Los ataques a la familia se pueden estructurar, para efectos de su estudio, en dos grandes rubros: los derivados de las personas y los provenientes de los grupos sociales.
Los de las personas son ocasionados por las debilidades y los defectos. Nadie es perfecto, pero puede claudicar y cerrarse a la mejora, o puede voluntariamente dejar crecer los defectos hasta practicar los vicios cínicamente, sin tomar en cuenta su influencia negativa en los demás.
Los ataques de los grupos sociales se deben a la poca importancia que se da al cuidado de los miembros de la respectiva familia y priorizar las relaciones con personas con quien establecer negocios u otro tipo de vínculos. Otras causas pueden deberse a cuando las sociedades intermedias minimizan la importancia de la familia y tratan de sustituirla o destruirla en casos de grave malicia.
Los defectos personales no afectan tanto a los demás cuando son testigos del empeño personal por desterrarlos. Pero sí afectan cuando alguien claudica e incluso se deteriora más y tiene una actitud donde obliga a que le acepten tal cual es. Si los defectos producen violencia las circunstancias se agravan y casi siempre destruyen esa familia.
La malicia personal obliga a los demás a tomar medidas drásticas para evitar malos ejemplos o incluso para salvar la integridad de los miembros de la familia. En otros casos se desvirtúa la esencia de la familia porque se unen en la maldad, como sucede con familias donde sus miembros se dedican a negocios ilícitos.
La ignorancia de los miembros de una familia puede ser muy peligrosa porque se dejan embaucar por teorías destructivas como son el feminismo, las propuestas antivida o las que desdibujan la identidad personal como la ideología de género. Ante la ignorancia, en vez de ayudar a salir de ella, muchas veces el estado busca suplir a los padres y asume la educación de los hijos con el peligro que les adoctrinen para tener súbditos incondicionales e inermes.
Los ataques a la familia desde los grupos sociales son muy variados, como variados son esos grupos. Uno de los problemas más generalizado es el del poco tiempo que los padres dedican a los hijos o se dedican entre ellos. Cada vez es más frecuente que ambos trabajen, pero la carga es tan grande y tan urgente conservar el trabajo, que queda poco tiempo para convivir en casa. Así los hijos crecen como extraños, y el padre y la madre acaban alejándose. En estas circunstancias cualquier dificultad fácilmente provoca la ruptura. Por lo tanto, es apremiante que las empresas o cualquier institución laboral afronte el problema para resolverlo. Aunque no podemos ignorar la existencia de instituciones socialmente responsables que ya ponen medidas al respecto.
La ideología de género, promovida por instituciones poderosas internacionales o por los mismos gobiernos, al difundir el error de desconocer la parte biológica del ser humano e imponen la construcción social, ignoran las diferencias entre hombres y mujeres, y descartan lo natural. Los efectos son graves porque las personas no saben quiénes son ni cuál es su identidad. Se evita hablar de sexo y lo sustituyen por género.
A quienes sufren una disforia de género o cualquier problema relacionado con su identidad sexual, lógicamente no se les atiende adecuadamente. Cuando se diluyen las diferencias que existen entre hombres y mujeres, perdiéndose las riquezas de cada uno y su mutua complementariedad, surge la idea de hablar de “familias” con dos padres o dos madres. Así también se obscurece la naturaleza de la familia.
El feminismo queriendo defender a la mujer acaba desvalorizándola, haciendo creer que tiene que ser lo más parecida posible a un hombre. Con esto se da también un rechazo a la maternidad y todo lo que ella implica. Además, hay una camuflada incongruencia, se promueve una visión negativa del hombre presentándolo como un ser abusivo, violento, opresor de la mujer, y ¿se busca que ellas sean como ellos?
Se favorece una vivencia irresponsable de la sexualidad incluso en niños y adolescentes, que son inclinados a una iniciación sexual precoz, como un simple juego, entonces se dan conductas sexuales anormales que, más adelante, en la relación conyugal acarrearán serios problemas, o próximamente los embarazos de adolescentes, o muchas veces el alquiler de vientres donde las personas desconocerán su herencia.
Con todas estas tendencias, no es fácil encontrar políticas públicas a favor de la familia. Las personas se vuelven más vulnerables y manipulables, inermes ante el divorcio y a todo tipo de opciones sexuales.
Un capítulo sumamente importante es el de la influencia de los medios. Se han de abrir a la responsabilidad de informar o de entretener adecuadamente. La tragedia del colegio Cervantes de Torreón es un claro ejemplo de lo que los juegos violentos sugieren a los niños y adolescentes, y les inducen a vivir fuera de la realidad provocando desgracias irreparables.
¿Hay esperanza de un cambio? Siempre la hay, lo muestra el siguiente enlace de un documental de un minuto con el que un joven iraní de 20 años ganó un premio.
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