La Historia nos relata que periódicamente aparecen modificaciones profundas en la faz de la Tierra. Algunos son fenómenos físicos como grandes deshielos de los polos, tremendas lluvias e inundaciones, movimientos telúricos. Esos y otros han provocado cambios, entre otros, en los continentes.
También modificaciones en la flora y en la fauna, por ejemplo, la desaparición de grandes aves y animales cuyos esqueletos se exponen en amplias zonas de diversos museos como las distintas variedades de dinosaurios. Hasta la aparición del ser humano sobre la Tierra: el primer hombre y la primera mujer.
Todas esas épocas son muy interesantes y nos anuncian la real existencia de esos fenómenos, para no extrañarnos, aunque sí para estar preparados y adecuarnos al nuevo entorno del planeta que habitamos. Y también para comprobar que todo cambio termina con algo que agoniza y ofrece nuevas posibilidades.
Como toda mudanza hay desechos y adquisiciones, pero en las etapas de la vida humana los deshechos sacuden a gran escala y todos las propiciamos, para bien o para mal, allí está el detalle de ser auténticamente libres y solamente lo somos si fomentamos el bien. Por lo tanto, quienes provocan cualquier especie de mal traicionan su propia misión.
La Historia estructura los periodos de la humanidad en Edad Antigua, Edad Media, Renacimiento y Edad Moderna. Desde hace algunos años se empezó a hablar de la Postmodernidad. Sin embargo, últimamente muchos académicos y científicos mencionan datos evidentes. Al señalarlos nos damos cuenta que todos los podemos certificar.
Fundamentalmente me apoyo en las explicaciones del Presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad Panamericana e IPADE Dr. José Antonio Lozano y del ex ministro español Jaime Mayor Oreja.
Los síntomas decadentes son generalizados, aunque en las distintas regiones varían las proporciones. Por eso el fin de una etapa es siempre traumática pues no es un relevo sino una decadencia evidente en las actitudes y en los hechos, pero sin propósitos de combatir y salir adelante con planes factibles adoptados en todos los niveles de la sociedad.
Sin referentes morales todo es permitido. Hoy la mentira es proyecto e influye, de allí las raíces de la descomposición social actual. Y sin fundamentos hay una mala administración del bienestar. Cada persona detecta las amenazas y al no encontrar modo de combatirlas se encierra en el individualismo, busca su propio bien y deja a los demás que se salven como puedan.
Hay un desencanto generalizado y por eso una fuerte promoción de la muerte: el nihilismo. Los gobernantes fomentan guerras y la destrucción inminente es palpable, pero es peor la destrucción de los supervivientes que quedan mutilados física y psíquicamente. Ese plano inclinado fomentado por algunos poderosos se debe a su alejamiento de la verdad absoluta, la detestan. No hay referencias sólidas sólo la ambición.
Hay miedo físico, psíquico y moral. Aunque algunos tengan buenas convicciones temen hacer frente a los corruptos, pues desgraciadamente en bastantes lugares saben que los gobernantes no les apoyarán y son presas del crimen organizado. La aplicación de la muerte se trata de elevar a derecho como sucede con el aborto y la eutanasia. Denominándoles suspensión del embarazo o derecho a una muerte digna.
Estos tristes hechos provocan desconcierto, frustración, falta de compromiso y desconfianza, así buscan la felicidad en el dinero, en la satisfacción inmediata que ofrece el placer, en la satisfacción en el presente sin ningún tipo de responsabilidad hacia el futuro. La fe y los principios dejan de ser referencias permanentes.
Cada vida perdida es una gran tragedia. Matar a un ser humano es tremendo y deja una herida muy profunda en los ejecutores. Las amenazas globales son etéreas y llegan inesperadamente, el miedo obscurece las fuerzas morales. Quienes viven en ambientes con esas amenazas sufren un deterioro tal que les inhibe para tomar decisiones buenas y bien ponderadas.
Urge recuperar la dimensión trascendental de la vida. La verdad hace libres y no al revés. Las jerarquías es necesario tomarlas como son y no como queremos que sean. Combatir las discusiones partidistas que solamente buscan los intereses de algunos. Recuperar la paz y la justicia es posible si se respeta toda vida humana y se acepta la verdad y la moral.
También el sentido de trascendencia se fortalece al practicar la fe y la esperanza, y al reconocer la importancia de la Antropología para saber quién es el ser humano y la importancia de enriquecer la Cultura donde se atesoran los resultados del noble quehacer humano. Urge revalorar a la persona humana, sea quien sea y provenga de cualquier etnia. Es la principal riqueza de nuestro planeta.
La fe da el auténtico sentido de trascendencia y también el esfuerzo por practicar las virtudes como la de perdonar a los agresores. El sentido de trascendencia no se logra con la popularidad, ni los triunfos, ni el dinero, menos con la vanidad y la soberbia. Por eso no se debe dar cabida al desánimo, ni a declarase vencido. La esperanza sostiene en el esfuerzo para llegar a la meta.
El cuidado de la familia es otro modo de cobijar a cada ser humano, cada familia ofrece trascendencia. Si alguno no la ha tenido como debería ser, hay posibilidad de aprender, las carencias no tienen la fuerza de anular a nadie. Hacer a un lado el determinismo, todo es motivo de aprendizaje, lo habitual es vivir días buenos y otros malos. Cualquier fracaso puede ser una lección
El problema es perder la percepción trascendente de nuestras acciones y de nuestro mismo ser. La influencia entre los seres humanos es mutua. El ADN nos vincula a una familia. El lugar de nacimiento nos da patria. Las instituciones nos dan puntos de vista, relaciones y amistad. Esto es lo más importante. No trastoquemos las necesidades, no nos materialicemos, el dinero es necesario, pero no lo esencial.
Las relaciones humanas son lo importante, y cada tipo de relación pide un tipo de amor, donde se explaye la espiritualidad. El amor humano necesita tener una localización física humana y trascendente, pero adecuada al dónde, cuándo y con quién, por qué y para qué. La felicidad se vincula al orden en el amor: a los padres, al cónyuge, a los hermanos, a los amigos, a los hijos…
El orden es una virtud importantísima que nos ubica y combate las distorsiones o las frustraciones personales. Aceptar quienes somos, no renegar de nuestro sexo, ni sustituir las relaciones humanas. Esto no elimina la buena relación con los objetos y con otras especies, pero el trato humano no se sustituye con la afectividad del animal.
Además, el modo de proteger el instinto de supervivencia no se resuelve eliminando a otros, la solución nunca es aborto o guerra.
Te puede interesar: Pedir perdón
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo