Desde la época de oro de la filosofía griega se calificó al ser humano como un individuo político. Entonces la palabra político tenía más amplitud. En nuestro tiempo ese término está más delimitado y prácticamente se aplica a quienes tienen por profesión la colaboración en el sistema de gobierno.
Como individuos somos irrepetibles, sin embargo, si nos aislamos nuestro desarrollo es raquítico pues necesitamos de la influencia de nuestros semejantes: nos estimulamos mutuamente.
Y desde siempre, en las relaciones humanas hay jerarquía. La más natural es la propia de la edad, los adultos dirigen a los más jóvenes. Pero pronto surgieron otro tipo de jerarquías como la de los más sabios, o la de los más experimentados en algún quehacer. Desgraciadamente algunos oportunistas fingen superioridad en algún aspecto y logran hacerse del poder engañando a los demás. Otros usurpan el poder a la fuerza y logran sojuzgar a los pueblos.
Por eso siempre es bienvenida toda iniciativa que fomente los buenos hábitos de quienes tienen a su cargo algún grupo, mucho más quienes conforman un gobierno. A continuación, se muestra la iniciativa de un grupo de católicos que, aunque lo propone a personas de su mismo credo, presenta aspectos tan fundamentales para todo tipo de desempeño, que es de desear la asuman todos.
La Academia de Líderes Católicos México, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y la diócesis de Nezahualcóyotl, el 8 de octubre pasado, en las instalaciones de la Universidad La Salle-Nezahualcóyotl en el Estado de México dieron a conocer cinco compromisos básicos para los políticos católicos mexicanos, como un regalo para la Virgen de Guadalupe, pues el 12 de diciembre de 2031 se llegará a los 500 años del Acontecimiento Guadalupano.
Todos sabemos la importancia del buen desempeño de los políticos. En sus manos está el presente y el futuro de la vida civil de los ciudadanos. Teóricamente en los sistemas democráticos el pueblo gobierna, prácticamente si los políticos en las democracias no son honestos, dirán que sí pero en su desempeño harán todo lo contrario.
En México somos guadalupanos por encima de cualquier credo, así lo señalan múltiples estadísticas, y cuando hay cualquier suceso que nos sacude, no sólo físicamente, ya sea personalmente o mediante intermediarios, alzamos los ojos al cielo e imploramos la ayuda de la Morenita.
Tal vez la oportunidad de agradecer los beneficios recibidos hasta ahora, y la que cada día necesitamos, nos mueva a unirnos a los siguientes cinco compromisos. Tenemos nueve años por delante para llevarlo a cabo.
1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestro pueblo, especialmente en lo que concierne a la casa, alimentación, transporte, entretenimiento y todo lo que de allí sigue.
2. Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir y el comer. No atesoraremos bienes más allá de lo que nuestras familias dignamente requieran.
3. Rechazaremos ser llamados con nombres o títulos que signifiquen grandeza y poder. En nuestro comportamiento evitaremos todo aquello que pueda parecer concesión de privilegios.
4. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo al servicio de nuestros hermanos especialmente de los más débiles y excluidos.
Procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales, basadas en la caridad y en la justicia, que incluya a todos.
5. Porque somos hijos del mismo Padre y por tanto, todos hermanos, nos comprometemos a incentivar espacios de hermandad, diálogo y amistad cívica. Renunciamos a continuar la espiral de odio, polarización y división. Seremos soldados de una cultura de encuentro, artesanos de puentes y constructores de diálogo.
Como podemos ver, cada una de las propuestas está en una dimensión ciudadana e incluyente y si se llevan a la práctica todos nos beneficiaremos. Incluso son propósitos que toda persona puede plantearse y así adquirir virtudes cívicas nada despreciables.
El primer punto es un llamado a vivir la sobriedad y nos recuerdan el modelo acuñado por los ancianos que gobernaban los pueblos originarios de este Continente. Ellos promovían ese sistema de vida en la educación familiar. Concretaban la sobriedad en el modo de presentarse y en un equilibrado sistema alimenticio. Era un franco combate a la gula y al desenfreno en las costumbres.
Los siguientes puntos impulsan a vivir con sencillez, sin falsas apariencias, a poner los medios para elevar el nivel de las personas desfavorecidas, a fomentar la unidad dentro de la natural diversidad. Organizar encuentros para dialogar, escuchar y limar todo aquello que fomente la desunión.
El plan es magnánimo y sobre todo inicia por uno mismo. Así no hay excusas. Ojalá todos y cada uno lo adoptemos y empecemos ya para acelerar un verdadero cambio.
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