El futuro de la familia es el futuro de la sociedad

 El giro laboral consiste en acoger en las empresas los valores familiares para que vuelvan a entrar en ella los valores humanos.


Future de la Sociedad


A raíz de la pandemia mundial que estamos viviendo muchas voces dicen: después de esto nada será igual… Esta experiencia nos ha sacudido a todos y, de algún modo, a la gran mayoría nos ha llevado a un sistema de vida uniforme, y nos espera una reorganización de los recursos básicos para satisfacer las necesidades vitales.

Por vida uniforme entiendo el hecho de estar confinados en nuestro hogar y permanecer así, porque es lo recomendado para cuidar la salud. Ante problemas del pasado, ante pandemias, dependiendo de los recursos económicos de las familias, para los de mayores recursos, la manera de afrontar el problema era emigrar a un sitio con mejores condiciones, pero ahora no hay sitio con mejores condiciones, todos los pueblos coincidimos en problemas similares y en las mismas medidas de seguridad. Aunque sí puede ser notoria la manera de cuidar las distancias cuando los espacios en la casa son más amplios.

Es verdad que nada será igual, pero puede ser mejor si cada uno, desde este momento ponemos lo mejor. Para ello, una recomendación sencilla en el decir y difícil en la práctica es: seleccionar los problemas, planear el modo de combatirlos y trazar un mejor modo de vida en sociedad.

Sugiero que el problema evidente es tener trabajo para satisfacer las necesidades de una vida digna. El mejor modo es el de asegurar la justicia laboral para lograr la paz social. Y, el punto de partida es la familia porque es ahora en donde estamos confinados. Es lo que tenemos la mayoría. En un segundo momento, habría que ayudar a quienes carecen de familia para que la recuperen, pero ante la crisis hemos de partir de lo que ya existe.

Por lo tanto, los asuntos clave son familia y trabajo. Y, para fortalecer la familia y el trabajo hemos de ver qué nos enseña el pasado. Juan Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, de 1994, nos dice: Ninguno puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia, célula base de la sociedad, desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político. La familia tiene como vocación natural promover la vida, acompañar a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. La familia es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de la cultura de la paz.

Pues ahora que los miembros de la familia están reunidos y tienen tiempo, es de desear que afronten la responsabilidad de mejorar los problemas sociales que vislumbramos. Y, no esperar pasivamente que otros digan lo que hay que hacer. Esto no es utopía, así lo hicieron las familias en el pasado.

Las familias organizadas sustentan las sociedades. Nuestra tradición grecolatina nos dice de la antigua Grecia y de la civilización romana, que las ciudades y más tarde los Estados, nacieron de la sociedad familiar. Por eso, ahora, no es utópico ver a la familia como la solución de la crisis mundial.

En el mundo antiguo, las personas se reunían en torno al padre –autoridad respetable que podía coincidir con el padre de familia o con un jefe del clan familiar–, esto originó a las tribus, luego a las ciudades y más adelante a las naciones. Muchas tribus se asociaron, con la condición de que se respetaran las creencias y tradiciones de cada una. Cuando se hizo esta alianza surgió la cuidad.

En las ciudades de la Edad Media tuvieron una importancia decisiva los gremios. Eran agrupaciones de personas que ejercían un mismo oficio: zapateros, herreros, etcétera. Incluso los trazos de la ciudad estaban bien distribuidos para quienes se dedicaban a las mismas actividades.

El trabajo es la segunda realidad en la que hemos de apoyarnos. Es un derecho humano: actividad con la que adquirimos los medios para el propio sustento y el de la familia. Además del desarrollo humano que cada persona obtiene con el ejercicio de esa actividad, y del beneficio social que difunde.

Respecto al trabajo, la historia nos muestra que la industrialización dio un giro radical a las relaciones empresa-familia. Esto desgarró al trabajador que es el mismo ser humano en la casa y en la empresa. El hombre y la mujer están sujetos a serias tensiones que se producen en el mundo laboral agresivo porque los valores dominantes son contrarios a los de su entorno doméstico. La actividad laboral pierde el sentido de organización al promover la competitividad malsana que propicia la enemistad, los intereses personales, la indiferencia y, por lo tanto el mal humor. El retorno al hogar, se convierte en un desahogo de tensiones, y allí se muestra el malestar que se reduplica cuando el padre y la madre trabajan fuera. Surge entonces un círculo vicioso en el que el ámbito laboral y el ámbito familiar se van deteriorando de manera paulatina y progresiva.

El actual confinamiento nos ha de llevar a revalorar nuestra propia familia. Nos ha de mostrar que somos la misma persona en la casa y en el trabajo. Por lo tanto, cada uno ha de valorar y conciliar equilibradamente el tiempo que dedica al ámbito familiar y al laboral. Que los principios éticos son los mismos dentro de la casa y en el trabajo. Por lo tanto, se excluye la doble moral: una para la casa y otra para el trabajo. Se destierra el “business is business”, o negocio es negocio, para cometer todo tipo de desmanes, dando zarpazos y sacar el mejor beneficio personal a costa de la justicia debida a los demás. El giro laboral consiste en acoger en las empresas los valores familiares para que vuelvan a entrar en ella los valores humanos.

Por eso, el trabajo que ha de ocupar a todos los trabajadores de cada empresa durante el confinamiento, es la reorganización para unificar fines y medios en todos los empleados, ocupen el nivel que sea en el organigrama. Lógicamente la autoridad máxima tiene la voz cantante, pero su meta es el beneficio de todos. La recuperación de las pérdidas durante el receso, el modo de conseguirlo exponiendo con toda transparencia las pérdidas y los sacrificios que se esperan de todos para lograrlo. Ha de ser una recuperación del bienestar de las familias de la gran familia de la empresa. Esto es como una especie de tribu moderna.

Si el objetivo es mejorar a cada familia con una redistribución justa de los beneficios, todos estarán dispuestos a vivir los sacrificios necesarios porque se vislumbra una esperanza accesible, aunque no sea inmediata.

Como nada será igual, esperamos que el cambio sea para mejorar.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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