Economía: responsabilidad social

Todas las personas estamos relacionadas con temas económicos, pues lo necesario para conservar nuestra vida depende de recursos económicos para subsistir, para aprender, para conservar nuestras pertenencias en buen estado, para descansar, para recuperar la salud y un largo etcétera. Y todo eso cuesta, es necesario adquirir los servicios al costo convenido.

El sistema económico aparece en todas nuestras actividades y a determinada edad hemos de afrontar esa realidad. Está totalmente vinculada a las relaciones con los demás. Prestamos servicios y nos los prestan. Ante esas relaciones encontramos la base de nuestra responsabilidad social. Prestar servicios o recibirlos es el modo de resolver las necesidades personales y la de quienes dependen de nosotros.

Incluso el Sumo Pontífice cuya primordial responsabilidad es sostener la vida espiritual de las personas a su cargo, da orientaciones sobre el recto enfoque de la economía y el deber de compartir los bienes materiales como una responsabilidad ineludible de justicia social. Hace ver que la riqueza es un bien debido a todos, por eso requiere una administración adecuada que excluye la acumulación individualista.

Hay aspectos reprobables, uno es el enriquecimiento por la venta de armas o por la venta de sustancias adictivas que necesariamente llevan a la proliferación de guerras o de adicciones a sustancias tóxicas. Dos hechos totalmente degradantes para los seres humanos y que además provocan grandes conflictos personales, familiares y sociales.

La economía como responsabilidad social exige el compromiso a nivel personal, a nivel institucional, a nivel nacional e internacional. No se debe descuidar a las naciones con menos recursos debido a su ubicación geográfica, a desastres naturales o a la administración fraudulenta de quienes acceden al poder sin considerar estas demandas. Los más desfavorecidas requieren de ayuda para superar sus condiciones de empobrecimiento.

Si se diera un impulso a la responsabilidad de quienes gobiernan las naciones, se podrían revisar los motivos de las migraciones provocadas por diversas condiciones inhumanas o por la inestabilidad social provocada por variados infractores. Si de verdad se estudiara este problema con una óptica internacional generosa, es mucho más factible llegar a una solución más radical.

Para resolver problemas o para enseñar a resolverlos muchas veces se aplica el “Método del caso” donde por grupos se analiza un suceso con una problemática semejante a la de un hecho que los alumnos necesitan aprender. También los testimonios de vida son muy ilustrativos. Por eso, viene al caso recordar al francés San Vicente de Paúl citado por el Papa Francisco. Gran impulsor e infatigable ejecutor.

El clásico ejemplo de desprendimiento y preocupación por los pobres es el italiano Francisco de Asís. En América es ampliamente conocido gracias a los primeros franciscanos que vinieron a estas tierras y nos dieron la oportunidad de enriquecer nuestra cultura y poder integrarnos también a la europea. Sin embargo, hay más ejemplos sobre el modo de compartir los bienes y de impulsar muchas iniciativas.  

“Monsieur Vincent”, como se le llama, vivió en el siglo XVII. El siglo pasado el cine francés filmó su vida y la película influyó muy positivamente. Aunque procedía de una familia de campesinos pronto se dio a conocer por sus importantes iniciativas a favor de los enfermos, de los pobres, de los trabajadores en condiciones deplorables, por los analfabetas, por la niñez abandonada.

Sufría con los derroches de las clases sociales acomodadas y solicitó la ayuda de la reina Margarita, la familia de Gondi, Pierre de Bérulle y de otras personalidades. Vicente orientó a princesas y reyes. Estas relaciones fueron providenciales y Vicente utilizó su posición únicamente para obtener la ayuda de las élites de su tiempo y poner en marcha las obras de caridad que estaban en su corazón.

Por su iniciativa, sus sermones, sus cartas -se conservan 347- se dio a conocer no solamente con sus contemporáneos sino después y por todo el mundo. Todos esos testimonios facilitaron su canonizado en 1737 por el Papa Clemente XII. Posteriormente el Papa León XIII lo nombró “patrón de todas las obras de caridad”.

Varias personas contribuyeron a la puesta en marcha de las obras de caridad y de las congregaciones misioneras fundadas por Vicente. Aun teniendo esto en cuenta, el número, la magnitud y la permanencia de estas organizaciones superan con mucho lo que el hombre puede lograr.

Vicente fundó sucesivamente las “Damas de la Caridad” para asistir a los indigentes (1617), la Congregación de los Sacerdotes de la Misión para evangelizar el campo francés (1625), la Compañía de las Hijas de la Caridad (1634), el Hospital de los Niños Expósitos (1638), la Unión Cristiana de Saint-Chaumond para la educación (1652), el Hospicio del Santo Nombre de Jesús (1653), y varias más.

Consideradas individualmente, cada una de estas instituciones muestran su clarividencia. Sus beneficios y su permanencia manifiestan el beneplácito de Dios. Por ejemplo, la Congregación de la Misión ha resistido la prueba del tiempo y hoy está presente en los cinco continentes, lo que subraya la notable fecundidad espiritual del santo. Tampoco cayó en el activismo, contaba siempre con la ayuda de Dios.

El cuerpo de San Vicente de Paúl descansa en la capilla de los Lazaristas de París. La primera exhumación fue en 1712, 52 años después de la muerte. Los testigos: eclesiásticos, médicos y abogados, hallaron el cuerpo fresco e intacto salvo los ojos y la nariz. La piel era flexible y no había signos de rigidez. En 1737, la segunda exhumación arrojó un resultado diferente pero igualmente sorprendente: parte de la carne se había reducido a cenizas de buen olor.

Ciento treinta y cinco personas testificaron bajo juramento para la canonización de Vicente de Paúl, entre ellos obispos, médicos, profesores, religiosos, políticos y financieros. Se le atribuyen cincuenta y seis milagros.

Uno de los milagros reconocidos para su beatificación es la del niño de siete años, Alexandre-Philippe Legrand, confiado al Hospital de Niños Expósitos; inválido de piernas y brazos. Declarado incurable por los médicos, fue acogido por las Hijas de la Caridad. La Superiora reza una novena por él y el niño es llevado todos los días a la tumba de Vicente de Paúl. Alexandre-Philippe recuperó pronto el pleno uso de sus miembros.

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