Los tres tristes tigres

El caso de los tres tristes tigres en México nos obliga a no claudicar, a seguir insistiendo en que si queremos un cambio en serio, somos los militantes de nuestros partidos políticos y la sociedad en su conjunto quienes debemos empujarlo.

Permítanme comentar tres hechos que retratan lo que sucede en México y, especialmente, lo que algunos entienden por “transformación” y otros, los que se dicen oposición, por “cambio”.

Caso 1: Parlamentos ¿abiertos?

La discusión de la reforma judicial que propuso el Ejecutivo federal y que tanto presumen los cuatroteístas tiene como marco de legitimación una serie de foros que se han atrevido a llamar “parlamento abierto”.

Lo que en realidad hemos observado, a pesar de las valiosas exposiciones de algunos estudiosos del derecho, es que el resultado ya está definido: el gobierno, a toda costa, quiere que los jueces, magistrados y ministros se elijan por voto popular, es decir, están empeñados en partidizar y cooptar la justicia.

Por más que se expongan los riesgos que esto implica, es evidente que la propuesta nada tiene que ver con favorecer al “pueblo bueno” y, menos, con fortalecer al Poder Judicial.

La reforma a este poder de la Unión nos fue anunciada cuando Arturo Zaldívar llegó a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). La respuesta de la oposición fue tardía y, hasta el momento, la opinión pública no tiene ni la menor idea de la propuesta opositora y menos cuál es la ruta planteada para detener el atropello.

Caso 2: ¿El deber cumplido?

Poco útil para la militancia del PAN y la sociedad resultó el supuesto ejercicio de “reflexión” y “análisis” para comprender los resultados del pasado 2 de junio, cuando la respuesta está a la vista: los líderes del partido están enfocados en sus prioridades, que lamentablemente no son las del electorado que nos apoyó y menos atienden el llamado de quienes no votaron.

“Sí, lo hicimos mal, pero el consuelo que tenemos es que ustedes lo hicieron peor”, es la descarada repartición de culpas que culminó con una ovación de los consejeros nacionales que, ante un escenario a modo, no atinan a comprender la enorme responsabilidad que tiene nuestro partido con la historia y con el futuro de México.

Están empeñados en mantener el control de los órganos partidistas y dar mensajes internos de que “vamos en buena ruta” y, por eso, buscan reeditar la entrega de bastón de mando en la oposición, con el pleno conocimiento de que el simple hecho nos hace vulnerables ante el gobierno y, por supuesto, ante la opinión pública.

Caso 3. Sufragio efectivo ¿no reelección?

A puerta cerrada, entre gritos y porras y al igual que en el PAN sin acceso a los medios de comunicación, se consumó la reforma estatutaria que mantendrá al líder del PRI como dirigente nacional, posiblemente hasta el 2032.

Las acusaciones no se hicieron esperar y el tono de la discusión ha subido al grado de lanzar señalamientos de hechos de hace 30 años. La aparente “sana relación” entre muchos de los actores que para la designación de las candidaturas se mantenía cordial, se rompió y es, además, el pretexto perfecto para que las bancadas se rompan y quizás, solo quizás, veamos a diversos personajes migrar felizmente al oficialismo.

No entraré a detalle en cada uno de los casos planteados, pero lo cierto es que el modelo de hacer política nos está haciendo un enorme daño.

Sin descalificar la propuesta de algunos actores políticos de manifestarnos en las calles en los meses siguientes para la defensa del Estado de Derecho y la división de poderes, resulta complicado saber cuál será la reacción ciudadana, pues se sienten -con justa razón- completamente defraudados por quienes se supone deberían representarlos, ya que los líderes opositores están más concentrados en mantener los cargos y presupuestos de los partidos políticos.

En los tres casos, el debate, la discusión, la pluralidad, la democracia y la integración de la sociedad se encuentran desaparecidos.

El caso de los tres tristes tigres en México nos obliga a no claudicar, a seguir insistiendo en que si queremos un cambio en serio, somos los militantes de nuestros partidos políticos y la sociedad en su conjunto quienes debemos empujarlo. Las élites se encuentran instaladas en la comodidad que les da tener el control de algunos, para perjuicio de todos.

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