Deseamos unidad y paz duradera, para ello son importantes los planteamientos políticos, económicos y jurídicos.
De entre muchas lecciones mejor o menos asimiladas, podemos detenernos en dos: la apertura a la esperanza y los aprendizajes a partir de los sucesos a lo largo de la historia.
Acabamos de vivir un nuevo proceso electivo, más denso que otros porque hubo muchos niveles para la toma de decisiones: presidente de la República, gobernantes, alcaldes y funcionarios en las Cámaras.
Respecto a la esperanza, podemos estar seguros de que aprobamos con alta calificación. Más que en votaciones anteriores, los ciudadanos acudieron a las urnas e incursionaron en una nueva propuesta. ¡A ver si ahora lo logramos! Bravo: nuestra esperanza está viva.
Mi intención con este escrito es el de mejorar en la asimilación de las lecciones de la historia. Me parece que hace falta conocer sucesos, modos de proceder, perfil de los líderes, actitudes de los ciudadanos. Estudio concienzudo pues en una democracia todos nos expresamos, pero hay que tratar de hacerlo bien.
Las lecciones de la historia concretan nuestra esperanza, no solamente deseamos que se hagan bien las cosas sino también sabremos pedir lo característico del bien hacer. Y, lo más importante es las disposiciones personales de quien debe dirigir.
Todos tenemos defectos, pero eso no impide el esfuerzo por mejorar, con mayor razón el gobernante, por la responsabilidad que tiene de buscar el bien de los demás y no anteponer los intereses personales.
Todos hemos de conocer nuestros defectos, nuestras cualidades y los peligros que hemos de evitar. Pero quien está al frente de un pueblo debe saberlo mejor.
Para emprender una responsabilidad social es necesario programar momentos de soledad para reflexionar. Lo mejor para un creyente es soledad con Dios. Esto facilita la madurez para descubrir y luchar contra las tres tentaciones fundamentales de todo ser humano: la tentación de autoafirmarse y el deseo de ser el centro; la tentación de la sensualidad y, por último, la tentación de la ira y de la venganza.
Obviamente, si un gobernante no descubre esta realidad, muy fácilmente quedará atrapado. Como su lugar es central y sus colaboradores esperan sus órdenes es muy fácil caer en la primera tentación, si además le adulan, asunto bastante frecuente, el gobernante se instala en su pedestal. Por eso, los momentos de reflexión han de fomentarse y darles su lugar entre tantos asuntos importantes y urgentes.
Hay que estar dispuesto a detectar la tentación de la sensualidad en las ordinarias muestras que recibe un gobernante. Al principio sorprenderán tantas atenciones, pero poco a poco e imperceptiblemente, si no se está al tanto, se buscarán, se aceptarán, se gozarán y también sucumbirá.
Como dejarse llevar por la tentación es degradante, para la tercera tentación ya casi no hay resistencia, por eso, ante cualquier contrariedad aparece el mal humor, los malos modos y la aplicación de sanciones injustas y vengativas.
Cada uno, puede colaborar con los gobernantes evitado adular o alzando la voz para descalificar cualquier injusticia. Hacerlo con respeto pero con vigor y oportunidad.
Si el gobernante aprovecha bien esos momentos de fructuosa soledad, estará en condiciones de vencer las tentaciones y solamente en esas circunstancias podrá dirigir y crear paz a su alrededor.
Un gobernante así puede asemejarse a un padre comprensivo y a la vez a un maestro estricto que busca erradicar los vicios. Buscará servir más que mandar, enseñar todo lo bueno más con obras que con palabras.
Además, el gobernante responsable ha de escuchar el consejo de los expertos. Una persona con responsabilidad pública, al igual que en los ámbitos privados, debe ser siempre alguien que sabe escuchar y aprender de lo que escucha.
Deseamos unidad y paz duradera, para ello son importantes los planteamientos políticos, económicos y jurídicos. Pero, a su vez, estos han de estar sustentados en los principios éticos y espirituales propios de nuestra herencia ancestral cristiana.
Negar esta herencia es una ignorancia histórica y deja a ser humano sin la ayuda de Dios y expuesto al va y ven de un horizonte fluctuante y de unas decisiones peligrosamente miopes y parciales.
Todos estos planteamientos pueden resultar utópicos, atractivos pero inalcanzables. Y resulta que sí se alcanzaron, la historia los recoge. Los encontré en el discurso de Benedicto XVI sobre los rasgos de la vida de San Benito de Nurcia.
El estudio de la vida de los santos, hombre y mujeres como nosotros, pero triunfadores, nos lleva a encontrar caminos para conseguir nuestros proyectos. Encontraremos modelos variadísimos.
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com