Hace unos días, al exponer mi tema en un Congreso, en la sesión de preguntas me pidieron una respuesta sobre la llamada “cultura de la cancelación”. Les hice ver que seguramente no contestaría pues había poco tiempo y el asunto es complejo, con muchas aristas. Sin embargo, expresé una idea fundamental que de algún modo explica el problema de la exclusión, es el hecho de la jerarquía, pero el tiempo tan limitado del que disponía no me permitió hacer la relación: exclusión y jerarquía.
El asunto no es trivial y le he seguido dando vueltas, por eso lo retomo nuevamente. Nos involucra a todos. Se ha dado el nombre de “cultura de la cancelación” a todo lo referente a exclusiones, que desgraciadamente con mucha frecuencia y abundantemente se realiza. Además, al aplicar el nombre de cultura esta palabra se desacredita y viene a engrosar otro fenómeno contemporáneo: el de cambiar el sentido de las palabras para trivializar el lenguaje.
Respecto a la exclusión es necesario reconocer dos caras de este hecho. Una cara es natural, nuestra posición nos provoca muchas exclusiones y a la vez otras tantas inclusiones. El hecho de ser mexicanos nos excluye de ser de casi todas las demás nacionalidades, el hecho de ejercer una profesión a tiempo completo nos excluye de ejercer otras, simplemente porque ya ocupamos nuestro tiempo en una. Todo esto no nos molesta pues no se deben a un rechazo injusto.
La exclusión que molesta es la originada por la discriminación, por el desprecio, por la injusticia. En el fondo hay un maniqueísmo que polariza en dos bandos: buenos o malos, listos o tontos, bellos o feos. Con estas polaridades se clasifican las razas, las nacionalidades, los colores de la piel, las profesiones, las creencias. Lógicamente quien ostenta más poder se cataloga entre los buenos, los listos y los bellos e incluye a los que se le asemejan, los que no se asemejan quedan fuera. Todo esto provoca grupos excluyentes.
Lo más grave es cuando a la exclusión le acompañan las faltas de respeto, las agresiones, las injusticias. Todo ello puede provocar muchas privaciones como la de la libertad, o exclusiones de gozar de derechos ciudadanos como el ejercicio de ciertas profesiones, los cuidados de salud, la percepción de salarios justos o muchos otras más.
Actualmente el fenómeno de las ideologías y el de las modas es virulento y ataca el trato respetuoso a las personas, las segrega, las ridiculiza, de manera que grandes sectores quedan desprotegidos y maltratados por abusos, violaciones y divisiones.
Cada uno nos excluimos, de modo natural, comprendemos la necesidad de ordenar actividades, lugares adecuados para realizarlas, etcétera. Todos en la escuela primaria entendimos cuál era nuestra aula de acuerdo al nivel de estudios y no nos alarmamos porque nos indicaran que ese no era nuestro salón si estábamos confundídos.
La jerarquía es una estructura ya establecida en la naturaleza o que se establece de acuerdo a criterios de orden o de subordinación entre personas, vivientes -animales y vegetales- o cosas. El criterio puede ser superioridad, inferioridad, anterioridad, posterioridad, etc.; también cualquier cualidad categórica de gradación agente que caracterice su interdependencia. La jerarquía hace posible el orden de las personas o las actividades y la concreción de procesos.
Según las relaciones la jerarquía incluye y excluye. Por ejemplo, el lugar donde nacemos nos da la nacionalidad, pero nos excluye de casi todas las demás. Esto provoca que al ingresar a un país haya dos espacios uno para la entrada de los nacionales y otro para los extranjeros, y nadie se siente agraviado si nos indican cuál lugar no nos corresponde.
Sin embargo, el trato en cualquiera de los dos espacios ha de ser igualmente digno pues toda nacionalidad coincide en una jerarquía de igualdad pues se trata de personas. Si fuera una aduana para personas y animales la jerarquía sería de superioridad para los humanos.
Respecto a la unidad y la adecuada inclusión que ha de procurarse con las personas la jerarquía tiene mucho que resolver. Por ejemplo: en el terreno político, en los partidos es lógica la exclusión de quienes no comparten los principios y los modos de llevarlos a cabo, pero ese nivel jerárquico tiene otro superior: el de la nacionalidad y allí caben todos los del mismo país; si ascendemos seguirá el nivel de un continente en el que se unirán todos los ciudadanos de los países que lo conforman.
La jerarquía delimita campos y muestra las justas exclusiones, pero a la vez indica las debidas inclusiones. Con la jerarquía se abren las posibilidades de vivir la justicia con los diferentes. Es un modo de resolver las divisiones sectarias y promover la unidad. La justicia ofrece las condiciones para lograr la reconciliación de las personas y la oportunidad de escuchar propuestas nunca antes advertidas.
La oportunidad de coincidir con desconocidos, pero en quienes encontramos ideales semejantes, nos da la oportunidad de ampliar nuestra óptica y experimentar colaboraciones muy enriquecedoras. Esas actividades que logran mejoras sociales, también dejan en el interior de las personas nuevas maneras de ejercitar la bondad, la sencillez y el desprendimiento.
Concretamente la bondad se manifestará en buscar el modo de mejorar las condiciones laborales para elevar el nivel de vida de quienes, hasta ese momento, carecían de oportunidades. Y darán los criterios y la fuerza necesaria para vivir de la mejor forma posible las relaciones con los demás.
La sencillez contrarrestará lujos excesivos o la búsqueda de privilegios. Y se aprenderá a aprovechar y a valorar lo que se tiene. El desprendimiento buscará modos de compartir los bienes, a distribuir mejor los recursos y a aprovecharlos mejor. Mejorarán las decisiones que tomamos cotidianamente y será más fácil pensar en el bien de los demás.
Bondad, sencillez y desprendimiento pueden ser medios para combatir el peligro de cancelar a cualquier semejante. La cancelación hecha a un ser humano es un acto tremendo en contra de un semejante.
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