Efectos del perdón

Perdonar de modo integral es un compromiso único, personal, generalmente poco comprendido por uno y por los demás. Esto significa asumir el perdón desde todas las facultades humanas: sensibilidad, pensamiento, acción voluntaria y sostenida, manifestación abierta a las consecuencias. Es difícil pero si se logra, la experiencia personal es liberadora.

Libera de dudas, libera de la amargura, libera del resentimiento, libera de ataduras emotivas difíciles de sanar, libera del endurecimiento del corazón, libera de deseos vindicativos, libera de evitar encuentros, libera de ocultar o negar experiencias dolorosas, libera de la duda de haber cooperado con acciones destructivas. Nos asemeja con el Ser Supremo.

No en balde se afirma que perdonar es algo divino.

Desde hace años, Los Sumos Pontífices de la Iglesia católica, el primer día del año proponen una Jornada Mundial para la paz. Para el inicio del segundo año de este milenio, Juan Pablo II propuso el siguiente tema: “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”.

Asumimos totalmente la primera afirmación porque desde pequeños experimentamos esa relación: justicia y paz. De modo natural nos dejó con mucha paz ver la aplicación de un castigo a quien se había portado mal, o premiar a quien se portó bien. Tanto en la casa como en la escuela. Lo contrario, nos indignaba y protestábamos.

Juan Pablo explica que justicia y perdón no se contraponen. El perdón no es un modo “bonachón” de diluir la justicia. El perdón es un modo de amar, se opone al rencor y a la venganza, pero no a la justicia. La explicación profunda está en la manera de tratar a toda persona, sea quien sea, precisamente porque es persona. Si merece castigo, se le aplica para su mejora, pero sin odio ni rencor.

En lo más profundo, todos deseamos un trato indulgente cuando merecemos un castigo. Esa actitud requiere del perdón. El perdón es necesario para reanudar cualquier tipo de relaciones: personales, familiares, sociales a nivel nacional o internacional. A corto plazo el perdón se considera una pérdida, pero a largo plazo es fundamento de reconciliación.

En el año de 1994, el psicólogo Robert Enright organizó el Instituto Internacional del Perdón, con la finalidad de poner en práctica la experiencia recogida sobre los efectos del perdón. También es coautor del libro “Helping Clients Forgive: An Empirical Guide for Resolving Anger and Restoring Hope”, American Psychological Association Books, 2000.

La tipificación de los efectos no resulta fácil pues intervienen las variables del tiempo y de los cuidados a cada persona. Y porque muchas veces, si se alarga el lapso para ver los resultados, la decepción interrumpe el proceso y entonces se frustra el conocimiento de los resultados. Otras veces, hay posturas pragmáticas que aconsejan las terapias breves, pero éstas no son adecuadas para el perdón.

Entre los resultados es notoria la baja de ansiedad y de depresión, en quienes padecieron abusos como el incesto, o en hombres y mujeres en rehabilitación de drogas, en pacientes terminales de cáncer, matrimonios en vías de divorcio, adolescentes en prisión, pacientes cardíacos, y otros.

El proceso para personas con deseos de curarse por medio del perdón, propuesto por Enright y Fitzglobons inicia con admitir haber sufrido una injusticia y eso desencadenó un choque emocional y mucho disgusto.

Luego diferenciar el perdón de la dificultad de perdonar, o de la reconciliación o la resistencia a reconciliarse. Y además contar con el permanente recuerdo del suceso. A partir de esto relacionar perdón con un modo de reducir el resentimiento y procurar amar a alguien injusto. La finalidad es recuperar la confianza mutua. Todo esto es un proceso voluntario.

Sigue el perdón cognitivo que consiste en realizar el perdón en el interior. Viene luego el perdón emocional, es abrirse a compadecer a quien provocó el daño. Esto es más difícil y tardado. La ciencia en este punto está a merced de la actitud de cada persona. Cada quien tiene su dificultad para superar el dolor padecido. La religión facilita esta respuesta.

Los niños tienden a aprender a perdonar con más facilidad. Aunque a veces lo puede impedir algún consejo contrario de un adulto cercano.

Para perdonar es necesario estar dispuesto a ofrecer amor incondicional al agresor. No es debilidad. Tampoco excluye la justicia de pedir la reparación del daño. Para un creyente es indispensable contar con la ayuda de Dios. Además, cada persona tiene su tiempo. Muchos únicamente llegan a no desear hacer daño, otros sí llegan a desear corresponder con un bien.

El efecto más importante del perdón consiste en la desvinculación del afán de venganza y la apertura interior a otros asuntos sin cargar continuamente con ese recuerdo. La tranquilidad para moverse en el ambiente donde transita el ofensor sin temer a perder la presencia de ánimo si se reencontraran. Compadecer al agresor por el daño que se ha causado con las injusticias cometidas.  

Internamente el perdón libera y deja paz en el alma.

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