La pandemia ha traído consecuencias en la salud física y psíquica, en la fractura económica y laboral, en el desamparo que propicia la inseguridad y las agresiones.
Ha transcurrido más de un año con un fenómeno que ha modificado la faz de la tierra. Todos somos vulnerables sin excepción de edad, raza, nacionalidad o condición social. La fragilidad nos hermana.
Pero el modo de enfermarnos es único e irrepetible. Estos calificativos los aprendimos en la descripción científica de los seres humanos y ahora los palpamos con una evidencia pasmosa. No cabe duda eso es cierto y no sólo una frase bonita y estimulante.
Además de los cuidados recomendados que hemos de adoptar, para sacar provecho físico de todo este desconcertante suceso, conviene observar nuestras reacciones. Éstas nos enseñarán más profundamente cómo somos, como hemos aprovechado la educación, cómo nos relacionamos, cómo afrontamos los problemas. Y todo esto nos llevará a una mejora impresionante si aceptamos la realidad y nos proponemos cambiar todas las reacciones desafortunadas.
Hablan de que se ha incrementado la violencia, los suicidios, el consumo de alcohol y de drogas, y más. Todas esas reacciones manifiestan estados internos muy pobres, evasivos. Es natural tener respuestas pues nos afectan los acontecimientos y buscamos soluciones, pero cuando no las tenemos reaccionamos como menores de edad. Esto es una llamada a madurar y a aprovechar nuestras capacidades, sobreponernos y adoptar soluciones.
Lo primero es ver ¿cuáles han sido mis respuestas y cómo me he interesado por los demás? ¿He demandado atención y me he molestado por la manera de tratarme? Y la conclusión adecuada es la de aceptar que esas actitudes las he cultivado. Por lo tanto, es importante poner los medios para ser más atento con los demás y para establecer lazos de unidad.
Precisamente porque no nos había tocado vivir una experiencia así, con repercusiones tan inmediatas como es la alteración del entorno vital: alojamiento, lugar donde trabajamos –si no lo hemos perdido–, confinamiento, nuevo modo de adquirir los insumos, y todo lo que cada uno estamos experimentado.
Y las consecuencias en la salud física y psíquica, en la fractura económica y laboral, en el desamparo que propicia la inseguridad y las agresiones. Y todos estamos así. Ante esto también hemos visto reacciones ejemplares, especialmente en todo el personal del campo de la salud. Han trabajado a costa de su propia salud. Ahora se les está agradeciendo, pero no olvidemos que al principio muchos recibieron agresiones muy injustas, ¿Nosotros también los maltratamos?
Hubo quienes pensaron en los vulnerables, se organizaron repartos de comidas. Se acompañó a los más desprotegidos en las casas de adultos mayores, en orfanatorios, o en los hospitales para acompañar a los parientes que esperaban alguna noticia de su familiar.
Muchos ciudadanos ante la incapacidad de los gobiernos o de las instituciones para afrontar los problemas actuaron según su capacidad. Nos dejan un magnífico ejemplo. Hay un capítulo inédito y cada vez será más apremiante, es el del acompañamiento a quienes han perdido a seres queridos. Es necesario ayudarles a sanar y a cerrar las heridas.
En muchos sitios hay demasiado estrés y ansiedad, también soledad. Advertirlo nos debe motivar a buscar soluciones. Como la tarea nos excede, es la oportunidad de buscar a otras personas para poder llevarlo a cabo.
También hay contrapartidas. Las de quienes se aprovechan de las circunstancias de ignorancia o desamparo, y engañan, roban o maltratan. Pensar cómo podemos evitarlo o minimizarlo.
Otro aspecto muy frecuente es la de promover falsas noticias. Con ellas se crean psicosis de angustia y desconcierto. Si no sabemos de medicina, no opinar. Si no sabemos de vacunas, no alarmar. Ser muy prudentes para reproducir datos. Muchas veces es grave descalificar a personas que saben o promover a las ignorantes. Aquí tenemos un amplio campo para vivir la prudencia.
Es distinta la difusión de asuntos con sentido de humor. Pero también en ellos se ha de cuidar el respeto a las personas, no difamar, no mentir, no desprestigiar, no calumniar.
La oportunidad inesperada pero muy aprovechable es la de conocernos mejor porque las circunstancias han sacado actitudes que de otro modo nunca hubieran aparecido. Estar dispuestos a aprovechar esta oportunidad para adquirir aspectos hasta ahora desconocidos. Combatir las respuestas inconvenientes y fomentar todas las positivas y asertivas. Tenemos datos frescos de cómo somos, de lo que hacemos y de lo que somos capaces de realizar. Hemos detectado defectos y virtudes, hemos calibrado nuestra capacidad de reacción, de buscar a otros y coordinarlos, y de dar resultados.
Nos queda todavía bastante tiempo en las mismas circunstancias, es el momento de pedir perdón y rectificar, para rehacer las relaciones. Es el momento de animar para sacar lo mejor de todos, es el momento de colaborar porque todos tienen necesidades palpables.
Todo pasa y se supera, que no nos quede el lamento del arrepentimiento por haber desaprovechado la oportunidad. Es doloroso llegar al momento en que tengamos que decir: ya no hay nada que hacer.
Podemos dar un gran paso en solidaridad a nivel mundial si aprovechamos las redes sociales para bien. Y cada uno con su creatividad puede diseñar muchas más iniciativas, y dejar de lamentarnos.
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