Nacionalismo mexicano

México siempre fiel

“México siempre fiel”, palabras inolvidables que Juan Pablo II pronunció en la Catedral Metropolitana, en enero de 1979, durante su primera visita a México.


 


Estamos iniciando este año de 2018, seguramente con la frescura que imprimen los comienzos de nuevas andaduras. Pero ese buen idealismo viene bien complementarlo con aquellas palabras de Juan Gabriel: “en el mismo lugar y con la misma gente”.

Por lo tanto, es de desear que nuestros propósitos vayan en la línea del deseo de San Juan Pablo: nos hagan más fieles, en el mismo lugar y con la misma gente.

Para llevar a cabo esos planes hemos de recordar un sabio refrán: “el que a buen árbol se acerca, buena sombra lo cobija”. Y buena sombra nos proporcionan las palabras que el Papa Francisco pronunció la noche del 31 de diciembre, las ideas que Viktor Orbán expuso al pueblo húngaro con motivo del fin del año y el ejemplo de congruencia del pueblo polaco.

En la Basílica de San Pedro, antes del Te Deum, Su Santidad expresó su agradecimiento para los ciudadanos que cumplen con su deber día a día. Aunque se refería a los romanos, allí nos podemos incluir también nosotros que desempeñamos labores cotidianas, que no son noticia pero hacen posible el bienestar de los miembros de nuestra familia y también, de los destinatarios de nuestros servicios.

Aplicó unos calificativos muy bellos que podemos adoptar y nos ayudarán a lograr las metas: “artesanos del bien común, que aman a su ciudad no con palabras sino con hechos”. Ante la próxima votación del mes de julio, para elegir el nuevo gobierno, hemos de ser artesanos del bien común de México. Tenemos la responsabilidad de actuar y de no evadir las consecuencias de lo que hagamos.

Francisco señaló el modo de proceder y dijo: “todas aquellas personas que cada día contribuyen con gestos concretos, pequeños pero preciosos, al bien de Roma: buscan cumplir mejor con su deber, se desplazan en la circulación con criterio y prudencia, respetando los lugares públicos y señalan  lo que no va bien, están atentas a las personas mayores o con dificultades. Estas personas, añadió, no lloran entre ellos mismos, ni albergan resentimiento ni amargura, sino que se esfuerzan por hacer su parte todos los días para mejorar un poco las cosas”.

Pues ya tenemos el modo de lograr. Cada uno de nosotros ordene esos consejos de acuerdo a lo que nos venga mejor, pero sin dejar ninguno.

Hemos de mejorar en el amor a nuestras raíces, a nuestra cultura, a nuestra patria. Por eso, el mensaje navideño del Presidente de Hungría, Viktor Orbán, nos  muestra no un discurso políticamente correcto, sino un reconocimiento sincero de su historia, de un pasado al que no deben ignorar: “El cristianismo es una cultura y una civilización. Vivimos de ello. No es cuestión de registrar cuántas personas van a la iglesia o cuántas oran honestamente. La cultura es la realidad de nuestra vida diaria. La cultura cristiana define nuestra moralidad cotidiana (…) Amarnos significa proteger todo lo que somos. Amarnos significa que amamos a nuestro país, a nuestra nación, a nuestra familia, a la cultura húngara y a la civilización europea. (…) No queremos celebrar nuestras fiestas navideñas con miedo y angustia. No queremos que nuestras mujeres y  nuestras hijas sufran agresiones en la víspera del Año Nuevo.”

Estas palabras nos ayudan a reconocer nuestra historia, a no falsearla, a valorar lo propio. Así habrá solidez de cimientos y podremos forjar nuestro futuro. Tendremos la capacidad de estrechar lazos con otros pases, pedir ayuda o ayudar sin permitir intromisiones. También romperemos con el lastre de la simulación o del atávico ocultamiento de la fe que profesamos.  

Por último, el ejemplo del pueblo polaco es innegable. Juan Pablo II nos dijo que de su pueblo se decía “siempre fiel” y, eso mismo deseaba se dijera del nuestro. Pues revisemos cómo actúan.

Polonia vive la democracia y la economía de mercado. Es miembro de la Unión Europea y asociada a la NATO, como la mayoría de los países europeos.

Respeta sus raíces nacionales, lleva con orgullo su religión católica y corona a Cristo como Rey de Polonia. Expresa abiertamente la fe sin temor a que alguien se ofenda o a discrepar con el laicismo. En Polonia hay seguridad, no hay ataques yihadistas.

Polonia que no se sometió al nazismo ni al comunismo, tampoco deja que le arranquen sus valores: la familia, la educación, la patria, la fe.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

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