El cuidado de nuestra patria es una responsabilidad diaria y multifacética. Es donación, creatividad cuyo resultado es una gratificación íntima manifestada en la alegría.
Es enriquecedor y novedoso aprovechar los signos de los tiempos. Al detectarlos vemos experiencias vividas y siempre aplicables a nuestro tiempo, no sin exigir apertura y creatividad de nuestra parte para adecuar esos sucesos a las necesidades contemporáneas y a nuestras ineludibles obligaciones.
El pasado 7 de mayo se cumplieron 200 años del estreno de la novena sinfonía de Beethoven. Este genial compositor, durante siete años trabajó sobre la idea de ofrecer un marco musical a la “Oda a la alegría” escrita por el poeta alemán Friedrich Schiller en 1785.
La estética con su lenguaje misterioso tiende a mostrar aspectos de la realidad universal, que incentiva la sensibilidad humana y la inclina a rastrear verdades por caminos inéditos y originales generalmente al margen de las estructuras formales. Por eso, la citada oda con su estructura religiosa, filosófica, heroica y emotiva nos puede hablar con palabras y con notas musicales.
“Alegría, hermosa chispa de los dioses
hija del Elíseo!
Tu hechizo vuelve a unir
lo que el mundo había separado,
todos los hombres se vuelven hermanos
allí donde se posa tu ala suave.
¡Abrazaos, criaturas innumerables!
¡Que ese beso alcance al mundo entero!
¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada
tiene que vivir un Padre amoroso.”
Todos buscamos la verdad, deseamos el bien, nuestra sensibilidad anhela la paz y alegría que provocan la verdad y el bien. Sin embargo, los artistas la manifiestan de muy diversos modos. Schiller lo expresa en una oda y Beethoven conmovido traduce esas ideas a su novena sinfonía. Hay que escucharlos precisamente en este tiempo con tantas turbulencias en toda la Tierra, en nuestra casa común.
Dentro de las múltiples sugerencias del texto, podemos encontrar la mención a la patria, compuesta por un territorio y sus habitantes. Y el deseo íntimo y universal de vivir en paz, fruto de unas relaciones fraternas, entre hijos de un todo poderoso Padre.
Nuestra fe nos habla del amor fraterno porque todos somos hijos de Dios. Su proyecto es: crecer y multiplicarnos en paz. Nos da una Madre que nos cuida y se muestra cercana en muy diversos sitios. Palpamos su cercanía y ayuda. Esta convicción hemos de vivirla y practicarla día a día. Sin embargo, vivimos en tensión entre el bien y el mal. Y la balanza se mueve, actualmente parece prevalecer el mal.
A nivel mundial encontramos desgracias naturales que causan devastaciones. También muchas afrentas provocadas por los humanos como las guerras y migraciones, injusticias muy dolorosas como las derivadas de personas que se corrompen y roban, matan, calumnian. Tanto desorden llega a minar los gobiernos y la organización política, laboral, sanitaria, educativa, etc. La descomposición social también destruye a la familia. Todo eso nos aleja de la alegría.
No podemos ni debemos apartados de la realidad, sino saber decir que sí a la necesidad de participar, escuchar, detectar, reparar y realizar -cada uno- su aportación generosa y complementaria. En nuestras familias un poco más de diálogo, un poco más de entrega y de solidaridad. A veces falta en nuestras comunidades cuidarnos como hermanos, respetarnos, querernos más. En nuestro país faltan caminos de encuentro, de respeto. Urge recuperar lo perdido. Todo esfuerzo por lograrlo nos dispone a la alegría.
Hay tantas patrias como territorios y razas habitan la faz de la Tierra. Abrirnos a una solidaridad más allá de nuestras fronteras. Vivimos en un mundo tan interconectado que el actuar de cada uno repercute muy lejos. Poner freno al mal ejemplo de lideres que dividen y provocan guerras o saquean a los indefensos. Al provocar tanto malestar deterioran e incitan a la venganza. Urge contrarrestar con heroísmo y buenas obras.
Con verdad, justicia, solidaridad y libertad afrontar seriamente el problema de la migración, muy relacionada con malos planteamientos económicos y laborales que dejan resquicios a la explotación, la extorsión y otros grandes males. Respetar y rehacer nuestra casa común tan desprotegida y saqueada. Sus gritos dolidos llegan hasta los sordos. No es posible maltratarla más.
Urge unirnos en un abrazo fraterno lleno de alegría porque recuperamos en nuestra alma el gozo de haber reencaminado a quien extorsionaba, al secuestrador, al corruptor de menores, al ladrón, al calumniador, al violador, al asesino, al narcotraficante.
No es imposible rediseñar el futuro enfatizando la importancia de cuidar la salud física y espiritual de cada persona para fortalecerla en la perseverancia en el bien. En crear variadas instituciones educativas que satisfagan las múltiples demandas profesionales.
Crear también instituciones preventivas y correctivas para quienes tengan la tendencia de inclinarse al mal camino o ya lo estén transitando, y reencaminarlas a tiempo. Todo ello facilitará crear y mantener sano el ambiente familiar, laboral y recreativo.
Con creatividad, diseñar recursos para facilitarles la permanencia en el buen camino a quienes ejerzan la política o los más altos niveles directivos en los variados ámbitos laborales.
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