los conocemos por el ambiente en el que nos movemos y, la mayoría de los otros datos los obtenemos gracias a los contenidos de los medios de comunicación, cada vez más variados y ricos. Nuestra finalidad no se ha de quedar en el mero conocimiento sino en la evaluación de ellos. Especialmente conviene observar los enfrentamientos con la finalidad de contrarrestarlos con una actitud fraternal y reparadora para poner cimientos a la construcción de la paz.

Desde el sexenio pasado contamos con el recurso de las mañaneras. Hasta ahora el estilo de ese medio viene del ejecutivo y, públicamente allí asegura que gobierna el pueblo. Por lo tanto, hemos de aprovechar la coyuntura e intervenir para dar a conocer nuestras propuestas. Para hacerlo real, será necesario adquirir la visión amplia del mosaico inmenso del país.

La tentación puede dominarnos y sólo ser voceros de los sucesos próximos o de los más afines. Eso tampoco resolverá y sí dividirá mucho más de lo que ya lo estamos. No podemos hacer lo mismo de siempre, el pueblo debe ser absolutamente inclusivo. Para eso se necesita saber, estar preparados, meternos en los caminos de la educación, asimilarla y aplicarla.

Necesitamos ser un pueblo preparado, contamos con muchas aptitudes, pero es necesario solidificarlas y adquirir las que necesitamos. Sin educación no podemos conseguir un buen trabajo, sin él no podremos sostener nuestra familia, no podremos desarrollarnos al ritmo del tiempo presente. Esta es la primera demanda. Si de verdad el pueblo ha de gobernar hoy, necesitamos un pueblo con sabiduría real y competitiva.

La educación nos lleva a la honestidad, a la laboriosidad y a otros beneficios. Y así estaremos logrando una finalidad que lleva de la mano a las otras: la verdad y el bien. Seremos expertos en nuestra profesión y además tendremos la capacidad de rebatir a los ignorantes y la bondad de inducirlos a salir del estado en el que se encuentran.

El trasfondo de todo esto es: si somos un pueblo que gobierna hemos de estar capacitados para esa función. Sin esto lo único real será la demagogia. Para fomentar nuestra esperanza hemos de ser un pueblo educado especialmente sensibles y exigentes para los temas propios de una sociedad civilizada. Es imprescindible hacer realidad lo que hasta ahora es una incipiente ilusión.

Desde luego hace falta rescatar nuestra historia: la verdadera con sus más y sus menos, allí también aparece la verdad. Y no la fabricada por una visión oficial convenenciera que presenta buenos sólo a los cercanos y malos a los de posturas diferentes. Conocer los aciertos será un punto de partida y conocer los desaciertos una fuente de experiencia. Todo es aprovechable.

De ciudadanos formados saldrán familias autosuficientes y profesionistas aptos y creativos. La aptitud se adquiere con disciplina escolarizada, la creatividad se incentiva con la educación, pero es evidente que en México este rasgo es muy rico en nuestro pueblo. Este es un gran punto de partida muy valioso. Lograremos mejorar el régimen si contamos con personas éticas que se conviertan en dirigentes virtuosos: honestos y justos.

Una solicitud actual del gobierno consiste en pedir que el pueblo decida por medio de votaciones sobre cuestiones muy específicas y trascendentes. Si el pueblo no entiende el asunto aceptará a ciegas la inducción del gobernante.  Esto es en realidad una elección fraudulenta.

No podemos permitir la existencia de abogados que estudian el Derecho para conocer los resquicios que les permitan cometer fraudes, ni políticos que practiquen el arte de impedir al pueblo hacer lo que les corresponde.

Un pueblo educado detecta todos esos peligros y tiene además la capacidad para encontrar soluciones. No es un colectivo fácil de manipular. Con la educación el pueblo encuentra argumentos para denunciar cualquier intento de corrupción o de autoritarismo. Por el contrario, sin educación el pueblo deja paso al autoritarismo. 

La educación propicia argumentos para defender la vida humana, para demostrar la dignidad humana, para explicar la importancia de la familia, para revalorar el papel de la mujer y el papel del varón en la familia y en la sociedad, para detectar el mejor modo de tratar a los niños y a los adolescentes. Cuestiones todas de suma importancia. Además, y no es poco, facilita argumentos contra la imposición de las ideologías.

Un pueblo educado es sólido, un pueblo carente de educación está desprotegido e impedido para salir adelante. 

Por lo tanto, la educación es un factor imprescindible para hacer posible nuestra esperanza y sostenerla. 

Una conclusión, fruto de la esperanza, es no ver a corto plazo, sino tener horizonte amplio, abierto al futuro, con capacidad para educar a todas las generaciones.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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