Lección incómoda del COVID-19

Oscilamos del bien al mal y viceversa. Hay quienes reaccionan con sencillez y reconocen sus errores, piden perdón y hacen esfuerzos por mejorar. Hay otros con conductas opuestas. Se construyen caminos de unión y de separación.


Aprender de la pandemia


Ante lo inesperado, el ser humano muestra sus aspectos más genuinos. No hay simulación ni influencias externas que se impongan, las reacciones de las personas aparecen sin disfraces ni maquillaje. Estamos viviendo una experiencia superior a cualquier raza, nacionalidad, educación, expectativas o edad. Mostramos lo que somos.

El COVID-19 nos ha desvestido, y algo indiscutible es la necesidad de aprender para encontrar modos para defendernos: la vida por delante. Después, pero sin tardanza profundizamos en cómo somos, cómo es nuestra vida. Por eso, lo primero ha sido la movilización en el campo de la medicina, para dar paso a la confirmación de quienes somos y como estamos constituidos. Esto último evidencia la verdad y acorrala los errores.

Todos coincidimos al palpar nuestra vulnerabilidad, no lo sabemos todo ni lo podemos todo. La soledad es aniquilante, necesitamos la ayuda mutua, ha surgido inmediatamente la solidaridad. Hemos buscado datos para ver qué saben los demás y qué procedimientos les han dado resultado.

A la vez aparece el claroscuro de la generosidad y del ocultamiento en beneficio propio o de algunos pocos cercanos. El claroscuro del cuidado de nuestros seres queridos y del egoísmo acompañado de malos modos demandando atenciones exageradas. Oscilamos del bien al mal y viceversa. Hay quienes reaccionan con sencillez y reconocen sus errores, piden perdón y hacen esfuerzos por mejorar. Hay otros con conductas opuestas. Se construyen caminos de unión y de separación.

Encontré un artículo, bien documentado, me llamó la atención y lo reproduzco. Resulta políticamente incorrecto, pero sus datos muestran la realidad al desnudo, sin interpretaciones. Lo publicó una página web peruana, “Tradición y acción”, el 30 de julio de 2020, a propósito de las terapias aplicadas contra el COVID-19. Independientemente de los postulados de las feministas y de los ideólogos de los movimientos LGBT, los tratamientos contra el actual virus muestran que los hombres son hombres y las mujeres son mujeres, no hay trans.

La pandemia actual confirma lo que ya se había encontrado durante las epidemias anteriores de SARS-1 en 2003 y de MERS en 2016: los hombres y las mujeres reaccionan de manera muy diferente frente al virus. Esto por una razón muy simple: su sistema inmunológico no es igual.

Elena Meli dio a conocer en el “Corriere della Salute”, del 20 de mayo de este año, que las mujeres no se defienden de las infecciones del mismo modo que los hombres. Ellas tienen un sistema inmunitario sumamente eficiente, pero si las defensas se descontrolan, pueden convertirse en un grave problema. Así, las mujeres corren un mayor riesgo de padecer enfermedades autoinmunes. Por esta razón, aunque el sistema femenino contra los gérmenes es más potente que el de los varones, el 80% de los pacientes con enfermedades autoinmunes son mujeres.

La diferencia de reacción entre los sexos se ha comprobado con la actual pandemia, dice el profesor Carlo Selmi, responsable de Reumatología e Inmunología Clínica en el Hospital Humanitas de Milán. Los dos sexos sufren de manera diferente y el COVID-19 no es una excepción. Éste es otro caso de enfermedad infecciosa en la que los hombres tienen peores resultados que las mujeres. Hombres y mujeres responden de manera diferente al SARS-CoV-2, como ya había sucedido en el caso del SARS-1. El Prof. Selmi acaba de publicar un interesante libro dedicado al sistema inmunitario femenino: Fortissime per natura (Piemme, 2020).

Desde el comienzo de esta pandemia se ha observado que, en todas partes, los hombres mueren más del doble que las mujeres. “Esto se debe a una combinación de factores: genes, hormonas, sistema inmunitario y comportamiento, que son diferentes entre hombres y mujeres, explica la profesora Jenny Graves, catedrática de Genética de la Universidad La Trobe en Melbourne. Los hombres y las mujeres son biológicamente diferentes, son diferentes en sus cromosomas y en sus genes. (…) Son las hormonas, producidas a partir de una herencia genética diversa, las que controlan las muchas y obvias diferencias entre hombres y mujeres (…) e influyen en sus respectivos comportamientos. Esta profesora australiana afirma: Las diferencias entre los sexos determinan diferencias en la frecuencia, gravedad y en el tratamiento de muchas enfermedades. El caso del COVID-19 cae dentro de este criterio (…) que es común a todos los mamíferos.

Un estudio de 5700 pacientes con COVID-19 ingresados en hospitales de Nueva York mostró que el 61% eran hombres. Además, la tasa de mortalidad masculina es casi el doble que la femenina. Por más que se repita el eslogan las mujeres trans también son mujeres, su funcionamiento biológico dice lo contrario: son varones.

El nuevo coronavirus tiende a afectar a los hombres mucho más severamente que a las mujeres –explica Laura Geggel en “Live Science”– y es posible que las hormonas sexuales estrógeno y testosterona puedan desempeñar un papel, según investigaciones previas sobre enfermedades respiratorias. O tal vez sea porque el cromosoma X (las mujeres tienen dos, mientras que los hombres solo uno) tiene una mayor cantidad de genes relacionados con el sistema inmunológico, lo que fortalece a las mujeres. El mismo fenómeno ya se había observado en la epidemia de MERS (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente), un SARS que golpeó el Medio Oriente en 2016, matando a muchos más hombres que mujeres. Bromeando, los árabes lo llamaron la gripe de los hombres.

Estos son unos cuantos ejemplos de las múltiples publicaciones académicas.

Llama la atención la contradicción de la feminista española Elena Marbán que defiende la igualdad de géneros y ante el coronavirus pide un trato desigual según el género, en una publicación de isglobal.org.

 

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