El deterioro de un pueblo empieza por el deterioro de las familias, algunas encubren su deterioro viviendo bajo el mismo techo, pero con una separación espiritual asfixiante.
La familia es una institución única porque está diseñada para arropar la vida de los seres humanos. Es el entorno propio y adecuado a la que cada persona está llamada. Allí la dignidad humana queda totalmente protegida siempre que se cuiden las características auténticas de la familia. También, cuando no se deforma su esencia, hace posible el desarrollo. Por eso, se puede decir que es camino y es escuela.
La esencia de la familia es la de una sociedad formada por personas y para las personas, pero no inventada por las personas, porque la familia surge al mismo tiempo en que aparece la primera pareja de la tierra, formada por un hombre y una mujer. Por lo tanto, las peculiaridades de cada familia sí son propias del modo de ser da cada uno de los integrantes, pero la esencia es la misma para todas las familias y la persona no tiene poder para modificarla, o cuando lo hace transgrede un orden fundamental y se hace daño.
Las auténticas características de la familia están para proteger la dignidad humana. Son la unidad y la indisolubilidad. Tampoco las eligió el ser humano, se las dieron como principios para que la creatividad de los habitantes de las respectivas familias den su toque peculiar a la unidad y a la indisolubilidad.
Entre las múltiples ocasiones en que el papa Francisco ha hablado de la familia, una de ellas es: “grupo de personas llenas de defectos, que Dios reúne para que convivan con las diferencias y desarrollen la tolerancia, la benevolencia, la caridad, el perdón, el respeto, la gratitud, la paciencia, el derecho, el deber, los límites, en fin que aprendan a amar: haciendo por el otro lo que le gustaría que hicieran por sí mismos. Sin exigir de ellos la perfección que aún no tenemos. No nacemos donde merecemos sino donde necesitamos evolucionar”.
La meta para formar la propia familia es muy alta porque es un ámbito donde cada persona ha de crecer para bien, pero partiendo de la realidad de que cada ser humano tiene defectos y no todos se corrigen. Además, las diferencias no necesariamente son reflejo de deficiencias y, sin embargo, pueden ser motivo de incomprensiones. Esta es la razón de todos los calificativos del párrafo anterior.
La unidad y la indisolubilidad son dos características frágiles que pueden sufrir deterioro en el día a día, pero si se recompone de inmediato, las personas crecen en sensibilidad, valentía respeto y capacidad de perdón. Estos resanes a tiempo hacen mejores a las personas. Si por el contrario se ofenden, guardan el resentimiento y no dan pie a la rectificación, la brecha se hace grande y a veces muy difícil de recomponer. Por eso es importante estar alerta.
De todos modos, si los cónyuges se descuidan y llegan a un distanciamiento que parece imposible de resanar, es necesario recurrir a la benevolencia y a la responsabilidad de asumir los derechos y los deberes, con heroísmo. Pero para conservar la unidad es preciso ver primero los derechos de los demás. Seguir el plano inclinado descendente y no rectificar es una cobardía que empobrece al padre, a la madre y mucho más a los hijos, porque heredan un futuro lleno de sombras, de escepticismo y de inseguridad.
En casos más delicados, hay que recordar los aspectos positivos que originaron la unión conyugal. Luego reconocer los errores al afrontar o soslayar las exigencias y responsabilidades cotidianas de la vida familiar práctica. Además, complicadas con el entramado de obligaciones, intereses y condicionantes que vienen del mundo profesional, económico, cultural y educativo. E ir resolviendo los problemas de los distintos campos sin hacer una mezcla de todos que sólo complica las soluciones.
La familia es camino y escuela. Es camino porque la convivencia íntima con personas diferentes enriquece la personalidad porque se descubren modos distintos de captar las cosas, también diferentes preferencias y maneras de resolver los asuntos. La elección de distintas profesiones hace ver lo necesarias que son para mejorar el sistema de vida y el enriquecimiento de la cultura. Pero, todo eso es real si se dedican tiempos a la convivencia y a interesarse unos por otros.
Especialmente se hace más fácil recorrer la vida cuando se tiene un sitio al que se pertenece, donde hay espontaneidad y facilidad para satisfacer las necesidades cotidianas y realizar las actividades más simples y naturales como puede ser el modo de descansar, la facilidad para expresar anhelos, deseos o temores, y sentirse escuchado y comprendido. Por eso es importante fomentar la acogida por la donación generosa, y fomentar el respeto cuando los demás necesiten del silencio.
La familia es escuela porque los hijos atesoran de su familia de origen una serie de experiencias que les servirán de plataforma para formar su propia familia, cuando llegue el momento. Por ejemplo, cómo se comparten los momentos dolorosos: si hay solidaridad y se sufre en compañía, sin culpar a los demás de las desgracias. Por eso, la unidad es necesaria porque se puede hacer compatible con las alegrías, las penas, los trabajos o las pruebas.
El deterioro de un pueblo empieza por el deterioro de las familias, algunas encubren su deterioro viviendo bajo el mismo techo, pero con una separación espiritual asfixiante, sin interesarse unos por otros, cubriendo apariencias, poniendo sus afectos en otras personas. Esta simulación no es camino ni escuela.
Mucho peor es el divorcio porque se priva del derecho de los hijos a tener un padre y una madre bajo el mismo techo. Aunque, a veces se recomienda el divorcio como un mal menor. En este caso se requiere de los padres la honradez de no criticar al otro cónyuge con el fin de ganarse para sí a los hijos.
El deterioro social ha debilitado a las instituciones. Actualmente la familia está bombardeada y esto es gravísimo. Cada uno ha de salvar la suya.
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