La adolescencia se caracteriza por la necesidad de afirmar el propio modo de ser. Es una etapa muy difícil para quien la vive y para quienes conviven con el adolescente.
En el nacimiento se corta el cordón umbilical porque la criatura ya desarrolló sus órganos y puede subsistir con independencia biológica de su madre. Sin embargo, se podría hablar de un cordón invisible que mantiene la estrecha unión del bebé con quienes le van a cuidar. Necesita aprender todo y además fortalecerse físicamente para realizar por sí mismo las funciones básicas.
Al llegar la adolescencia el propio interesado corta esa especie de cordón invisible y rompe con quienes le han apoyado pues desea mostrarse y mostrar a los demás que se basta a sí mismo. No hay medias tintas y se distancia abruptamente, pues si no lo hace así, piensa que es débil y los demás no entenderán que ya es autosuficiente.
Por ese deseo de singularizarse ante los demás, lleva la contraria, no acepta consejo alguno, se aísla, busca total independencia. Los adultos primero se desconciertan, luego sufren porque no encuentran el modo de entablar conversaciones pacíficas. Todo acercamiento termina en discusión y faltas de entendimiento.
A esa edad los adolescentes rompen con los mayores de la familia, pero se agrupan con los de su misma edad y siempre se buscan. La actividad en grupo les ofrece la seguridad que internamente no tienen, es un buen recurso de apoyo y juntos actúan como si fueran uno, seguros de no retroceder en la participación ciudadana desarrollada en la niñez. Su responsabilidad es la de asegurar que encontraron buenas compañías.
El modo de estimular su actividad ciudadana puede hacerse de dos modos. Localizar al líder del grupo y entusiasmarlo para realizar alguna labor con la colaboración de sus amigos. O reunir a todos y hablarles del proyecto. Ninguno de los padres o madres de los adolescentes del grupo ha de intervenir, es mejor que sea otra persona.
Habrá que explicarles dos o tres modos de proceder y los resultados posibles, y dejarlos elegir cuál realizarán. De este modo no se sienten obligados a hacer algo en concreto, se sentirán tomados en cuenta y con libertad para elegir el proyecto y el modo de proceder. En cuanto a los resultados sí es necesario retarlos a que los alcancen.
Tienden a incursionar en todo tipo de novedades y se exponen a correr riesgos y adquirir malos hábitos como el consumo de drogas o alcohol, o cometer delitos solamente por experimentar cómo infringir alguna norma. Les puede ayudar a excluirse de esos peligros el estudio de casos extremos y retarlos a encontrar soluciones.
Si el grupo de adolescentes llega a comprobar su eficacia en los proyectos sociales y se entusiasman, podrán mejorar su ingenio y creatividad para resolver problemas sociales en el futuro, y en el presente ocuparán buena parte de su tiempo libre para hacer el bien, e indirectamente están blindándose contra malas costumbres.
Los beneficios personales de cada uno de los adolescentes son muchos, citaremos los más evidentes. Al ayudar a personas con carencias que ellos no tienen les facilitará la salida de sus incertidumbres e inseguridades. La avidez de experiencias encontrará respuesta al convivir con personas con menos oportunidades. La hipersensibilidad fácilmente se equilibrará al palpar la dureza de la vida de otras personas.
La preocupación por solucionar problemas sociales puede ayudarles a descubrir el tipo de profesión a la que se pueden dedicar. La colaboración con los integrantes de su grupo puede establecer auténticos lazos de amistad, que cuando inician desde esa edad perduran toda la vida. Desde luego desarrollarán la creatividad de manera muy espontánea y de modo concreto pues necesitan dar soluciones inmediatas a los problemas sociales.
Como otro rasgo de la adolescencia es el desarrollo del pensamiento abstracto, puede ayudarles a no quedarse únicamente en lo teórico hacer análisis sobre temas de conducta moral en las comunidades que visitan y, aplicar y evaluar actividades para mejorar la conducta de los habitantes.
Cuando están próximos a la salida de la adolescencia, será oportuno hacerles ver que su ecuanimidad mejoró, están más capacitados para ser tolerantes ante la frustración pues adquirieron autodominio, tienen más experiencia en la toma de decisiones y las relaciones interpersonales son más sólidas e íntimas pues se conocen más profundamente.
Hacerles ver que desarrollaron hábitos de solidaridad que si los siguen realizando mejorarán, pero también pueden perderlos si no los siguen practicando. Ellos tienen la respuesta y es de desear que la tomen a favor de integrar en su vida la responsabilidad de ser ciudadanos comprometidos.
Los adultos han de ser muy prudentes, su presencia en esta etapa es muy necesaria, pero como hemos visto, ha de ser invisible a los ojos de los adolescentes y estar dispuestos a restablecer las relaciones sin hacer recriminaciones cuando ellos las vuelvan a buscar. El modo de reencontrarse es básico para mantener la cercanía en el futuro.
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