Practicamos la dimensión relacional desde el momento de ser engendrados. En el seno materno desarrollamos una relación vital con nuestra madre. Al principio es más pasiva que activa para el bebé. La criatura engendrada poco a poco experimenta que sus movimientos producen respuestas y aprende a enviar mensajes para obtener de su madre la satisfacción de sus necesidades.
La realidad de establecer vínculos con los demás es innegable y muestra la dimensión social de las personas. El desarrollo armónico de una persona no es individualista ni socialista, eso no es disyuntivo sino incluyente de ambas actividades. Mutuamente se complementan y desarrollan. Con terribles consecuencias esta realidad se elimina en una fecundación in vitro, pero este no es el tema, sólo lo subrayo.
La madre al experimentar esta inaudita comunicación ha de reflexionar en su trascendencia. Son cimientos, son experiencias básicas para la apertura a los demás. Las experiencias, todas, en esta etapa encuentran terreno virgen, por eso no hay distractores, son inéditos. Aparecen los primeros surcos sin compartir con otros pues son los primeros. Ahí quedan para siempre. E influirán siempre.
La madre algo intuye, sin embargo, es preciso ayudarle a descubrir su papel trascendente en esta realidad tan natural. Está iniciando a su criatura en las variadas relaciones humanas, ninguna se escapa, todas están incluidas en germen, así principia la conciencia social base de la responsabilidad social. Allí se forja la tendencia a la colaboración. Esto es peldaño para la conciencia ciudadana.
Hay mucha publicidad en contra de la maternidad. La antilógica característica de nuestra era ataca cuestiones de sentido común y van al deterioro del autoconocimiento de la persona humana, es el caso de la maternidad que a la luz del feminismo en lugar de valorarla como una propiedad para conservar nuestra especie se utiliza para atacar la relación hombre y mujer y la interpretan como una imposición machista. Pero este es otro tema, también sólo lo subrayo.
La maternidad tiene la capacidad de introducir a su bebé en el mundo circundante y es puente para ponerlo en relación con otras personas, especialmente con el padre, que en circunstancias ordinarias está muy pendiente del embarazo de su mujer y desde su protagonismo vive nuevas experiencias.
La gestación no solamente tiene síntomas en la madre, también el padre como corresponsable las tiene. Ella experimenta los síntomas físicos, pero ambos sufren los de la espera, acompañada de ansiedad, insomnio, la esperanza de no tener complicaciones. Todo ello unido a cierta inseguridad ante su acierto para conducir a esa nueva criatura.
Toda mujer ha de vivir el orgullo de su protagonismo extraordinario con la maternidad. Contribuye a la expansión de la sociedad, es la primera educadora de las criaturas que se desarrollan en su seno y generalmente continúa como principal guía de sus hijos a quienes pone en contacto primero con el padre y luego con los demás miembros de la familia.
La mujer ha logrado, no sin sortear grandes batallas, el reconocimiento de su lugar en la sociedad. Cada vez más ocupa diversos puestos con un gran desempeño. Sin embargo, ha de valorar su poder generativo porque, como hemos visto, desde la maternidad su repercusión social es insustituible tanto para propagar la vida como para forjar ciudadanos.
Hasta ahora el estudio de la relación del feto con su madre ha observado los aspectos biológicos y psíquicos, sin considerar suficientemente los sociológicos que también existen. La madre se relaciona con el hijo en su seno, pero también le conecta con los demás al compartir sus reacciones cuando trata a los demás, especialmente al padre.
El bebé va captando los distintos encuentros por el modo como la madre los vive. Y se va familiarizando con un entorno poblado con quienes el bebé interactúa a través de su madre. Detecta cercanías amables y otras desagradables, al percibir las reacciones de ella. Sabe de soledad y de compañía. Capta también cantidad: pocos o muchos.
Todos los cuidados que ponga la madre en la relación con el bebé van al subconsciente y eso es el antecedente de la conciencia general y en específico de la conciencia ciudadana. Los efectos que la madre desencadena son una muestra del poder que tiene. Esto es una señal de la importancia y necesidad de los cuidados durante la maternidad.
La atención prenatal es parte de un proceso para fomentar la salud de la madre, del feto y de los miembros de la familia. Un precipicio que se predice es la aplicación de vientres de alquiler o la de úteros artificiales, para evitar a las madres molestias del embarazo, con la privación de tantas relaciones naturales entre la madre y la criatura engendrada.
El argumento de eliminar, con los recursos artificiales, los mensajes negativos que la madre pueda transmitir no son adecuados, pues incluso esas experiencias fomentan cierta capacidad para sortear los problemas que esa criatura inevitablemente tendrá que afrontar a lo largo de su vida.
Este panorama bien calibrado por la madre gestante y con la colaboración del padre será un aliciente para cuidar su salud física y espiritual. Cuidar la alimentación, el ejercicio, el trabajo, el descanso. Sobre todo, aprovechar esa circunstancia para compartir con el cónyuge sus estados de ánimo, temores y esperanzas.
La ocasión de fortalecer la unión entre los cónyuges es de mucha importancia porque crecerán juntos y experimentarán la trascendencia de sacar adelante esa nueva responsabilidad.
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