Desde antes de dejar el cargo, las y los mexicanos hemos sido testigos de la forma en que se ha promocionado la imagen de la que fuera jefa de gobierno de la Ciudad de México, empezando por quien levantara su mano para designarla como su sucesora.
Es así como a lo largo y ancho del territorio nacional, en los últimos meses, han proliferado espectaculares, bardas, camiones de transporte público y millones de artículos promocionales -incluidos los repartidores de propaganda identificados por sus chalecos guindas- con la imagen de la ahora candidata presidencial, en evidentes actos anticipados e ilegales de campaña, perfectamente coordinada y pagada con dinero público, por órdenes expresas dictadas desde Palacio Nacional y ejecutada por las dependencias gubernamentales.
Ante esta realidad y con palabras dichas por el filósofo de cabecera del presidente, el finado Chico Che, nos preguntamos ¿quién pompó? ¿De dónde salen los recursos económicos?
Fiel a la tradición de cumplir con el dogma cuatroteísta de mentir, manipular y simular, Claudia Sheinbaum salió a la defensa de estos hechos, diciendo que eran “manifestaciones espontáneas” de gente que la apoyaba. ¿Alguien le concedió credibilidad a sus palabras? Nadie, ni los de su bando.
En todos los rincones del país, las calles, los parques, la paradas del camión, las esquinas, los mercados, las fondas, en cualquier lugar se escucha a la gente comentar que “ya se sabe dónde está el dinero”, ese que se ha negado para el funcionamiento básico de hospitales, la distribución de medicinas, el alumbrado público, las escuelas, los policías o los bomberos… En fin, se dice que no hay, pero no hay para lo realmente urgente y necesario. Lo cierto es que sí sabemos -aunque lo nieguen- para qué se han utilizado los recursos.
Han faltado a esa “honestidad valiente”, que tanto se jactan de practicar, para rendir cuentas a los ciudadanos. La entonces titular del gobierno capitalino simuló dictar “conferencias” sobre sus supuestos logros (sí, así se difundían) y recorrer el país los fines de semana para promover su imagen.
Reza un dicho popular “quien no te conozca que te compre” y vaya que aplica en la ahora precandidata, que no sólo imita el modo de hablar de López Obrador, sino que se ha ido perfeccionando y se ha vuelto una experta en la técnica de mentir, manipular y dividir a las y los mexicanos. Lo hemos comprobado una y otra vez.
En un evento reciente, Sheinbaum se refirió a que “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre. Austeridad Republicana, no la austeridad de los neoliberales, la austeridad de los neoliberales era disminuir el gasto en la educación, en salud, no, nosotros erradicamos la corrupción en cualquier punto donde se encuentre”.
Si algo predomina en los gobiernos morenistas es justamente la corrupción cínica en la que incurren sus representantes. La ex jefa de gobierno no solo ha derrochado el dinero público que debería ser destinado a atender las necesidades de los mexicanos, en su costosa campaña electoral que lleva más de 36 meses, sino que ahora conocemos que también su modus operandi es la extorsión, el chantaje y el abuso a las prestaciones de servidores públicos. Como su jefe, dice que combate la corrupción y resulta que los corruptos de ahora son los que gozan de cabal impunidad.
Ahí están los operadores estrella, nada más y nada menos que la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, su padre Arturo Alcalde y el secretario del trabajo Marath Bolaños, según lo denunció en una entrevista en el periódico La Jornada, la amiga del presidente, San Juana Martínez, ex titular de la recién desaparecida Agencia de Noticias del Estado Mexicano, Notimex.
La periodista aseguró que le habían pedido “moches” de 30 millones de pesos de las liquidaciones de los trabajadores, para apoyar la campaña de la pupila del tabasqueño.
Este hecho es una versión corregida y perfeccionada de las ligas de Bejarano, las bolsas del súper de Ímaz o los sobres de los hermanos del presidente, Pío y Martín, sin mencionar el vergonzoso pero muy redituable tráfico de influencias para obtener puestos, presupuestos y tajadas enormes de dinero público con fines electorales, sello característico del gran corruptor: el señor del cash.
Hablando de esto, ha salido a la luz el tráfico de influencias y la corrupción de otro de los hijos de López Obrador, Gonzalo López Beltrán, mejor conocido como “Bobby”, sí, con el Tren Maya, quien con sus “buenos oficios” ante su poderoso padre, le ha dado a ganar a Amílcar Olán, tan sólo de la venta de balasto, 193 millones de pesos, sin contar lo que le han dejado otros multimillonarios negocios, según lo reveló Latinus en la segunda entrega de su investigación denominada “El Clan”.
Lo cierto es que a la científica, así como se le cayó el metro, una a una se le van cayendo sus mentiras, porque todos los días brotan las evidencias de la corrupción que envuelve a los integrantes de MORENA.
No puede haber gobierno rico -se jactan- con pueblo pobre. ¡Pero qué tal familias ricas de la 4t, llenas de privilegios y sobres o bolsas de dinero, en especial la del presidente y las de sus leales!
Los Batres, los Alcalde, los Godoy, los Monreal, los Sandoval, los Encinas, los Bartlett, los Meyer y muchos otros más encabezados, sin ninguna duda, por los López, han visto transformadas sus vidas y patrimonios familiares gracias a los privilegios de ser cercanos al que mueve los hilos de los poderes político y económico.
¡Vaya que resultaron muy abusadillas las verdaderas familias del bienestar!
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