Cuando hablamos de dignidad estamos suponiendo algo destacado, elevado, notorio, ejemplar, pulcro. Se ubica en un ámbito del bien estar, del bien ser, del bien hacer. Excluye a quien destaca y se hace notorio por ocasionar desordenes o por imponer actividades deshonestas o coercitivas para aprovecharse injustamente de los demás.
Cuando hablamos de amor nos hacen ver que se trata de un estado interior, graduado, detectable, relacionado, ejemplar, pulcro. Se ubica en un ámbito del bien estar, del bien ser, del bien hacer con la finalidad de lograr esos resultados en quien es destinatario del amor. El amor es relacional: se dirige a alguien. Es gradual e incluye dos ámbitos: eros y agapé, corpóreo y espiritual.
Al captar la dignidad, tal cual es, podemos concluir que se trata de un atributo exclusivo de seres superiores. Por lo tanto, es un atributo propio de alguien con máximo nivel. Y si somos honestos y justos, reconoceremos a Dios como el Ser Supremo infinitamente digno. Y, en el terreno de las criaturas ocupan el puesto más alto los seres humanos, entonces les compete la dignidad de su nivel humano. Y solamente a los seres humanos.
Aunque la palabra amor se puede aplicar de manera analógica, como sucede en la poesía, en sentido estricto solamente aman las personas porque tienen la capacidad de darse cuenta de a quién aman, cómo aman y cómo cuidan ese amor. Por eso el Ser por excelencia Es Amor. Y las personas humanas pueden amar. Las demás criaturas se vinculan con un anticipo del amor, pero no es amor porque es algo instintivo.
Tras estos antecedentes, es posible afirmar la existencia de la correlación entre la dignidad y el amor pues ambas características son exclusivas de la persona. Solamente la persona humana ostenta la dignidad en sentido propio, y solamente la persona ama en sentido auténtico. En las demás criaturas pueden darse anuncios de estas dos propiedades, pero solamente son anuncios en quienes no son humanos no se dan esas realidades.
Tanto la dignidad como el amor veladamente expresan la necesidad y la importancia de la jerarquía. La jerarquía bien aceptada y bien ubicada asegura los beneficios del orden. Las tendencias exageradamente democráticas pueden propiciar el desorden y ciertas confusiones. Dos ejemplos pueden aclarar esta afirmación.
Un ejemplo está en las reiterativas solicitudes de defender la dignidad de los animales debidos al mal trato. Es legítimo evitar el mal trato, pero quien degrada la dignidad es la persona que mal trata pues actúa haciéndose daño al iniciar un hábito perjudicial y por el hecho de olvidar su responsabilidad de administrar los bienes de la naturaleza.
El otro ejemplo sucede en un aula de clase donde se proclama el mismo valor de las opiniones del maestro y de los alumnos respecto al tema de estudio. Al aplicar indiscriminadamente la democracia se borra el tiempo de dedicación, de estudio y de experiencia del profesor. El amor de los alumnos a ese tema es breve comparado con el del profesor.
Retomando la relación de dignidad y amor en la vida humana, vemos que los actos vitales han de perseguir lo óptimo y para lograr ese nivel la virtud del amor ha de estar presente. De tal modo hay un acercamiento al logro de la finalidad de la vida de cada persona: la vida virtuosa. No olvidemos que la finalidad genérica de la educación es llevar a las personas a ser virtuosas. Y la cumbre de las virtudes es el amor porque da forma a todas las demás virtudes.
La finalidad específica de la educación es variada, por ejemplo, lograr buenos médicos, buenos artistas, buenos jardineros. Pero la vida digna demanda además impulsarlos a querer ser buenas personas y el meollo es personas que saben amar, que saben ser amigas, pues la amistad es un tipo de amor.
El amor tiene muchas caras pues se adecúa a las distintas relaciones interpersonales. El amor conyugal es entre el marido y la esposa, el amor fraterno es entre los hermanos, está el amor al padre, a la madre, a los hijos, al médico de cabecera, etcétera. Pero la amistad es el tipo de amor que se puede adecuar a todas las relaciones sin eliminar el amor ya existente
Para una vida digna cada tipo de amor debido a las relaciones humanas debería estar unido a la amistad. El amor conyugal se fortalece si los cónyuges son amigos. El amor fraterno también se fortalece si los hermanos son amigos. Y así con todos los tipos de relaciones.
El amor de padres a hijos aumenta exponencialmente si además son amigos y, mucho mejor si el padre y la madre enseñan a sus hijos a cultivar la amistad con los demás. Además, se inclinan a la felicidad cuando tienen amigos pues con ellos se comparten alegría o penas, lo último aligera los sufrimientos.
La amistad solamente se da entre los seres racionales, dice Tomás de Aquino, y añade es bueno tener amigos virtuosos. Implícitamente estas afirmaciones nos descubren la falacia de hablar de “perrhijos”.
La vida se hace indigna si existen los malos tratos, especialmente con los semejantes. Por ejemplo: golpes, malas palabras, desprecio. Por el contrario, el buen trato evita el aislamiento y fomenta la compañía. Aristóteles en la Ética a Nicómaco señala la amistad virtuosa a la de quien goza con el modo de compartir lo bueno mutuo.
La auténtica dimensión social es convivir del mejor modo, eso equivale a cultivar la amistad con los demás. Este es el mejor modo de propagar la vida digna.
La conclusión es que la medida de nuestra capacidad de vivir con dignidad la mide nuestra capacidad de cultivar la amistad con quienes nos rodean. La amistad es el mejor modo de tratar a las personas, porque la amistad es un modo de amor.
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