El pasado lunes 30 de enero se dio a conocer otro proyecto más que abona al debate de las ideas y la propuesta para un México próspero. Tuve la oportunidad de asistir, como lo hice en el arranque del Frente Cívico Nacional y en el relanzamiento de Unidos por México. Valoro y reconozco el esfuerzo de muchas personas para consolidar propuestas que apunten a la participación ciudadana en la política del país y, especialmente, en la defensa de la democracia y las instituciones.
En los grupos que se han formado hay, sin duda, expertos en todos los temas: empresarios que saben generar empleos y riqueza; académicos que le apuestan a la formación humana; periodistas que impulsan las voces críticas; deportistas que han destacado en sus trayectorias; ambientalistas que defienden nuestro entorno; científicos que creen en los datos duros, y políticos que han sido cabezas en sus partidos o que han dedicado parte de su vida a la administración pública.
En los 27 años que tengo de hacer política, he tenido contacto con muchos de ellos. Varios han sido un referente para abordar los temas públicos en el ámbito legislativo o en el ejecutivo donde me he desarrollado. Estoy convencida que todos y todas, con sus luces y sombras, están preocupados por el rumbo que lleva el país, en este vertiginoso descenso al que nos ha llevado, en tan solo cuatro años, Andrés Manuel López Obrador. Y no, no estoy diciendo que todo era perfecto. Mucho había que corregir, pero lo cierto es que como nunca, en esta época moderna, estamos al borde del precipicio en salud, educación, seguridad, economía, transparencia, cultura y un largo etcétera.
Sin embargo, me parece fundamental prender las alertas sobre la narrativa que hoy se utiliza para arribar al ejercicio del poder público. En todos los foros a los que he acudido, invariablemente partidos políticos y ciudadanos, en carriles paralelos, caen en la conversación que se dicta desde Palacio Nacional, como si la simple mezcla “manchara el plumaje de unos con el lodo de otros”. En la generalización, hay factores que no pueden seguir marcando ese rumbo:
1. Si eres militante de un partido político, ¿entonces no eres ciudadano?
2. Si eres ciudadano, ¿no puedes militar en un partido político?
3. Los ciudadanos que no militan, pero pretenden incidir en las decisiones públicas, ¿no hacen política?
Cada uno tendrá que responderse estas preguntas. En lo personal, me parece que es un equívoco negar lo que somos y lo que pretendemos, y una mala práctica pelear por las paternidades sobre las buenas ideas y excluir a quienes tienen una visión distinta de hacer las cosas.
El irrelevante papel que están desempeñando las dirigencias nacionales de los partidos políticos, incluyendo el oficial, nos está llevando, a militantes y a la sociedad, a buscar espacios en los que se puedan aportar talentos, ideas, proyectos y sueños que nos permitan construir el porvenir posible, porque sencillamente el sistema de partidos se encuentra colapsado o secuestrado.
La paradoja es que son, los partidos políticos, el vehículo para acceder al poder público, pero es lamentable que sus dirigencias sean las que asignan los lugares para los cargos de representación popular, sin un método democrático.
En tanto, entre los grupos de la llamada sociedad civil que recientemente han surgido, el problema de fondo es que muchos de sus miembros también están negando su propósito político, como si ello fuera un insulto o como si el hacerse responsables de la atención a los problemas fuera un “pecado”. Otros tantos, ante la exclusión en sus institutos políticos, se han dado por vencidos en la tarea de democratizarlos.
El panorama tan complicado que vivimos, la incertidumbre social, el ambiente de polarización que nos mantiene enfrentados con una violencia pública pocas veces vista, nos exige, a partidos y organizaciones ciudadanas, actuar de manera conjunta, con un alto sentido de responsabilidad y rectitud. No es una lucha para ver qué grupo destaca; es la construcción de un frente opositor que demanda compromiso y generosidad, que tenga la capacidad de escuchar, llegar a acuerdos y respetarlos. No debemos pasar por alto que la suma de victorias individuales le dará al traste a la democracia mexicana. Todos tenemos que ir juntos.
Yo soy una militante partidista y nunca he dejado de ser ciudadana, por eso hago mías las palabras de Carlos Castillo Peraza: “No hay que salirse del PAN para ser ciudadanos, porque los que se atrevieron a ser ciudadanos hicieron al PAN en tiempos en que ya era muy difícil ser ciudadano”. Coincido en que el camino hacia el bien común, siempre serán las instituciones, esas que nacen desde el corazón de la sociedad, tal y como nació Acción Nacional.
Por eso, porque juntos tendremos más fuerza, Unidos por México nos convoca a concentrarnos el 26 de febrero, en el zócalo capitalino, para la defensa del INE. Acudiré, como miles de personas, porque así inicié mi camino partidista también en la defensa de la democracia. Como también estaré en todos los foros que convoque Mexicolectivo, porque mi obligación como mexicana es contribuir al fortalecimiento y defensa de las instituciones, esas que surgieron para combatir a los tiranos antidemocráticos.
No soy líder moral de ningún movimiento como es considerado Cuauhtémoc Cárdenas, pero a diferencia de él, como miles de mexicanos no regalaré mi silencio ante quien pretende robarnos derechos y libertades.
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