Comenzamos el tercer mes de este Año Jubilar y la Bula donde el Papa nos explica cómo vivir un año así se titula “La esperanza no defrauda”, palabras textuales de San Pablo en su Carta a los Romanos 5, 5. Con total seguridad nos aconseja practicar la esperanza durante todo este año. Por supuesto, la huella de esta práctica nos acompañará después.
Por tanto, perdurará la esperanza practicada este año, aunque luego busquemos otra consigna para los años venideros. Pero ahora se trata de familiarizarnos más con esta virtud por los beneficios que por ella conseguiremos y por ser necesarios para mejorar este mundo nuestro hoy tan confundido.
La esperanza en las personas las hace pacíficas en su modo de ser y de reaccionar, pues no depositan su confianza en sí mismas. Por este motivo se pueden aplicar a sus actividades y poner toda la atención en ejecutarlas bien sin inquietarse por los resultados. Esa actitud pacífica puede evitar o al menos minimizar el afán vindicativo o revanchista que puede darse cuando no se logra lo planeado o cuando otros consiguen mejores resultados y con menor esfuerzo.
La esperanza al centrar la atención en el propio trabajo mejora la comprensión de los sufrimientos, las decepciones o los miedos propios y ajenos. Este modo de ser facilitará el trato desinteresado con los demás, especialmente entre los compañeros de trabajo. Por eso, también aumentará el trato amistoso y la tranquilidad de compartir experiencias enriquecedoras.
Al conseguir un talante distendido y cooperativo, se pueden evitar o contrarrestar actitudes competitivas que muchas veces causan divisiones o francos antagonismos. Obviamente este es uno de los modos de fomentar la paz en ese entorno que a pequeña escala coopera a la paz para el mundo.
Promover la esperanza conviene a los gobiernos y a movimientos sociales con diversos propósitos que incluso pueden protestar sin caer en agresiones ni destrucciones. También puede favorecer a variadas agrupaciones de solidaridad o de activistas de todos los continentes.
La esperanza no es inactiva pasividad pues la esperanza busca metas muy variadas, incluso algunas son muy altas y difíciles de conseguir, pero nunca disminuye el propósito de lograr esos resultados. Lo que sí se neutraliza es la impaciencia de poner fecha a los resultados.
La esperanza facilita aprender de los demás, eso propicia fomentar la paciencia y la prudencia para no desequilibrarse durante largas esperas, también consigue actual con prontitud para serenar o pacificar a quienes ya no están dispuestos a esperar más tiempo.
Un ejemplo concreto del deseo de compartir con los demás las experiencias de esperanza del Jubileo de los artistas, celebrado en Roma del 15 al 18 de febrero, es la iniciativa de Líderes católicos quienes convocaron a una reunión por zoom el 28 de febrero con correspondientes horarios para el mundo, equivalentes al de Ciudad de México de 9 a 11 horas.
El Presidente de Líderes católicos, José Antonio Rosas dirigió unas palabras para dar inicio al evento y pasó el micrófono al cantante católico Luis Alfredo Diaz quien promovió el evento y con su esposa moderó las siguientes intervenciones. También amenizó con algunas melodías.
Es imposible detallar todas las intervenciones, pero comparto algunas ideas especialmente sugerentes sobre las invaluables riquezas que el arte en todas sus manifestaciones aporta a la esperanza. El Cardenal Carlos Osoro, desde España, habló de la capacidad del arte para enseñar con el corazón y de cómo el arte también es poesía para evangelizar. Mencionó la Carta a los artistas de San Juan Pablo II en donde afirma que el artista es imagen del Dios Creador.
A continuación, desde Ciudad de México, tomó la palabra Monseñor Francisco Javier Acero quien subrayó que el arte estimula nuestra capacidad de observación y de expresión.
Nos damos cuenta que la esperanza ayuda a ser más comprensivos y así poder aconsejar a quienes evaden sus sufrimientos o se dejan inhibir por los miedos o las decepciones que forman parte de la vida de todas las personas.
Por lo tanto, es posible adoptar la postura de San Pablo del texto con el que empieza la Bula de Su Santidad Francisco: la esperanza no decepciona, pues mete en el corazón deseos y expectativas de bienes. La esperanza también fortalece el amor.
El Papa insiste en el amor “que nos llama a construir, sobre las ruinas que dejamos en este mundo con nuestro pecado, una nueva civilización del amor”. De ahí la invitación del Papa a comprometernos, para que “esta esperanza se traduzca en paz para el mundo, que una vez más se encuentra inmerso en la tragedia de la guerra, abandonando la lógica de la violencia”.
El Santo Padre insiste en otro tema para él muy citado y es no olvidar a los más vulnerables: “Es digna de elogio toda iniciativa que abre caminos a muchos hermanos y hermanas que viven en condiciones de pobreza. Los pobres, los enfermos, los jóvenes, los ancianos, los inmigrantes, los presos deben estar en el centro de nuestras consideraciones, para que nadie sea excluido y todos vean respetada su dignidad humana”.
Finalmente, Francisco concluye con un llamamiento a la solidaridad: “Todo lo que hacemos por los demás nos recompensa como individuos y como sociedad. Aprendamos esta lección desde el amor, construyendo esperanza, en ese equilibrio que garantiza a todos lo que necesitan y nos enseña a compartir con los pobres”.
La citada Bula del Papa termina con otras palabras de San Pablo, también de la Carta a los Romanos 12, 12: “alegres en la esperanza, pacientes en las tribulaciones y perseverantes en la oración”. Es un programa sólido, realista y prometedor. Sólido porque nuestra alegría no puede desaparecer al depositar en la ayuda de Dios lo que esperamos. Realista pues estamos en la Tierra y aquí hay sufrimiento por variadas circunstancias. Prometedor al estar decididos a no interrumpir el diálogo con nuestro omnipotente Creador.
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