La libertad es un valor porque muestra una perfección real, todos los seres humanos tenemos libertad como un punto de partida para nuestro quehacer diario.
Reitero que la familia conserva y forma en valores. Porque los valores se tienen, pero hay que aprender a respetarlos y a vivirlos. Esto se hace primordialmente y sólidamente en la familia. De allí la gran responsabilidad de esa sociedad natural. No querer formar una familia o renegar de la que se tiene es como una estocada que uno mismo se mete en el corazón.
Pueden enojar algunos sucesos vividos en la familia, y ese enojo resulta justificable. Pero gracias a la capacidad de reflexión, podemos reconocer que todos los integrantes de ese hogar cooperamos con nuestros defectos, y cuando estemos exentos de culpa nos toca restablecer las relaciones y resanar heridas. Las familias son imperfectas porque sus miembros lo son.
Una de las cuestiones más admirables de estos tiempos y, especialmente de la juventud, es la sensibilidad para defender la libertad. El afán de considerarla y de defender la de los demás es una realidad importantísima. Con la libertad es posible ser uno mismo y no un títere, es posible también el auténtico desarrollo del propio potencial y no ser una caricatura de otros.
Pero la libertad no es un invento personal, ni un planteamiento en donde manifestamos nuestro ingenio o creatividad. Tampoco es una palanca para hacer lo que nos da la gana, o un escudo para impedir la relación con otras personas que en determinado momento nos parecen inoportunas o metiches.
La libertad es un valor porque muestra una perfección real, todos los seres humanos tenemos libertad como un punto de partida para nuestro quehacer diario. Pero también la libertad está bajo nuestra custodia, pues es una perfección posible. Esto quiere decir que ha de desarrollarse, y lo bueno solamente se desarrolla en el bien. Si se le contamina con el mal la libertad se deteriora, se empaña, se atrofia.
La definición de libertad es: autodeterminación al bien debido.
La autodeterminación es posible cuando las personas alcanzan un suficiente grado de madurez con el paso del tiempo, la experiencia y una buena orientación respecto a la conducta. Los niños tienen el valor de la libertad, pero no la saben aplicar porque ni siquiera saben exactamente cuál es su significado, no han vivido lo que es tomar una decisión trascendente. Las determinaciones tomadas gracias a la libertad dejan unas huellas vitales.
Precisamente para conducir a la madurez están los padres –en primer lugar– y otros adultos, de modo que poco a poco los pequeños van decidiendo y forjando su autonomía. Con estas elecciones guiadas, los niños van dando pasos para llegar a la auténtica autodeterminación, una vez alcanzada esa meta se muestra un notorio desarrollo intelectual y volitivo, por lo tanto, ya aparecen elecciones y ejecuciones adecuadas. Los padres no deben perderse de ser testigos y promotores de este maravilloso proceso.
La autodeterminación no es capricho, no es salirse con la suya, no es dejar hacer por temor a un berrinche morrocotudo. En la autodeterminación debe aparecer la capacidad de elegir tomando en cuenta pros y contras. Advirtiendo que al elegir algo se desechan muchas cosas. Además, como ya hay experiencia de vida, se pueden prever consecuencias tanto si se hace bien como si se daña. En el segundo caso deben aceptar que tendrán que reparar.
Además de la autodeterminación, la libertad se desarrolla eligiendo el bien debido. Cuando se elige algo nocivo e indebido la libertad se deteriora, el proceso perfectivo se estanca. Si ese tipo de elecciones se repiten la libertad se traba. Nunca desaparece, pero se atrofian sus funciones. Es como tener una balanza de precisión sobre la cual se colocan kilos de plomo. Pierde su sensibilidad.
Un problema es dilucidar qué quiere decir bien debido. Para un niño pequeño el bien debido es juguetear todo el día con su mascota, y altera la paz del hogar si se le contradice o se le exigen sus deberes: No quiere ir a dormir cuando es la hora, ni comer lo alimenticio sino lo atractivo. Parecería que el ben debido es una utopía.
Sin embargo, el bien debido está por encima de las preferencias personales o de los caprichos, en el peor de los casos. El bien debido consiste en la realización o la conservación de todo aquello que beneficia profundamente a las personas y a las criaturas a nuestra disposición. Deja un hábito que inclina a seguir mejorando. Esa mejora es explícita y fomentará otros bienes.
Hace falta considerar la palabra “debido”. Es una demanda del bien que le compete a cada uno según el lugar que ocupa en su entorno, según su preparación y según los compromisos adquiridos. Lo debido guarda una relación importante con la colaboración pues se trata de un bien que se disfruta en la comunidad, es lo opuesto al bien individualista.
En la familia, el niño aprende que lo debido es respetar lo que pertenece a sus hermanos, y cuando piense usarlo ha de pedir permiso al dueño. Y conformarse si no se lo presta. Si es hijo único hay que procurarle esas experiencias y enseñarle a no usar lo de sus compañeros de la escuela si no les pide permiso.
En la familia todas esas circunstancias son muy claras. Unos son los padres y han de ejercer como tales, asumiendo la responsabilidad de sacar adelante lo que han fundado. Su bien debido es hacer lo que les corresponde, primordialmente impulsar el desarrollo de sus hijos, enseñándoles a hacer el bien que a su vez les corresponde: estudiar, cuidar los útiles que ocupan, relacionarse bien con los hermanos, ayudarles, etcétera.
En el modo como viven sus deberes, los padres descubren las tendencias buenas y malas. Algunos son diligentes y otros no. Unos alegres y emprendedores y otros no. Con estos datos los padres pueden impulsar o corregir justamente, y así, desarrollan en los hijos el bien debido. Esta educación tan acertada está dotando a los hijos de una buena orientación para el recto ejercicio de la libertad.
Por eso, la presencia activa de los padres en el hogar es insustituible.
En la concepción de la libertad hay un error muy grave y desgraciadamente generalizado. Se identifica a la libertad con independencia, con mantenerse desvinculado. Consideran que los vínculos impiden la libertad. Esto es totalmente desacertado.
El núcleo de la libertad es la buena elección. Y es libre quien elige una buena vinculación. En el caso de los niños elegir por amigos a niños ordenados, estudios, de buenas costumbres. Y, si les atraen niños desobedientes o mentirosos, ayudarles a ver los inconvenientes de esa relación.
También se desarrolla la libertad cuando se elige una buena desvinculación. Esto sucede cuando los niños se dan cuenta, orientados por sus padres, que el amigo que eligieron en la escuela acostumbra quedarse con lo ajeno y les incita a hacer lo mismo.
Si los niños crecen con estos aprendizajes, sabrán actuar libremente durante su vida, porque lo que bien se aprende no se olvida.
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