Poner fin…

El espectáculo legislativo de los últimos días es indignante y bochornoso. El pueblo de México no merece ni mentiras, ni traiciones y mucho menos incertidumbre. No merece caer en lo que más gusta a los cuatroteístas: las argucias para dar la vuelta a la ley, amenazas para presionar y la compra de legisladores para garantizar impunidad.

Un poco de esto se pudo ver antes de instalarse la actual legislatura, con los senadores de primera minoría de Michoacán y Tabasco que decidieron renunciar a las fuerzas políticas por las que obtuvieron sus escaños (PAN, PRI y PRD) -gracias a los votos que logró Fuerza y Corazón por México-, para cambiarse a Morena, como también con las decisiones de los Yunes, de Veracruz.

Vergüenza y decepción escuchar, del presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, la confesión de parte de acuerdos contrarios a lo que ha sido nuestra democracia interna, pero a nombre del partido: “tú pediste… el partido te apoyó”, “cuando el comité directivo… pidió que fueran en fórmula…, recuerdo que también se concedió…”. 

En resumidas cuentas, lamentamos militantes y simpatizantes, esos pactos tan “normales” como perversos a los que llegó y que beneficiaron a unos cuantos grupos, familias completas y camarillas políticas, sin duda alguna, acciones incongruentes con nuestra esencia democrática que han dañado nuestra credibilidad y reputación. Ahí están los resultados del desastre electoral.

Se equivoca Miguel Ángel Yunes cuando con cinismo plantea que es dueño de su voto, le recuerdo que, para alcanzar ese escaño, miles de panistas y ciudadanos trabajaron incansablemente y mostraron con toda claridad que la posición en el senado debería ser contraria a la propuesta morenista. ¡El veracruzano traicionó a quienes lo eligieron!

Lo sucedido en el Senado nos evidencia con toda claridad que la corrupción de unos entregó la patria a las manos del autoritarismo.

Con personajes como ellos, Acción Nacional está perdiendo la oportunidad de presentarse como una verdadera propuesta de partido, que por cierto no sólo es asunto que perjudica a militantes, sino al país entero.

Los dirigentes partidistas no fueron capaces de detener la estocada al corazón de México con la reforma de justicia, que no es ni mínimamente justa, al contrario, fueron parte de quienes la otorgaron.

Lo ocurrido debe llevarnos a reflexionar sobre el impacto y las consecuencias que tienen las decisiones cupulares, basadas más en los puestos y presupuestos, en los acuerdos debajo de la mesa, que en las capacidades, honorabilidad y congruencia de quienes militamos en el partido. Pero más aún, deben llevarnos a actuar en consecuencia para cambiar.

En estos momentos cruciales de la historia de México, Acción Nacional no puede ni debe permitir la repetición ni la continuidad de ese modelo de hacer política de élite que tanto nos ha dañado y desprestigiado.

Es fundamental poner fin a las designaciones, para dar paso a la democracia; a los acuerdos cupulares en lo oscuro que manchan nuestra historia, para regresar al diálogo con la militancia y los ciudadanos; a la componenda fácil, por indigna, que compromete aún más nuestra reputación.

La elección interna del PAN reitero, no solo tiene que ver con el partido, sino con el país mismo. Hay que reconstruir las vías democráticas por las que debe transitar todo partido político que se precie de ser serio, responsable y con ética.

Hoy, la Patria demanda al PAN que escucha, entiende y trabaja por las causas de las y los ciudadanos en la búsqueda del bien común. Nos toca defenderlos, no dejarlos en manos de cínicos y mentirosos mercenarios políticos. Estamos llamados a ponerle fin a las prácticas que simulan representación y democracia, al interior, pero también al exterior, de no ser así el repudio público para los panistas terminará por enterrar al PAN.

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