La excelencia de la vida humana se logra eligiendo lo mejor. Por eso, es necesario volver a los orígenes. La familia que inicia con un pacto mutuo y lo da a conocer a la sociedad.
Cuando queremos fabricar un aparato, un instrumento, un adorno o algún material, con unas características muy precisas, para utilizarlo en procesos con los que se obtengan resultados muy concretos para resolver asuntos de alto nivel, se cuida el espacio donde se obtendrán para que tenga las condiciones adecuadas y el personal ha de tener una capacitación específica.
Con la reproducción de organismos vivos sucede lo mismo, se requieren medidas muy concretas para hacer viable el nuevo ser. En quienes tienen tipos de vida inferiores a la de los seres humanos, todos los requisitos para lograr ese fin están integrados a la misma especie, de manera que los generadores de esa vida no fallan en el proceso.
Por instinto procrean en la época del año donde se garantiza el clima, los productos alimenticios, el sitio protegido de intrusos y la mejor pareja con el tiempo suficiente para acompañar a la prole mientras no es autosuficiente, además de la organizada distribución de las funciones. A este nivel la capacitación sale sobrando.
La especie viva de más alto nivel, la humana, aunque tiene su dimensión instintiva no cuenta con una programación semejante a la de las especies inferiores para lograr la procreación porque tiene unas facultades superiores que proporcionan a las personas el mérito de sus decisiones. Estas posibilidades dan indicios de un alto nivel para los seres humanos.
En la especie humana si hay tendencias que facilitan las buenas elecciones, las tienen en el ejemplo de los antecesores y en la propia experiencia al razonar sobre los resultados de las acciones de los demás. El problema se presenta cuando se desligan de los demás y se encierran en un individualismo desintegrado. Entonces también son sordos a sus propios instintos y a imitar el proceder de quienes han obtenido buenos resultados.
La procreación es una elección con repercusiones inmediatas para los cónyuges y para la sociedad humana. La racionalidad y la sensibilidad de los procreadores ha de asumir esos dos ámbitos. La influencia de él a ella y ella a él, ha de buscar lo óptimo: un ámbito estable que perdure la elección. En otras palabras, se trata de sostener a un mismo padre y a una misma madre cobijados por un único y común entorno familiar. Esto es fidelidad mutua.
Todo lo demás queda bajo la responsabilidad y libertad de determinación de él y ella. Ambos cuentan con su inteligencia y su voluntad, y el diálogo para determinar cuándo se unen, dónde asentarán su familia y cómo conseguirán los recursos para sacar adelante a los miembros en tiempos normales y en momentos adversos.
En manos de los progenitores queda la decisión y es tan amplio el horizonte que también pueden descartar esos trazos iniciales para optar por decisiones opuestas a lo más conveniente, haciendo un ejercicio inadecuado de la libertad, sometiéndola a intereses individualistas: él sin ella y ella sin él, totalmente inconvenientes en ese nivel de unión.
Entonces inician un camino erróneo y podrán optar por una relación a prueba, sin compromiso sólido. También pueden desechar a la familia o formar una familia sin tener hijos para dar prioridad a una vida laboral más compleja o una vida social dispersa.
La excelencia de la vida humana se logra eligiendo lo mejor. Por eso, es necesario volver a los orígenes. La familia que inicia con un pacto mutuo y lo da a conocer a la sociedad. Así son conscientes de la trascendencia de formar un hogar. El hombre sabe del compromiso de ella, y la mujer la de él y corresponden con lo mejor para agradecer la donación del otro. Ponen en acto la frase de amor con amor se paga.
Por lo tanto, si en cualquier proceso para obtener productos de alta calidad se requiere excelencia, para el proceso de abrir la vida a niñas y a niños se requiere de altísima calidad. Solamente el proceso de excelencia hace felices a los padres que diseñan y realizan. Y así también ponen las bases para hacer niñas y niños felices.
Los puntos de control de calidad han de ser: la adecuada elección mutua del hombre y la mujer, el diseño de la familia: la procreación, recursos humanos, materiales y económicos que la conforman. El modo de relacionarse dentro y fuera del hogar, las amistades. Por citar algunos sumamente importantes, pero como cada proyecto es también único e irrepetible, cada pareja ha de esmerarse en optimizar su diseño.
Cada uno de los aspectos mencionados dan para mucho y esos son temas de diálogo entre los cónyuges, los acuerdos y las discrepancias son la oportunidad de conocerse más profundamente, gozar con los acuerdos, pero gozar mucho más con el modo de sortear las discrepancias pues después de una aparente distancia fortalecen su unidad. Y esa es la clave: estar dispuestos a conservar la unidad hasta la muerte. Eso se llama fidelidad.
Desde el noviazgo es básico perder el miedo a darse a conocer. Los dos han de valorar la sinceridad de cada uno. En esas experiencias descubrir si son capaces de aceptar las diferencias sin provocar distancias insuperables. Si no las superan más vale terminar. Si las van superando decidirse a ser fieles a toda prueba.
La familia como proyecto en común para toda la vida, es el modo de alcanzar la madurez de él y de ella, porque aprenderán a querer siempre lo mejor, en este caso, para salvar la unidad superarán todo tipo de problemas y fortalecerán su programa de vida en común, se ayudarán a ser mejores personas. Esto supone un crecimiento en la salud psíquica y espiritual de ambos, y en la seguridad emocional de sus hijos. Además del buen ejemplo que irradiarán.
Urge tomarse en serio la fidelidad como base de la estabilidad para lograr la excelencia en la fabricación de sus niñas y niños. A los pequeños les salvan de sufrir las tremendas heridas si los padres se separaran y las impredecibles consecuencias al llegar a la adultez, para deterioro del porvenir. La seguridad mutua de la fidelidad saca en cada persona los sentimientos y deseos más nobles. Esta es la mejor experiencia, y destierra la nefasta humillación de la provisionalidad.
Además de cuidar la fidelidad en la propia familia, es necesario fomentar la fidelidad en las demás familias, combatiendo el adulterio y haciendo auténticas campañas para conservar y respetar las uniones de los demás.
Te puede interesar: La educación en nuestras manos
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com