La meta de la educación en la igualdad evita la tentación de uniformar a todos, fomenta el respeto a las diferencias, facilita la colaboración complementaria de las aportaciones de los distintos puntos de vista.
La Revolución Francesa tomó del vocabulario cristiano las tres palabras que fueron su lema revolucionario. Ahora el papa Francisco habla de la revolución del amor. Es el momento de reconsiderar lo que nuestra fe aporta al mundo y recuperar nuestra postura en la sociedad civil. Pero para llegar a lo grande hemos de empezar por lo más cercano, nuestra familia. Y entrenarnos allí.
En la familia tenemos un muestrario riquísimo de reacciones de adultos, jóvenes y niños, todas ellas nos dan pie para formarnos. Descartamos las inadecuadas y fortalecemos las ejemplares. Los padres tienen la autoridad para discernir y actuar, empezando por ellos mismos. Su papel es llevar la batuta con el ejemplo y los consejos. De este modo se valora la autoridad.
Libertad
En la familia todos se mueven con soltura, con espontaneidad. Esto facilita distinguir lo que está bien. Si los padres alaban estos actos y los fomentan están poniendo las bases de la libertad. Ellos han de ir por delate y tratar de practicar lo que aconsejan.
De esa manera, se facilita dar buen ejemplo y se evita propagar el mal ejemplo o solapar los malos actos. En familia se preparan para distinguir el buen gobierno del tiránico que fomenta los actos ilícitos, irreflexivos, impulsivos y degenerativos que perjudican a todos. De esta manera, aunque les cueste, los niños aprenderán a obedecer con libertad.
Detalles concretos pueden ser: ayudar a distinguir lo bien hecho de lo que no está bien. Pedir perdón y esforzarse por corregirse. Dar un buen consejo a quien se equivoca y evitar provocaciones. Cuidar el momento y el modo de corregir para lograr los mejores resultados.
La meta de la educación en la libertad consiste en entender que no se trata de hacer todo y sólo lo que apetece, sino responsabilizarse de las consecuencias que con sus acciones provocan en ellos y en los demás. Entenderán que el ejercicio de la libertad forja la conducta moral.
Igualdad
La igualdad bien entendida incluye a todos en el acceso a los bienes de la familia. Pero tiene sus dificultades porque ese acceso no siempre es al mismo tiempo ni cuantitativamente igual, pues las necesidades de los miembros de la familia varían debido a la edad, salud, conocimientos, responsabilidades, etc. Esto cuesta entenderlo, pero es principio de singularidad, y para cuando sean ciudadanos comprometidos, les ayudará a entenderse como pueblo y no como masa. Sabrán aportar y no dejarse llevar.
Por lo tanto, la igualdad hace referencia al reconocimiento de la dignidad de toda persona y al acceso irrestricto a los derechos humanos. Pero obviamente hay desigualdades por edad, educación, intereses… En la vida civil entenderán que no hay injusticia en las desigualdades derivadas del tipo de trabajo, de las responsabilidades, de la salud.
Los padres han de mejorar en el modo de comunicarse con sus hijos, a partir de la edad, el temperamento y las expectativas. Explicarles por qué hay espectáculos adecuados e inadecuados, por qué hay diferente modo de acceder a los recursos tecnológicos, por qué varía la exigencia ante diferentes encargos. A cada uno le llegará el momento de hacer lo que hacen sus hermanos mayores o sus progenitores.
También los hijos entenderán que no es argumento adecuado pedir un permiso apoyándose en que todos lo hacen…
La meta de la educación en la igualdad evita la tentación de uniformar a todos, fomenta el respeto a las diferencias, facilita la colaboración complementaria de las aportaciones de los distintos puntos de vista. Por eso, provoca la admiración ante distintas soluciones, el respeto a la tradición, e impulsa el sentido de honestidad.
Fraternidad
En la familia la base de la fraternidad es muy clara pues parte de una natural pertenencia a un tronco común, son lazos de consanguinidad. Pero también en la adopción los lazos son claros porque se apoyan en la libre elección de compartir todos los beneficios de la intimidad familiar.
La fraternidad es una manera muy peculiar y hermosa de concordar. Esta palabra expresa: poner de acuerdo los corazones. La concordia es el centro de la auténtica fraternidad, primero entre los miembros de la familia nuclear, luego con la familia extensa y con los amigos, más adelante capacita para abrirse a quienes se frecuentan en la escuela o en otras instituciones, hasta lograr vivirla con todos los grupos de la sociedad.
La natural concordia que se cultiva en la familia contrarresta las preferencias, las envidias, el afán de llamar la atención y el deseo de eclipsar a los hermanos. Hace posible la disposición de compartir, e incluso de sacrificar lo propio para el disfrute de los demás miembros de la familia. Todo ello produce un ambiente agradable, pacífico, en donde cada uno sabe que tiene su lugar y se le respeta. Así las personas crecen en seguridad y aplomo. Buscan hacer las paces y sacrificarse por los demás. Adquieren flexibilidad para incorporar otras soluciones.
Se contrarrestan las rivalidades y, cuando tengan una participación en la sociedad, descartarán el recurso a la lucha de clases, a los populismos y a los elitismos. Sabrán moverse con soltura en todos los ambientes, expondrán adecuadamente sus puntos de vista, con el deseo de beneficiar a todos.
La meta de la educación en fraternidad es lograr poner siempre a la persona en primer lugar, sobre los intereses económicos, políticos o administrativos.
A la vez, se consigue recuperar el verdadero contenido de la libertad, la igualdad y la fraternidad, tan desfigurado durante los últimos siglos.
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