Esperanza y perdón

El año pasado se publicaron dos artículos míos sobre la esperanza. Uno al inicio del mes de enero, el otro al terminar el mes de diciembre. El contenido del primero secundaba las palabras del Papa Francisco que nos pedía vivir ese año 2024 con la esperanza de preparar el siguiente año, el que estamos iniciando como año Jubilar. 

El artículo de diciembre, abordó la esperanza desde el punto de vista de una fuerza íntima capaz de desarrollarnos, relacionarnos, transformar e influir positivamente. Haciendo énfasis en el modo de sortear las dificultades para lograr efectivamente esas metas.  

En este artículo hago eco a la homilía del Papa en la santa misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro, inmediatamente después de la apertura de la puerta santa para dar inicio al Año Jubilar Ordinario de 2025, tiempo de gracia extendido hasta el 6 de enero de 2026. El mensaje concreto es: llevemos esperanza allí donde se ha perdido.

La prédica del Papa concluyó con la certeza de que en esta noche “la puerta santa” del corazón de Dios se abre para cada persona. “Jesús, Dios con nosotros, nace para ti, para nosotros, para todo hombre y mujer. Y con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda”.

Hay un contenido riquísimo, pero para no perdernos podemos girar alrededor de tres ideas: el punto de partida de nuestra esperanza, nuestras disposiciones y los inconvenientes en el entorno. En este momento estamos enmarcados en un mensaje sumamente rico y motivador dentro de un año jubilar. Pero estos tres puntos pueden ser los ámbitos personales para contagiar esperanza en toda circunstancia.

Punto de partida de nuestra esperanza:

La esperanza cristiana no está en un final feliz diseñado por nosotros. La esperanza cristiana está en la promesa de Dios, y la hemos de acoger de inmediato, aunque experimentemos sufrimientos y lágrimas.

Dios puede darnos o fortalecer la esperanza. Y aunque no la aprovechemos, recordar que Dios lo perdona todo y siempre. Esa es una manera de contar con la esperanza en el Señor. 

Contemplar cada año la venida de Dios Niño para estar con nosotros es otro modo de aumentar la esperanza en las distintas situaciones de la vida.

Este año los fieles de todo el mundo estamos invitados a cruzar una Puerta Santa, símbolo de Cristo. Por medio de esa experiencia podremos redireccionar la personal vida interior y estar más vigorosos en la esperanza.

Nuestras disposiciones

Escuchar la voz del Pontífice quien propone aprender el ejemplo de los pastores “la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar; no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres”.

El Papa asegura que la actitud correcta es hacernos “peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia”. 

No sólo pedir la esperanza o pedir su aumento. También si la perdimos pedir ayuda para recuperarla, y ya renovada contagiarla, aunque el panorama parezca árido o sordo. Si nuestra esperanza es realmente cristiana se apoya en la promesa de Dios y no en el panorama que vemos. Por eso, no puede decaer la audacia de anticipar los resultados, aunque no los veamos. Si nos estancamos como el charco, nos corromperemos.

“¿Tengo compasión? ¿Sufro con? Pensemos en ello. No permanecer quietos” Como a menudo nos acomodamos a este mundo y adoptamos mentalidades mundanas, Francisco citó la oración del sacerdote y escritor Alessandro Pronzato: 

““Señor, te pido algún tormento, alguna inquietud, algún remordimiento. En Navidad quisiera encontrarme insatisfecho. Contento, pero también insatisfecho. Contento por lo que haces Tú, insatisfecho por mi falta de respuestas. Quítanos, por favor, nuestras falsas seguridades, y coloca dentro de nuestro ‘pesebre’, siempre demasiado lleno, un puñado de espinas. Pon en nuestra alma el deseo de algo más”.”

El Papa precisó que la esperanza cristiana es ese “algo más” que nos impulsa a movernos rápidamente, y especificó que el Jubileo nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete a la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un mundo jubilar.

Y así como Dios perdona siempre, nosotros hemos de perdonar siempre.

Inconvenientes en el entorno

Hay muchos y muy graves a nivel mundial, en nuestro propio país e incluso en los sitios donde transitamos. Hay guerras que parecen no tener fin, con unas consecuencias inauditas: niños ametrallados, bombas sobre escuelas y hospitales, difusión y consumo de drogas, enfoques distorsionados en el sistema educativo, irresponsabilidad tremenda en el sistema de salud, … Hay nuevas formas de esclavitud. Deterioramos los recursos naturales. Castigamos a los justos y liberamos a los injustos, …

También hay buenas acciones, pero no son noticia. Hemos de buscarlas porque fomentan la esperanza. Hay mucha gente buena y cuando la descubrimos nos renuevan la esperanza.

El Santo Padre subrayó que todos tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido, donde la vida está herida, “en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”.

Y aunque sepamos que estos problemas los ocasionamos los seres humanos hemos de saber perdonar y enseñar a perdonar.

El perdón es un modo de manifestar la esperanza pues al perdonar confiamos y esperamos que el o la destinataria cambiarán.

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