Cuaresma

La cuaresma puede cambiar de interpretación en cada persona, pero sin duda es una tradición que se debe respetar.


Cuaresma


Convine detenernos en el significado que tiene para nosotros la Cuaresma y, para convencernos de que no es perder el tiempo, vale la pena pensar en otras personas que también lo hacen, y muchas son emblemáticas como Su Santidad que además siempre ofrece al mundo una reflexión.

A nivel periodístico tradicional se difunden los días de carnaval, obviamente hay un interés económico, pero también se promueven costumbres licenciosas que dejan huella. Me viene ahora el recuerdo de una amiga que hace algunos años me dijo que un conocido suyo joven, en las fiestas de San Fermín en Pamplona, se inició en el consumo de alcohol y llevaba una vida desordenada.

Pues en los días de carnaval, previos a los de cuaresma, se promueve el desenfreno de darle al cuerpo, a la carne –de allí el origen de la palabra carnaval- todos los caprichos, porque luego vendrá la cuaresma para arrepentirse y recomponer el desorden. Ojo: no se puede perder de vista que los actos dejan huella e inclinación a repetirlos, tanto los buenos como los malos, pero los malos son más fáciles porque son para bajar no para subir como los actos buenos.

Los cuarenta días de la cuaresma tiene el propósito de ayudarnos a contemplar los cuarenta días en que Jesús vivió en el desierto, preparándose para sus tres años de vida, para llenarnos de enseñanzas y señalar el camino al cielo. Por eso, la cuaresma termina en la Semana Santa, semana que nos recuerda el precio que Jesús paga por cada persona para recuperar nuestra amistad con Dios. Si queremos, podemos entrar al Paraíso. Estamos hablando de lo más importante que nos puede suceder.

Ante estas verdades, si las tomamos en serio, me parece que hemos de replantearnos el modo de pasar esos días de asueto. Muchas personas santas con sus obras y sus dichos nos dan ejemplos cercanos para animarnos. Por ejemplo: San Josemaría Escrivá de Balaguer mostraba el fundamento de su amor a todos al expresar “veo bullir la sangre de Cristo” en las personas.

Este año la cuaresma empieza el 6 de marzo, miércoles de ceniza. Ese día la Iglesia nos recuerda que la vida terrena se termina, por eso, al imponer la ceniza pueden decirnos: polvo eres y al polvo volverás, o arrepiéntete y cree en el Evangelio. Porque el Evangelio nos muestra los hechos y palabras de Jesús.

Para recorrer la Cuaresma de este año 2019, el Papa Francisco ha enviado un mensaje. El título reproduce las palabras de San Pablo en su carta a los romanos 8,19: “La creación expectante está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”.

Simplemente el título es estremecedor, nos pone ante la realidad del sitio que ocupamos y de lo que todas las criaturas esperan de nosotros. Esperan una conducta digna de los hijos de Dios. Pero para pasar de nuestras limitaciones y defectos a esa conducta, los consejos de Papa muestran el camino de conversión. Cada uno nos lo hemos de aplicar del modo más adecuado a nuestra persona y circunstancias.

Son tres aspectos: la redención de la creación, la fuerza destructiva del pecado y la fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón.

La redención de la creación nos recuerda un hecho consumado y puesto a nuestra consideración en el Triduo Pascual. Ya se dio la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Si este regalo lo aceptamos, el Espíritu Santo nos ayuda a vivir la ley de Dios: ley inscrita en el corazón de cada uno y en la naturaleza. Por eso, todas las criaturas esperan con gozo que vivamos así, pero también se estremecen ante la posibilidad de que no lo hagamos.

En la fuerza destructiva del pecado, el Papa nos hace ver el mal que ocasionamos cuando adoptamos actividades que violan nuestra condición humana. Cada uno sabemos de qué somos capaces cuando nos dejamos llevar por la ira, la violencia, la envidia, la mentira, la calumnia, la injusticia,… todo ello es corrupción.

Para animarnos a cambiar, nos propone contemplar la Resurrección de Jesucristo y desear unirnos a ella. El modo de lograrlo es eliminar el pecado que nos aleja de Dios y nos coloca en el sitio que no nos corresponde. Textualmente el Papa dice: “Se trata del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la creación, a sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás”.

¿Estamos dispuestos a reconocer actos semejantes y a no repetirlos?

En el tercer punto, la fuerza regeneradora del arrepentimiento y el perdón, nos abre al horizonte de la esperanza que se alcanza con el deseo sincero de rectificar y de la seguridad del perdón. Todos los demás anhelan esta decisión, que se puede concretar en ayunar, orar y dar limosna. Son propósitos concretos.

Ayunar es cambiar la actitud con los demás, no caer en la tentación de “devorar” a los demás.

Orar es declararnos necesitados del Señor y de su misericordia.

Dar limosna nos lleva a no acumular asegurando un futuro que tal vez no será así.

Termina con la siguiente idea: sólo así nos liberaremos de la esclavitud de la corrupción. Por lo tanto, si de verdad vamos contra la corrupción, hemos de empezar por desterrarla en cada uno.

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