Es indudable que más allá de lamentarse sobre los resultados obtenidos, al interior del Partido Acción Nacional -y a la luz del contundente mensaje de las urnas- ha llegado el momento de reorganizarnos, mediante un proceso democrático, sin simulaciones, abierto al debate con y para la militancia, que fomente el diálogo crítico y constructivo para definir qué es lo mejor para México.
Y este país requiere, desde hace años, una oposición robusta, con pensamiento y propuestas coherentes con los principios y valores que dieron origen a nuestro instituto político. Las y los mexicanos esperan y exigen un panismo fuerte, honorable, congruente y democrático para enfrentar las duras y muy complejas circunstancias que se vislumbran en esta continuidad del deterioro institucional de la vida pública.
Nos toca demostrar que el PAN tiene la brújula correcta para dar salida a las diversas crisis nacionales que nos ha dejado la corriente cuatroteísta (inseguridad, impunidad, salud, educación, corrupción y polarización social). Tenemos la capacidad para proponer alternativas de atención y respuesta; podemos ser el vehículo para que las y los ciudadanos lleguen al poder político, pero, sobre todo, sabemos trabajar para mejorar las condiciones de vida de las personas que habitamos este país.
Es urgente impulsar y aprovechar los mecanismos de participación que solíamos tener, como las asambleas y las convenciones, para escuchar todas las voces, favorables y desfavorables, desde las que aplauden o justifican la toma de decisiones -que hoy nos tienen en estas circunstancias- hasta las inconformes con la simulación de muchas acciones previamente acordadas. Debemos escucharnos entre nosotros, cada uno tiene mucho que aportar por el bien de nuestro instituto, así como aceptar las críticas constructivas que, sin duda alguna, nos fortalecerán.
En este proceso, las condiciones de equidad son indispensables para la salud democrática y credibilidad del proceso de renovación de la dirigencia. El Comité Ejecutivo Nacional está obligado a garantizar piso parejo para todas las personas que estamos interesadas en participar; a no condicionar -ni coaccionar- los votos para favorecer a ninguna candidatura a cambio de puestos y presupuestos, como se ha hecho desde hace algunas elecciones; a facilitar espacios y foros a nivel nacional para que las y los militantes conozcan pensamiento, visión y propuestas de los contendientes.
Debemos comprometernos, en público y en privado -ante la militancia y el electorado-, a que nuestros principios nunca más serán negociables. Por ello es fundamental regresar el partido a su militancia. De esta forma y una vez organizados, serán muchas las manos que se sumen a formar ciudadanía en las plazas y municipios de esta noble tierra. Hay que regresar a las acciones derivadas de ideas y no a las reacciones producto de las estridencias coyunturales. No se puede enfrentar al régimen solo con ataques.
En estos momentos, no es suficiente solo portar el membrete de oposición, hay que reconstruir al PAN con orgullo, para convencer y recuperar la confianza de millones de personas que no encontraron en nuestra propuesta una forma real de mejorar sus condiciones de vida. La solución es la democracia. Nacimos demócratas y solo con la democracia nos reconstruiremos.
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