Este tiempo de reclusión es la magnífica oportunidad de revalorar la propia familia y las cualidades de cada uno de sus miembros.
En la Asociación “A favor de lo mejor” analizaron el contenido de los medios de comunicación, y se propusieron animarnos a difundir las buenas noticias. No se trata de presentar un mundo color de rosa, pero sí de no excluir lo mucho de bueno que sucede. Y eso, es ejemplar, alentador, admirable e imitable, porque se promueve siempre lo mejor, como es su lema.
Esta propuesta, además de adoptarla los profesionales de la comunicación, es urgente incorporarla a toda relación informal, a nuestro modo de hablar. Lo más fácil es ver los sucesos negativos y desahogarlos para ver si alguien nos ayuda o al menos nos compadece y disculpa el mal humor. Este modo de actuar es más fácil vivirlo, y desgraciadamente provoca reacciones semejantes, una cadena de malas noticias. Contagiamos malestar.
La familia tiene mucho que hacer en este asunto. De hecho, la comunicación inicia en casa. Desde el origen de la humanidad, en ese ámbito se conservó la memoria histórica de los antepasados, de las alianzas familiares para forjar los poblados, de la distribución de actividades para satisfacer las distintas necesidades. Así nacieron las costumbres, totalmente unidas al entorno físico y humano.
Es un arte narrar. El contenido ha de interesar y ayudar a quien escucha. Hay personas mejor dotadas para comunicar, pero como se trata de un arte, se puede aprender. El punto de partida es ofrecer un contenido interesante, pero no caer en la trampa de sólo deslumbrar, también ha de ayudar a mejorar en el desempeño de las tareas o a descansar. Allí está el equilibrio.
En casa hemos de lograr ambos fines, porque desgraciadamente hay quienes prostituyen la comunicación con contenidos degradantes. También de eso se debe hablar en la casa para estar alerta ante lo que puede atraer y dañar.
La cercanía de los miembros de la familia es un fuerte punto de partida para asegurar el interés. Pero es necesario propiciar los momentos oportunos para conversar. La magia de estas reuniones recupera el origen de la comunicación. Así inició antes del invento de libros, revistas o diarios. También así iniciaron todos los géneros. La poesía al compartir los sentimientos, los sueños. La historia al recordar a los progenitores de los progenitores. La literatura al dar a conocer los escritos de personas especialmente dotadas. La ciencia para difundir los hallazgos del conocimiento…
Muchas veces las historias de vidas ejemplares son el mejor modo de fomentar la vida virtuosa, la vida emprendedora, la vida como don para los demás. También las novelas son un modo de articular hechos con el ingenio creativo. De allí surgen grandes obras que desentrañan lo más íntimo del ser humano y, por eso, son atemporales y a-espaciales, siempre contienen un mensaje. Siempre hacen pensar y sacan de la pasividad.
Cuando en la familia, se cuidan los momentos de conversación, mejora el conocimiento mutuo, los intereses, los enfoques. Conviene escuchar a todos, propiciar las oportunidades y equilibrarlas, para que nadie deje de participar. Los padres han de estar pendientes de fomentar esos ratos de manera grata, interesante y formativa. Enseñar a escuchar puntos de vista opuestos, comprenderlos.
Las experiencias vividas por los demás amplían el horizonte y descubren puntos de vista y circunstancias a las que no todos tendrán oportunidad. El mundo se ensancha y descubrimos entre los miembros de la familia aptitudes complementarias. Los padres han de abrir esa panorámica porque muchas veces los adolescentes y los jóvenes tienden a magnificar sus intereses y despreciar las de los demás.
Por supuesto, aprovechar los recursos que la tecnología ofrece. Las narrativas de las películas, de las series, de los noticiarios. Dosificar los tiempos y los contenidos, hablar de ellos. Los temas fantásticos también ayudan a conocer los intereses y la capacidad de relacionar imaginación con realidad. Descubrir los mensajes evidentes y ocultos. Pensar en las consecuencias y en la oportunidad de acceder a ciertos temas de acuerdo a la edad y a la preparación. La huella que pueden producir mostrará la sensibilidad de cada uno.
En esta época de confinamiento, es necesario redescubrir las bondades de la conversación. Los intereses pueden ampliarse: la salud, la muerte, la soledad, la solidaridad, la política, las profesiones de servicio, y tantos aspectos que ahora han pasado a un primer plano. Es muy importante crecer aprovechando los mensajes de las circunstancias inéditas que estamos viviendo.
La narrativa se ha de incorporar a tantos desafíos nuevos. Entender otros modos de actuar, distinguir la oportunidad de nuevas elecciones. Las experiencias que nos rodean son genuinas y cruciales. Los desafíos nos llaman a todos. Descubrir los temperamentos apocados para incentivar. Promover la esperanza y el protagonismo adecuado.
Con tanta experiencia genuina y cercana, es más fácil ayudar a reflexionar, a impulsar a una acción adecuada a las personas y a las circunstancias, a influir en los acontecimientos tomando en cuenta las consecuencias sociales. Promover la superación y evitar la exclusión voluntaria.
En familia todos tienen su mensaje. Es necesario estar atentos a los de los bebés. Aún no saben usar el lenguaje convencional, pero sí tienen el rico contenido de lo más genuino del ser humano. Eso se encuentra en su mirada. Mirada limpia que indica con más certeza lo bueno y lo malo. Insistí en este asunto en otro artículo. Ahora lo subrayo, en la mirada de un pequeño hay un juicio certero que no podemos soslayar. Aprender a captar lo que expresan.
Otro modo de conocer a los hijos es por el juego, dedicar tiempo a esa actividad, ya sea participando activamente u observando.
Este tiempo de reclusión es la magnífica oportunidad de revalorar la propia familia y las cualidades de cada uno de sus miembros.
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